He leído por ahí, en algún lugar de las redes, un post -¿se escribe así?-que me hizo mucha gracia y me pareció agudísimo, tanto, que consideré dotado de una preclaridad mental fuera de lo común al autor del mismo. Decía así: ¿Si los ateos no deberían disfrutar de las vacaciones de Semana Santa, los creyentes no deberían disfrutar de los avances de la ciencia? Pero como dura poco la alegría en la casa del pobre, al poco de reflexionar sobre ello aún con la sonrisa en la boca, la maliciosa pregunta retórica y pletórica de un irredento y combativo laicismo envuelta cómo no en la twiteada bandera republicana, me pareció una solemne tontería. Por una sencilla razón: ambas cosas son de imposible casamiento dialéctico e incluso de complicado engranaje filosófico. Es como decir: ¿Si el agua moja el suelo deben los fumadores ser del Real Madrid? Sí. Luego de andar elucubrando, que es acto que lo mismo te dota de profundidad indagatoria que te delata tu endeble imaginación , caí en la cuenta de que como en todos los debates que se adueñan de la calle, éste, se nutre principalmente de la cáscara sin entrar en la carne para llegar al hueso. Por ejemplo, y lo he escrito más de una vez, la hoy insostenible identificación semiótica de bandera republicana con las excelencias humanas como si el marchamo republicano fuera un blindaje contra la perversa condición, también e idénticamente humana. Sin embargo, aún reverbera en el consciente colectivo, la pasada por la pira de iglesias, conventos, ermitas con o sin curas dentro, lo que le otorga a la semiótica banderil una identificación refleja con el ardoroso ateísmo oficial. La condición de elector del jefe del Estado no nos pone a salvo de elegir un presidene perillán o meapilas y dominguero de misas impropio del primer representante de la Gran Cosa Pública, lo cual sería imperdonable. Bueno no, que todo lo que del pueblo viene disculpado viene. Es democráticamente más legítima. Nada más. Y a estas alturas uno no sabe qué es mejor si un tonto o un ladrón dinástico o un listo mafias purísimamente electo.
Pero vayamos al post que me ha motivado esta tarde moribunda de Domingo de Resurrección. Efectivamente. El noventa por ciento de las fiestas o quizá más son radicalmente (de raíz) religiosas, lo que haría coherente a una futura república o a un gobierno supermoderno in progress, eliminarlas todas de un plumazo y dejar el descanso laboral para los sábados y domingos, cuando haya trabajo para todos, claro. Y no valdría cambiarlas por otras de raíz pagana o similar porque, primero, sería una cursilería, y segundo, revelaría que en el fondo los españoles como buenos católicos, (aquí sí, ¿ven?), somos más dados a la jarana y el escaqueo que los luteranos alemanes. Eliminada y minusculizada la semana santa del calendario laboral no habría lugar a la gran cuestión que plantea el citado post pues creyentes y ateos, todos a currar. Hay en la pregunta de este twuitero un maléfico planteamiento sobre la conveniencia de una expulsión masiva, quid pro quo, de los beneficios de la ciencia de todos los creyentes. No está nada mal y puede que sirva de inspiración programática para el futuro: la exigencia del carné de ateo para disfrutar de una buena sesión de rayos UVA sufragados por una Seguridad Social de sofisticado nivel a costa de los ricos y las corporaciones que la pagan manu militari. Pero, si hacemos la foto fija sin las ficciones de una juventud recobrada, nos volvemos a topar con una nueva singularidad, una más, de una España más laica y atea que apostólica y romana disfrutando del calendario laboral más religioso de toda la Europa vieja y nueva, tal vez a la par de la Polonia papal o la esperpéntica irracionalidad escénica de los filipinos. Por tanto hay que darle un empellón al post de la gran pregunta, un empellón exponencial y transformarla de interrogante en aserto. “Ni ateos ni creyentes disfrutando de vacaciones laborales de semana santa. Y por supuesto ateos, creyentes, gnósticos, agnósticos, idólatras, ególatras, cuáqueros, pietistas… todos con derecho a disfrutar de los avances de la ciencia, en perfecta comunión o en odio y compaña.
Pero emerge de los anales toda una pléyade de científicos que ejercieron como tales sin que su compromiso religioso o duda existencial razonable eclipsara su trabajo para decirle al chico del post que la tecnificación de los tiempos es directamente proporcional a la facilidad de la propalación perversa: Einstein, Pasteur, Penzias, Lejeune… fueron grandes científicos pero no por eso grandes creyentes, simples creyentes. Francis Collins, el descubridor del genoma humano y ateo hasta los 27 años dijo: Cuando has tenido por primera vez delante de ti estos 3,1 billones de letras del ‘libro de instrucciones’ que transmite todo tipo de información y todo tipo de misterios acerca de la humanidad, eres incapaz de contemplarlo página tras página sin sentirte sobrecogido. No puedo ayudar, sino admirar estas páginas y tener una vaga sensación de que eso me está proporcionando una visión de la mente de Dios.
O como aquel escritor que le dijo a otro que creer en Dios resulta a la larga postmortem más revolucionario que no creer, ya que al menos tienes la oportunidad de ponerte gallito y contestón y pedirle cuentas –tú a él- de los estragos del mundo.
Una cosa más
Manuel Valero
Abundando en lo que dices, tal vez sería lo mejor legalizar el circo romano y la esclavitud, o incluso volver a los gloriosos tiempos en que los ibéricos nos mordíamos unos a otros, etc… Después de todo, los romanos tenían muchas más fiestas que los cristianos… aunque también más esclavos.
Pero un servidor, cansado de no creer en nada, ni siquiera en la religión budista, solo tiene a bien creer en las noches, porque le permiten dormir, y en la nómina que cobra, porque le permite comprarse las sábanas.
En lo alto del monte
dijo Marica:
cada uno se rasca
donde le pica.
Pues eso.
Romera ¿Volver? Si ya casi estamos!
¿Acaso no es lo que vemos y sufrimos Pan y Circo?
Respecto a la frase que motiva el artículo, solo un recuerdo. El de Nancy Reagan pidiendo que se trabajara con células madre cuando el ¿Parkinson? se llevó a su marido.
Ella y el finado, que en paz no descanse, se dedicaron a freír a los científicos que trabajaban con células madre y, cuando se dieron cuenta, el Reagan de las narices ya no tenía cura.
Cuestión de creencias religiosas…y así le fue… Si en la era Reagan no se hubiera satanizado a estos científicos, no sé si el Parkinson tendría cura, pero más conocimiento sobre la cura del mismo sí que se hubiera hecho.
pero bueno, en el pecado lleva la penitencia.
La costumbre mordedora permanece, amigo Romera
Manuel: menuda tesina has hecho…y con humor…y todo de un…post!!!
Ese post, me resulta algo asimétrico, bastante asimétrico. Tiene su aquél…pero el joven no está en la onda, Manuel. Que los ateos, o por decirlo de manera más actual, los que «pasan del hecho religioso»disfruten de unas vacaciones «religiosas», resultaría, llevado a otros terrenos,(en este, todo lo vemos mucho más turbio) un imposible. Respecto a lo de creer y avances de la ciencia, ya pudiste leer lo que pienso en aquel cuadernillo que te envié. Un abrazo.
Otro, Fermin