El señor M. R. James es uno de los grandes olvidados de la literatura de terror. Tal vez por eso, los robustos chavalotes de la Editorial Valdemar, en su resultona Colección Gótica, cogieron hace tiempo y recopilaron la totalidad de sus cuentos de fantasmas en este sólido volumen de presentación impecable, contenido fastuoso y precio, eso sí, un tanto elevado. Pero los señores de Valdemar cuidan a su lector: sus libros son para los enamorados de las letras, no para los que conciben el acto de la lectura como un mero pretexto para ir pasando páginas sin pensar demasiado (eso no es literatura, es un sucedáneo). Y este excelente volumen no es una excepción en la política editorial de Valdemar. Cuentos sobre aparecidos, seres invocados por medios un poquitín siniestros, voces oídas en la noche y que en poco o en nada parecen provenir de un ser humano o siquiera de animal conocido alguno. Son más de treinta cuentos que abarcan ─según el prefacio suscrito por el propio M. R. James─ la totalidad de su narrativa breve acerca de los seres ultramundanos que ─los muy pillines─ vienen a quitarnos el sueño. Y nosotros los recibimos con los brazos abiertos ─claro está─ siempre y cuando esos monstruos se queden en las olorosas y suaves páginas de un tomo de esos que los esnobs buscan para que haga juego con la alfombra del salón, pero que también sirve, por ejemplo, para conocer la historia espeluznante de un hombre perseguido por un sueño que puede no ser tal; otra historia acerca de un viajero que se aposenta al lado de una habitación inexistente en la que, 
sin embargo, parece vivir alguien (o “algo”, como dirían los guionistas de las película de terror de bajo presupuesto); otra más sobre el poder evocador de una mata de pelo arrancada al cadáver de un impío señorito, y el efecto que este poder ejerce sobre el cortinaje recién comprado por una familia bien británica que ni sospecha lo que se le viene encima. Los cuentos se desarrollan generalmente en una atmósfera de sofisticada erudición. La técnica usada en muchos de ellos por el señor M.R. James bien podría calificarse de “centrípeta”: los personajes dan vueltas ─en ocasiones, de modo literal─ alrededor del núcleo mismo de sus miedos, del ser que los aguarda escondido durante siglos en los restos de una sepultura a la que la víctima se acerca noche sí y noche también porque la curiosidad, ya saben, mató al gato. El horror suele aparecer al final, avisado ya el lector de que algo muy malo está a punto de pasar. El lector lo sabe desde la primera página, y esa es la esencia de estos cuentos: desentrañar de qué manera se materializará la amenaza que tanto tememos y que nos hace despertarnos a solas en la oscuridad de nuestra habitación para preguntarnos qué era aquello que envenenaba nuestro mundo onírico: ni más ni menos que el aliento del Diablo a nuestras espaldas… y muy cerca.
Emilio Morote Esquivel
Palabras marginales
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Yo también soy un fanático lector de M R James. Su obra maestra, a mi juicio, es El señor Humphrey y su herencia, aunque los hay que están muy cerca, este es realmente ponzoñoso.