El espíritu y los límites

Sebastián Fuentes (Diputado Nacional del PSOE por Ciudad Real)

   Detrás de las tensiones y de la crispación que se ha generado como consecuencia del debate sobre el proyecto de nuevo Estatuto de Cataluña existe en realidad una desconfianza, yo diría que hasta un rechazo evidente, hacia el modelo constitucional del que nos dotamos en 1978.

   El texto constitucional trata de resolver a través de su Titulo VIII un problema que venía arrastrando España desde mediados del Siglo XIX y que hundía sus raíces históricas en el origen mismo de la creación de España y su conformación como Estado-Nación. España es una comunidad de territorios compleja que no sólo se construye tras la agregación de territorios, sino que queda conformada definitivamente tras la desmembración de los reinos hispánicos que constituían el imperio de los Austrias. En ella han convivido durante siglos lenguas, culturas y fueros diversos que no siempre han sido encajados con facilidad por un poder central y común a todos ellos. Siempre han existido las tensiones entre el centro y la periferia.

  
La Constitución es hija de su tiempo y refleja los consensos de la época, pero también sus temores y sus tensiones. Algunos de los que hoy abrazan a la Constitución de 1978 como palabra mágica que conjura todos los desencuentros y reúne todos los consensos, son herederos de aquellos que pusieron muy serias objeciones al Titulo referido a las autonomías. Al cabo de los años, a la vista de que la descentralización ha sido buena para la desarrollo y el crecimiento del país, aquellos y su prole política han terminando asumiendo el modelo, otros, sin embargo, sobre todo la derecha que se ha concentrado en este Partido Popular, retrofundado en Alianza Popular, se agarran a la Constitución como el colmo de todas las cesiones territoriales, no como el inicio de un modelo de estado descentralizado y moderno.

  
Se tiene que discutir y defender que el modelo sea solidario y justo para las comunidades que menos tienen, pero si el sistema esta funcionando, hay que avanzar en él. La Constitución no consagra la España “cañi”, ni la “unidad de destino en lo universal” que arenga la ultraderecha y el bando del Alcalde de Ciudad Real, sino que consagra la España plural y descentralizada. En realidad algunos piensan que la Ley fundamental ya llego bastante lejos, piensan en ella como lo último que puede permitirse la idea de España y hablan de espíritu de la Constitución para referirse a ese límite. Y límite y espíritu son dos cosas diferentes. La derecha nunca creyó en el Titulo VIII, nunca creyó en la descentralización ni en las autonomías. Nunca ha querido avanzar en el desarrollo constitucional porque siempre la ha interpretado como final, no como principio.

  
En nuestra tierra todavía es más sangrante este desprecio por la autonomía, pero como los ciudadanos si creyeron en ella, la opción conservadora nunca ha sido elegida para gobernar en Castilla-La Mancha. Me resulta paradójico que, algunos, en nuestra región defiendan esta curiosa “esencia de España”, una idea que he devenido en un modelo de estado y del ejercicio del poder que a nuestra tierra sólo le ha dado hambre y miseria durante siglos, que ha visto como precisamente territorios, hoy desnostados por nacionalistas o independentistas, se llevaban nuestra riqueza y nuestra gente. Nunca hemos tenido tanta prosperidad como ahora, con el autogobierno de las cosas cercanas. ¿A que viene tanta nostalgia de España? ¿Es nostalgia de España o añoranza de otro tiempo y otro régimen?

Relacionados

ESCRIBE UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí


spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img