Dándose la mano los supuestos que movilizan los incentivos económicos con los creativos, en una extraño hermanamiento de cuerpo y alma; que alguien ha advertido, inopinadamente, al llamar su crónica periodística como ‘Amalgama cultural para el año del Quijote’. Cuando ya sabemos que el DRAE fija por ‘amalgamar’, el acto de “unir o mezclar cosas de naturaleza contraria o distinta”. Pues eso, una celebración amalgamada. Y cosas distintas.
Bien cierto es por otra parte, que el mecenazgo, el patrocinio y la promoción pública, son aspectos fundamentales y necesarios para hacer fluir los recursos materiales que demanda la creación y la promoción cultural institucional; pero no por ello puede afirmarse con solemnidad rampante, que ‘donde hay dinero hay cultura’, como si fueran una el humo y otro el fuego, o su inversa. Esas son, igualmente, algunas de las ideas desprendidas en el reciente debate ‘La cultura como motor de desarrollo’, que versa con lo vertido por nuestros protagonistas Cospedal, Morales y Romero, en distintos momentos inaugurales del Año Quijote, cual si fuera una suerte de Año Santo Jacobeo, que no otorga bulas, sino que las genera, y por lo visto, las concede. O dicho en las palabras extractadas del titular del diario ‘El País’ del pasado 23: “Un coloquio aborda el valor económico de las artes”, y de las Letras, podríamos añadir nosotros, para verificar el redondeo contable. Pero ¿no habíamos quedado en que tanto Artes como Letras, muy a pesar de algunos gestores, eran pura y llanamente Valores Incontables o Intangibles? Valores de difícil monetarización y, por ende, de difícil conjetura económica. ¿Vale algo, si es que pudiera expresarse así en datos contables, los escritos de Cervantes, las piedras del Partenón o de la Mezquita, alguna partitura sorda de Mozart y los dibujos de Durero? Y ¿Quién puede pagarlos?, de existir esa masa monetaria suficiente.
Coloquio celebrado el día 22 de enero, organizado curiosamente por la Fundación Botín y el citado diario madrileño, y en donde el Secretario de Estado de Cultura, José María Lasalle, reconocía, triste y cabizbajo, “el conservadurismo de Hacienda y del Ministro Montoro a la hora de tomar decisiones que aflojen el lazo de un mundo muy castigado”. Y es que, pese a todo, muchas veces los recursos materiales aparecerán como condición necesaria, pero no suficiente; y en otras no aparecerán, por mucha iniciativa privada que se convoque y reclame. Y no siempre será verdad la relación de tener y ser en el mundo cultural. Aunque ante el impasible peso de ciertas realidades socioeconómicas la cultura cuente menos, o cuenta de otra manera tangible, pese a ser un intangible. Y, por ello, por salir de la vía muerta, el editor Julián Rodríguez propusiera en ese foro, “proyectos culturales de guerrilla”; que sin explicar su contenido, si que se dejó ver a final del deabte, de forma consensuada por los participantes, que “da igual lo que se proponga a una sociedad enseñada a buscar la satisfacción inmediata de lo espectacular. Estamos en crisis, se dijo, así que la cultura y el arte tienen mucho que contar sobre lo que está pasando”. Pero ¿cómo se cuenta la crisis? Y ¿cómo se escribe desde la constatación de la crisis misma de la propia escritura?
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Valoración turística y contabilidad industrial, que no cultural repito; que no deja de alentar su sentido económico y su dimensión espectacular del nuevo turismo de masas; haciendo buenas estas concepciones, tanto a las teorías marxistas de las ‘Superestructuras como ideología productiva’, como a las ideas de denuncia de la banalidad contemporánea de Guy Debord y los Situacionistas, sobre la vigente y muy estilizada, ‘Sociedad del espectáculo’ Toda vez que, de todos es sabido que el turismo en España es, desde hace años, la primera industria en el ranquin económico y pese tres veces más que la Cultura en la contabilidad del Producto Interior Bruto. Y toda vez, que cada vez más, sólo cuenta y vale la concepción Espectacular y Recreativa de la Cultura y menos su variante Reflexiva. Y por ello se entiende, igualmente, que la presidenta de Castilla-La Mancha ponga en valor, aspectos más económicos que culturales; más turísticos que académicos.
Así viene a citarse, que la vigente Ley de Presupuestos Generales del Estado otorgará la consideración de “acontecimiento de excepcional interés público” a la conmemoración del IV Centenario, por lo cual “gozará de los máximos beneficios fiscales previstos en la Ley de Mecenazgo”. Incluso aventurar que “Comenzamos este 2015 en un momento económico y cultural decisivo”. ¿’Momento cultural decisivo’? ¿Cómo, dónde, cuándo y por qué? ¿Beneficios fiscales?, ¿bajando el IVA cultural, tal vez?
Pero las claves que desvelan más ese sentimiento político-fiscal y turístico, se despliegan como una tela de araña iluminada por el sol caedizo y muy dorado, al señalar la materialidad del razonamiento mismo: “hemos superado, sin duda, momentos muy difíciles, pero los más duros están empezando a pasar”; toda vez que “comienza una época nueva de lo que hemos conseguido hasta aquí y esos primeros síntomas tienen que servir para dar el realce que se merece a una efeméride literaria de unas dimensiones especialmente importantes”. Todo ello, producido además en un inequívoco horizonte electoral.
Y de aquí el carácter propagandístico de sus reflexiones cuasi-literarias. Donde la exhortación de ‘volver a leer el Quijote’, vertida en Ciudad Real el día 22 pasado, marcaba el meridano celebrativo; así que “el fomento de la lectura tiene que ser otra de las motivaciones de este año; una causa fundamental para que todos volvamos a leer El Quijote”. ‘Relectura’ de ‘El Quijote’, que a juicio de muchos lectores, es un oxímoron considerable, no porque para releer algo haya que haberlo leído antes (cosa harto dudosa en buena parte de la población regional); sino por la afirmación sostenida por una autoridad como Italo Calvino en su texto ‘Por qué leer los clásicos’, que afirmaba que a un clásico no se le relee nunca, toda vez que cada lectura que se produzca es, en rigor verdadero, una nueva lectura. Los clásicos son, para Calvino, aquellos libros que nunca terminan de decir lo que tienen que decir, textos que “cuanto más cree uno conocerlos de oídas, tanto más nuevos, inesperados, inéditos resultan al leerlos de verdad”. Es decir con un texto clásico, Y ‘El Quijote’ es uno de ello, no hay nunca, no puede haberlo, segundas o terceras lecturas; todas serán lecturas inaugurales. Y ese sentido, lo capta días después el Director General de Cultura, Javier Morales, casi rectificando lo dicho ya, al advertir: “Es tan rico El Quijote y tan rico el universo de Cervantes que podemos seguir descubriéndolos con múltiples facetas. Buena parte de la programación que hemos elaborado trabaja en esa línea, reconocer esos elementos aún sin descubrir. En la programación proponemos descubrir el Quijote aún desconocido, porque queda mucho camino por recorrer en este sentido”.
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Periferia sentimental
José Rivero