Mariano Velasco (Secretario As. Ojos del Guadiana Vivos)
Hace algo más de 40 años, Don José Villalobos, a la sazón Ingeniero Jefe de la Delegación Provincial del Instituto Nacional de Colonización, glosaba los trabajos a su cargo magnificando cómo en extensas zonas de la provincia y en parajes donde jamás se había hecho perforación alguna se habían creado magníficos regadíos en terrenos dedicados hasta entonces a producir míseras cosechas de cereales o a sostener viñedos objetivos claros de filoxera.
Consideraba este tecnócrata importantísimas todas las obras destinadas a poner en riego extensas superficies mediante la apertura de grandes pozos (en Daimiel se acababa de poner en servicio uno con un caudal de 600 l/s) y anunciaba la apertura de otro en Torralba con el que se podrían regar hasta 120 hectáreas.
El aprovechamiento de las aguas subterráneas en la zona afectada por el río Guadiana podía considerarse casi infinito toda vez que se disponía de un gran pantano subterráneo alimentado por los ríos que llegaban a la llanura manchega que terminaban por subsumirse despareciendo lentamente. La instalación de potentes equipos elevadores daría riqueza eterna a los sufridos manchegos.
Por entonces se regaban unas 12.000 hectáreas en la cuenca alta del Guadiana, fijando el objetivo en doblar esa cantidad. El riego, pues, fue un objetivo político prioritario para la administración de la época. Se consideraba que los beneficios obtenidos con la transformación sobrepasaban los puramente económicos para resolver otros amplios problemas de índole social. Con el riego se distribuirían muchos más jornales y de forma mucho más regular que con el secano, disminuyendo el paro, el aumento de consumo sería notable, crecerían los propietarios al tener que parcelarse las explotaciones, aumentaría la población y el grado de instrucción, en fin, la tierra de jauja estaba allí, esperando, todo era cuestión de ponerse a regar.
La lectura de este tipo de pensamiento, medio siglo después, provoca como poco perplejidad ante la visión de la manifiesta ingenuidad que gobernó a los que en su momento tuvieron la gran ocasión de encauzar el futuro agrícola de esta región. Pero qué le vamos a hacer, eran los tiempos del desarrollismo, la industria tiraba de la mano de obra rural como un gran monstruo devorador capaz de acabar con toda ella: el campo necesitaba un progreso inmediato y unos rendimientos económicos acordes con los que ofrecía la ciudad ¿Qué otra cosa se podía hacer?
Administración y agricultores trabajaron al unísono por subsistir. Y a decir verdad que entre ambos lograron una de las mayores transformaciones que ha sufrido la zona en todo su histórico avatar.
De allí hasta aquí apenas ha transcurrido una generación. Sin embargo en la cuestión de ordenamiento territorial y la gestión de los recursos hemos llegado a sobrepasar en más de 500 Hm3/anuales los recursos hídricos disponibles en la cuenca alta del Guadiana. El inagotable recurso de antaño se ha mostrado frágil y perecedero, y lo ha hecho cuando nuestros recursos agrarios dependen enteramente de él. A ello añadimos los ciclos secos cada vez más amplios y duraderos ¿Qué hacer?
La cuenca alta del Guadiana esta exhausta. Agravada por la sequía actual, pero teniendo sus causas en la continua serie de despropósitos y errores acaecidos en la pésima gestión realizada por la autoridad administrativa y por el abuso incontrolado y egoísta de los que de cualquier manera quisieron sumarse al festín: prescripción de sanciones, falta de control, consentimiento de ilegalidades, pivots en humedales, marginación de informes técnicos y de Organismos consultados, y sobre todo la demora en adoptar soluciones, nos han conducido hasta esta situación.
La cuestión estriba en si esto tiene o no solución. Aún mejor, la cuestión estriba en si las personas que actualmente ostentan la responsabilidad están o no convencidas de que esto puede tener solución; solución que pasa por afrontar el problema con rotundidad.
Se podría comenzar trabajando en base a los informes técnicos que hasta ahora se han despreciado y que contienen las bases incuestionables del problema. Construyamos cimientos esta vez, afrontemos hasta la elaboración del Plan Especial todas las actuaciones derivadas del Plan de Ordenación. Coordínense las administraciones y vamos a ello de una vez, porque es ahora o nunca, y no podemos permitirnos volver a fallar.