“Esta democracia podrida la trajo aquella generación de jóvenes que luchó contra la dictadura franquista desafiando cárceles y torturas. Libertad sin ira, cantábamos entonces. ¿Adónde fue a parar tanta gloria? No nos hubiera venido mal un poco de ira en lugar de aquel pasteleo que ha conducido a esta mierda”. Manuel Vicent.
A modo de despedida y cierre. Llegados a término, tras el dilatado periplo por este serial medio centenario, los improbables lectores de MiCiudadReal que hayan aguantado el viaje de año y medio largo de duración, se preguntarán por las razones que me hayan movido a tanta palabra sobre la ciudad. ¿Merece la pena tal esfuerzo interpretativo y divulgativo?, ¿merece la pena el esfuerzo por ‘pensar la ciudad’ de nuevo? Máxime cuando –como señalaban los arquitectos responsables de la reforma del Rijks Museum de Amsterdam, Cruz y Ortiz y Medallas de Oro de la Arquitectura en 2014 – “las batallas sobre la ciudad estan perdidas”. Y si fuera cierto ¿qué hacer?
Una pérdida sensible y sintomática, sobre la ciudad histórica en la que coinciden múltiples miradas, una pérdida señalada que desvela la crudeza de los tiempos nuevos, irisados, poscapitalistas, ultraliberales y tecnológicos, provistos de otras forma de ‘Ordenación espacial’ que ya no llamaremos ‘Ordenación Urbana’, sino ‘Terrain vague’ (periferia urbanizada difusa) por una parte, y ‘Ciudad temática’ (centro histórico reconstruido y banalizado) por otra. Y que lleva, curiosamente y por el camino inverso, a reconocer más la ciudad como quería San Isidro de Sevilla como ‘Los ciudadanos que la habitan’, antes que como la estructura fisica reconocible y heredera de la urbs y de la civitas. Por ello la multiplicidad de voces advertidas: ‘ciudad finita’, ‘ciudad real’, ‘ciudad específica’, ‘ciudad idiomórfica’, ‘ciudad idiosincrática’, ‘ciudad genérica’ y ‘Plugg-in-city’.
Donde sólo nos queda reivindicar pues, más el pasado que el presente o el futuro. Es esa la clave interpretativa de Rem Koolhaas, cuando advierte que: “Redefinido, el urbanismo será no solamente, o mayoritariamente, una profesión, sino una forma de pensar, una ideología: aceptar lo que existe”[1]. Una suerte de mutismo tácito y melancólico del presente.
Bien cierto es, como sabran los que me conozcan y sigan, que parte de mis preocupaciones estan centradas en el universo de lo arquitectónico y lo urbano. Universo que cada vez camina más por sendas de ‘existencia improbable’. Un poco a la manera que confesaba Aldo Rossi, al advertirnos en su ‘Autobiografía científica’, “Sabía que (la arquitectura) era el resultado de una lucha entre el tiempo y una forma que iba a ser, finalmente, destruida en el combate”. La arquitectura como esencia de destrucción. De igual forma que el reciente comisario de la Biennale de Venecia, Rem Koolhaas, nos señalaba años atrás, sobre algo parecido: “En el siglo XX la arquitectura ha desaparecido, llevamos tiempo examinando con lupa algo que es sólo una nota a pie de página”[2].
Por lo que no es díficil inferir la textura y la urdimbre del texto ya agotado en sus entregas. Texto que tiene unos orígenes visibles, desde una primera anotación parcialmente inédita del año 2002, denominado ‘Las piedras de la memoria’, en un libro no aparecido y redactado como reconocimiento al que fuera cronista de la ciudad, Julián Alonso Rodríguez, quien pugnó contra la marcha de los tiempos veloces que iban transformando la ciudad de los años cincuenta; como contó por otra parte el cronista compañero de Alonso, Emilio Bernabeu en su serial ‘Un Rey en Ciudad Real’. Texto en el que, con el pretexto de la visita del Rey Fundador Alfonso X, hacia 1952, necesitaba de esa suerte de lazarillo o de cicerone, que era el propio Bernabéu, para entender todo lo que el tiempo había alterado de los designios fundacionales; todo lo que el tiempo diluye y aún asola y desbarata. Texto el citado de ‘Las piedras de la memoria’ de próxima publicación en estas páginas, como continuación de este serial hoy concluido y clausurado.
Por ello, en ‘Las piedras de la memoria’, ya se daban cuenta del proceso abierto hacia finales de los años 50, por una ‘obsesión modernizadora’ sobre la ciudad y sus partes. ‘Obsesión modernizadora’, sostenida por las autoridades de la dictadura, y resuelta con un saldo bien visible de destrucciones y alteraciones del legado patrimonial y edilicio. Sentándose en estos años que cruza y firma el Plan de Estabilización de 1959, las llamadas, ‘bases del desarrollismo autarquíco’. Desarrollismo que, entre otros efectos, supuso las Bodas de Plata (aunque de Oro para los más avispados) del Poder Político Autárquico, con el Poder Económio-Inmobiliario en todas sus manifestaciones y facetas. Basta para ello revisar la hemeroteca en el entorno de 1964, fecha de convocatoria de los llamados XXV Años de Paz y del despegue en cierta normalización promovida por la invasión del nuevo paradigma social llamado ‘turismo de masas del exterior’, que demandan leyes de excepción como la Ley de Centros y Zonas de Interés Turístico Nacional de 1963. Igualmente, que esa visión de la Nueva Realidad, la cierra el bucle de ordenación espacial con las normas cruciales del año siguiente: el Decreto 1/1964. Sobre Ordenación rural, y el no menos significativo Decreto 153/1964. Localización de polos de promoción, polos de desarrollo y polígonos de descongestión.
