Hay numerosos detalles en la ciudad que acaban definiendo espacios, rincones, lugares con su singularidad especial. Son pequeñas cosas que cualifican un lugar, una calle, una plaza o un edificio. Cosas que en ocasiones pasan desapercibidas y que tal vez por ello, por su capacidad de integrarse en el conjunto, humildemente, son importantes.
El edificio del Colegio de María Inmaculada se construyó al haberse incendiado el que tenían anteriormente en 1942 según proyecto de Carlos Sidro de la Puerta para albergar a la comunidad de Hijas de María, el “Colegio de Sirvientas”, el “Internado de Huérfanas de Guerra” y el “Pensionado de Señoritas” manteniendo del antiguo únicamente la capilla. Un edificio austero que vuelve con fachada a la plaza delante del antiguo Convento de la Merced. Carlos Sidro de la Puerta fue arquitecto de la Dirección General de Correos y telecomunicaciones autor del concurso de la fuente homenaje a Villanueva con Diego Reina, Aníbal Álvarez y Pérez Comendador en 1942 y del concurso para finalizar la Almudena con Chueca en 1944. Desarrolló en Ciudad Real dos proyectos religiosos importantes, el del Colegio de María Inmaculada y el Seminario Diocesano.
En este caso quiero destacar un detalle del edificio que, al menos para mí, ha pasado desapercibido hasta fechas recientes. En su parte final frente al Museo de la Merced el edificio tiene un comedor y en el encuentro con el edificio situado a continuación un Centro de Transformación. Una estructura que por normativa de las compañías eléctricas se introduce en los edificios ocupando parte de los mismos. Aquí se ha optado por el camuflaje que hace que el Centro de Transformación pase desapercibido.
En un edificio con una cierta singularidad como este se ha optado por repetir las formas y colores de la fachada de ladrillo enfoscada y pintada en colores ocres ahora con formas de chapa que imitan las de la fábrica de ladrillo. Perfiles metálicos, chapa plegada y el marco de la ventana simulan los huecos que existen en el edificio en su planta baja. El resultado es el camuflaje que hace que el objeto pase inadvertido si no fuera por el pequeño rótulo de la compañía eléctrica que anuncia la ubicación de su instalación en el interior. La ventana se convierte en puerta que se abre y deja acceso al interior del conjunto y a través de su cierre de malla puede verse el espacio que queda detrás del mimo.
Una forma peculiar de tratar un edificio patrimonial simulando formas, colores y eliminando así el impacto de un elemento que podría alterar la imagen del conjunto construido. Una solución teóricamente discutible, pero, en este caso con resultados aceptables por cuanto que consigue el efecto deseado, ocultar un elemento extraño y que distorsionaría la imagen general del edificio.
Espacios
Diego Peris Sánchez
La singular reflexión que hace Diego Peris respecto a la actuación de «camuflaje» de este elemento ineludible como infraestructura precisa me hace ahondar en dos casos opuestos.
Merece la pena observar el modo en que ha sido incorporado a la decoración el transformador del complejo de ocio «las vías» en la capital. Esta situado en el interior de la terraza del local «Cantina Mariachi» y es un alarde de buen gusto.
Por contra, es catastrófico el resultado de la urbanización del PERI de Renfe que ha supuesto que junto a la fachada de entrada al Conservatorio Marcos Redondo se eleve junto a la esquina noroeste de la manzana un similar transformador.
No entiendo mucho de arquitectura pero sí creo en nuestros intelectuales, y Peris lo es. Un señor, con larga trayectoria de sensatez. Debería seguir aportando sus opiniones sobre arquitectura y patrimonio. Los no duchos oímos bien estas cuestiones…