Toque de agonía.
Los trabajos periodísticos de Julián Alonso, con la ciudad al fondo y la ciudad de fondo, que se fueron publicando a lo largo de la década de los cincuenta, tienen una sutil evolución y una significativa inflexión. Evolución que se colmata de sentido hacia 1955, aniversario de la fundación de la ciudad, y que se quiebra posteriormente en el final de la década, tras los señuelos del Plan de Estabilización y con el incipiente ‘desarrollismo‘ inducido desde la plataforma operativa de los Planes de Desarrollo Económico y Social.
Los primeros trabajos periodísticos de Alonso, navegan pues entre el tipismo castizo[1] y el sentimentalismo patriótico[2]. Son notas estáticas y reflexiones almidonadas, que tratan de fijar lo que se va, lo que se está yendo y se pierde de manera insensible en ese horizonte temprano de una industrialización modulada por la Política ya señalada. En este primer cometido de dar cuenta de lo que se desvanece, Alonso participaba de los mismos desvelos que mueven a un hombre mayor que él –y con el cual va a coincidir en varios frentes– como era Emilio Bernabéu.
La ciudad, algunos aspectos de la ciudad, habían nutrido las notas sueltas que en estos años editaban, tanto Alonso como Emilio Bernabéu, en medios escritos locales. Aspectos históricos, rincones costumbristas, personajes perdidos, oficios sin paraíso, paisajes del alma o portadas viejas, componen parte de los jalones de este recorrido sentimental de los ‘dos cronistas sin título’, como los denominó Paco García Pavón en un memorable artículo de 1954[3].
La mirada y la pluma de Alonso, evolucionan y fijan su atención de manera progresiva en la ciudad, aparcando suavemente ese tipismo estático y ese casticismo tornasolado, que el progreso rompe y rasga. Aunque la conclusión final fuera similar: desaparecen, no sólo, ciertas tradiciones y personajes, sino también los oficios, los viejos comercios antañones, las calles de piedra y las plazuelas con las fuentes de aguas potables que las albergaban; como si su destino final fuera, justamente, ese fatal desaparecer y ese letal extinguirse.
Pese a ello, pese a la vocación urbana de muchos de sus trabajos –‘Viajes por el Pilar’, ‘Callejeros Florales’ o ‘Visiones de la Catedral’–, no hay en Alonso una teoría de la ciudad articulada y cerrada, ni siquiera un texto programático como algunos de los producidos por otros colegas de la pluma[4]. Hay, eso sí, un relato pormenorizado de Plazas y calles, de Plazuelas y rincones, de memorias y recuerdos que componen una peculiar y provinciana ‘Recherche du temps perdu’. Junto a esa divulgación del pasado y junto a esa divagación por el pasado –que comparte con Emilio Bernabéu– hay en Alonso una extrema incapacidad – ¿o tal vez un extremo rechazo?– para entender el proceso de transformación en marcha.
[1] J. Alonso. La vieja de la procesión, Lanza, 15 agosto 1950.
[2] Ídem. La pandorga en la calle, Lanza, 29 julio 1954.
[3] F. García Pavón. Dos cronistas sin título, Lanza, 17 agosto 1954.
[4] A. Ballester. Nuestra vieja ciudad, Boletín de Información Municipal, nº 19, 1965
- Gutiérrez Ortega. Planificación de ciudades, Boletín de Información Municipal, nº 22, 1966
Periferia sentimental
José Rivero
Esta mañana, escuchando la radio, han mencionado esta web donde podemos ver los resultados de la megalómana política urbanística de Aznar, que ha tenido su réplica, como no podía ser menos, en la provincia de Ciudad Real y en la archiconocida Rosa Rotondas. De aquellos polvos, estos lodos…y me quedo con el comentario de uno de los creadores ¿Quién sabe si dentro de 2.000 años esto no será como las calzadas romanas? ¿Quién sabe?
Es una web sin comentarios, porque lo que quiere es que el propio usuario saque sus conclusiones. Lo cual me preocupa, porque no sé cuántos sacarán las suyas propias.
Ahí la dejo:
http://www.nacionrotonda.com/search/label/Ciudad%20Real