Más tarde, hacia 2005, terminaba de dar rienda suelta a una crítica razonada sobre las aportaciones de ‘Los orígenes fundacionales de Villa Real’. Aportaciones caracterizadas por una fuerte idealización de los momentos estelares de la fundación civil y urbana de la Nueva e Bonna Villa, sobre el terrizo plúmbeo del Pozuelo Seco de Don Gil. Donde la mano sabia del no menos Sabio Rey Alfonso había abierto ‘senderos inciertos’ o ‘vías de incertidumbre’ con su trazada dubitativa.
Pese a ello, los exégetas – desde el Padre Jara a Jorge Sánchez Lillo – han querido apreciar en ese cerco garabateado sobre las pistas secas del suelo, un ‘Mundo Ideal’. De ello, de esas dudas e insatisfacciones, fue la colaboración en el número de 12 de la revista Formas, dedicado al ‘750 aniversario de Ciudad Real’ y aparecido como ‘De Ciudad Real: Topos y Logos’[3]. Texto que como se deduce suponía, la primera aproximación a esas perplejidades que se debatían entre el Mundo Ideal de ciertos propósitos y su caracterización Real y acabada. Texto que ya era el germen de lo que ha desfilado por estas páginas, una vez puesta en marcha la pertinente reescritura como idealización. Aunque la mejor idealización de este Logos perdido, tal vez fuera el relato de Carlos San Martín, ganador del concurso de 1955 sobre el VII Centenario. En él[4] San Martín opta por la vía de interrogar al pasado: ¿qué habría sido, si todo hubiera transcurrido en Alárcos? Veríamos una ciudad otra: “La magnificencia de los edificios, la amplitud de las plazas y jardines, los lujosos comercios que veía a mi alrededor, eran elocuentes signos de una próspera y populosa urbe. Un gran río cruzaba por mitad la población y colosales puentes de piedra unían ambas orillas”.
La ciudad era, sin duda, Alárcos, que era a su vez la capital de una provincia llamada Calatrava y contaba con un monumento a Alfonso VIII, vencedor en la batalla del mismo nombre. “Nadie sabía de la existencia de Ciudad Real. Subsistía eso sí, el arrabal del Pozuelo de Don Gil, cuya anexión se disputaban tanto Alárcos como Miguelturra”. Ahora sí, del Topos actual, al Logos que pudo ser y no fue.
[1] KOOLHAAS R. ¿Qué fue del urbanismo? Revista de Occidente. La ciudad hacia el año 2000. nº 185, octubre 1996. Páginas 8-9.
[2] Ibídem.
[3] RIVERO J. ‘De Ciudad Real: Topos y Logos’, Formas nº 12, 4º trimestre 2005. Páginas 2-8.
[4] SAN MARTÍN C. Mª, Villa Real, clave y destino, Lanza, 25 mayo 1955.
Periferia sentimental
José Rivero
¡Qué bárbaro! Una serie de LI capítulos. ¡Enhorabuena!
Vaya por delante que no soy del gremio de arquitectos ni nada parecido. Y que sólo he leído alguno suelto de los LI.
A mí, el topos actual de Ciudad Real me parece un conjunto de pegotes construidos de mala manera. Tampoco le veo mucho sentido a interrogarme sobre un inexistente pasado de logos perdidos donde pudo existir una Alarcos-Babilonia de caerte la baba.
Ciudad Real es fea. Conozco pocos barrios que permitan identificar un pasado que podría haberse conservado o desarrollado de forma más interesante que la actual pero no se hizo y ya está. En cualquier caso, si se trata de pensar en un nuevo logos ciudadano, que empiecen los especialistas, que luego, en lo de opinar, seguiríamos los residentes. Casi me temo que ahí se acaba todo, porque en lo de decidir intervienen los dos elementos más incontrolables: el dinero y los políticos. Las transformaciones suelen costar mucha pasta, no caen del cielo, ese cielo desde el que a vuelo e pájaro los políticos nos largan siempre la insustancial y estúpida perorata de que van a transformar la ciudad.
Ojalá me equivoque algún día.
La otra cuestión H. es que los políticos solo hablan del Logos, del mundo ideal en el que nos movemos. Frente al resto de ciudadanos que solo sufren y soportan la pesadez del Topos. De ahí la cita previa de Manuel Vicent en esta última entrega. Saludos y gracias.
Nuevamente mi enhorabuena don José, y más aún por el homenaje póstumo que has rendido al artista Enrique Pérez-Serrano al mostrar la maqueta de la ciudad que tuve el honor de encargarle. Un saludo