¿Tolerancia o sumisión?

Fermín Gassol Peco.- Dietrich Bonhoeffer fue un teólogo alemán que participó en el movimiento de resistencia contra Hitler por lo que fue condenado y ejecutado en la horca con especial saña pues sus asesinos utilizaron una cuerda de piano para prolongar la agonía. Reconocida es su obra Resistencia y Sumisión escrita durante su cautiverio. En ella amén de cuestiones religiosas, trata de la rebelión y la resignación a la sumisión ante aquellas situaciones de locura colectiva nazi.
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La tolerancia se define como el respeto a las ideas y actitudes de los demás aunque no coincidan o sean contrarias a las propias. Pero también significa la capacidad para soportar, para encajar una determinada causa extraña. Estas dos definiciones indican que la tolerancia es una actitud y una virtud de difícil digestión. Y lo es porque aceptar de buen grado lo que otros piensan sin comulgar con ello y más cuando va en contra de lo que uno estima supone un acto cuando menos de complacencia y cuando más una renuncia a los principios en los que uno cree; no es lo mismo ser tolerante con alguien con quien compartes un bien que ser tolerante con quien actúa de una manera ofensiva hacia tus intereses, creencias o hechos como por ejemplo la corrupción, el aborto, o el robo.

Porque puestos a ser tolerantes y a relativizar todo, ¿dónde se pone la barrera en la que todo el mundo esté de acuerdo? Ser tolerantes conlleva ausencia de principios fijos y seguros y correspondencia por parte de las otras partes, de que los que opinan de manera diferente también hagan lo propio pues de lo contrario estaríamos hablando de sumisión. La tolerancia es válida y fácilmente asumible en el primer estadio de exposición de posturas, a las que todo ser humano tiene derecho por ser libre pero no lo es cuando se obligan a aceptarlas.

La tolerancia ha de situarse siempre desde la libertad pero también desde el conocimiento. La persona que no tiene principios, no tiene nada que defender, la persona que no sabe dónde va, que no sabe cuál es el norte camina ante la indiferencia. Hay pensamientos y hechos respecto de los cuales se puede ser tolerante, pero de otros no. La persona que tolera todo es porque relativiza todo y en esa marea de conceptos y en esa ausencia de criterios propios encuentra lo que no va buscando, la sumisión y el caos. Aún en el supuesto de que todos fuéramos tolerantes con todos como queriendo llegar a un estado de complacencia general, esa teoría sería imposible en la práctica pues dos tolerancias entrarían en conflicto necesariamente. Solo se puede ser completamente tolerante con lo que es perfecto.

“Justamente “el depende” es la causa del caos del relativismo. El relativismo moral se muestra a priori como una superación postmoderna del análisis ético de las cosas. Pero un análisis lógico que nos ponga al frente de sus contradicciones, como admitir un enunciado y su antítesis como verdaderos, pone en evidencia que es un camino directo al caos, muchas veces practicado por quienes no tienen ninguna ideología y por lo tanto no pueden defenderlas.

La tolerancia absoluta es la raíz básica del pluralismo, y así, llevados del deseo de tolerarlo todo para evitar la intolerancia, se llega a relativizarlo todo. Pero el relativismo es un comportamiento autodestructivo: si todo vale, nada vale. Es una doctrina que se pretende moderna y que dice que “todos los valores son iguales”, y que por tanto deben de ser igualmente respetados; es autodestructivo, porque entonces no se puede criticar nada, todo es bueno si es factible” Benedicto XVI.

Dicho de otra manera se hace lo que físicamente se puede hacer quedando suspendido el análisis de si se debe o no se debe hacer.

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