Fermín Gassol Peco. Director de Cáritas Diocesana Ciudad Real.- “La moda, los viajes, la gastronomía, la belleza, los regalos; todo lo que usted necesita para celebrar la Navidad”. Uno de los muchos reclamos publicitarios que encontramos de manera profusa, me atrevería a decir hasta ofensiva por los precios, en los extras que revistas y diarios ofrecen como propuestas a la celebración del “Nacimiento de Jesús en un pesebre, porque no hubo para ellos lugar en la posada”.
Observando la rica proposición publicitaria, (que se antoja paradójicamente tan pobre para llenar de contenido el mensaje originario de esta Fiesta), da la sensación de que una vez más seguimos empeñados en buscar nuestro primigenio origen yendo en sentido contrario, intentando sin éxito, ya lo vemos a diario, satisfacer el porqué de nuestra existencia a base de atesorar cosas y más cosas.
Ante lo que parece una evidente incongruencia entre el sentido de ese origen y la percepción de su mensaje, cabría preguntarnos ¿Qué celebramos nosotros en estos días? ¿Son estos reclamos, o es el anhelo porque se haga realidad la venida de Dios para dar un sentido nuevo a nuestra vida lo que nos hace desear la llegada de la Navidad? La pregunta radical puede ser esta: ¿Acertamos con todas estas celebraciones a encontrar y ofrecer a los demás el verdadero regalo que la Navidad nos ofrece?
Plasmar lo que para un cristiano es la Navidad, en medio de tanto oropel vacío y contrario a su verdadero significado, es una misión que algunos verán como algo anacrónico y otros hasta especialmente molesto; sería la consecuencia de haber sucumbido a los “convulsivos encantos consumistas” que alteran y vacían la hermosura y sencillez del mensaje navideño identificándolo de manera exclusiva como la ocasión para darse un gustazo. Regalos y más regalos, consumo y más consumo…la celebración del Nacimiento de Jesús como sonrojante excusa para compartir excesos… y como fondo de este despropósito, la absurda y barriguda figura de papá Noel.
Dicho lo que no es la Navidad, seguir escribiendo de una manera veraz sobre su significado es cuestión a la vez sencilla y difícil. Sencilla porque para las personas que intentamos vivir la Fe, el misterio de Belén es “una imagen tan admirable, frágil y pequeña” que sólo cabe su contemplación. Difícil, porque este Acontecimiento que se muestra tan humilde, resulta paradójicamente inabarcable para la mente y el corazón del hombre. Al fin se trata de un hecho que contiene el regalo más importante y trascendente que ha recibido y recibirá nunca la humanidad: El gran regalo de la Vida.
La vida como la gran Donación que nos ha sido entregada y que conmemoramos en estas fechas celebrando el nacimiento de Quien es la vida misma. Jesús se nos ofrece como Presente para ser compartido entre todos y en especial entre los que menos tienen, entre los descartados por una sociedad que hoy sigue empeñada en adorar al “becerro del dinero” y en la que Jesús continúa siendo el gran descartado. Absurda y equivocada manera de conmemorar una fiesta no invitando a su celebración a quien es único protagonista.
Ojalá todos nos hiciéramos por estas fechas los genuinos y nobles regalos que la Vida nos trae: la Esperanza, la Bondad, la Humildad y la Paz. Son los presentes que nos sigue ofreciendo todos los días del año un Niño recién nacido…que hoy permanece acurrucado, descartado en el pesebre de una cuadra…porque seguimos sin hacerle con un lugar en nuestras “posadas”.
La Navidad, el Nacimiento de Jesús, acaecido después de permanecer nueve meses en el vientre de María, su primer hogar entre nosotros, es ante todo y sobre todo la manifestación de que toda vida ya engendrada es una dádiva, un pequeño a la vez que enorme obsequio, una afirmación, un sí rotundo y universal a lo único que a todos nos hace iguales de manera radical: LA VIDA. ¡Feliz Navidad!