Eusebio Gª del Castillo Jerez.– Han sido trece intensos días bajo un sol de justicia en los que 19 alumnos y dos profesores de la Facultad de Letras de la Universidad de Castilla-La Mancha han escudriñando cada palmo de terreno en una zona a los pies del cerro de Alarcos, en las proximidades del puente viejo sobre el Guadiana. Hoy finaliza la campaña arqueológica en la necrópolis de este yacimiento en la que se han descubierto ocho tumbas y desenterrado, principalmente, armas y objetos de cerámica como parte de los ajuares funerarios.
Charo García Huerta, codirectora de la excavación, explicaba, en la zona donde se han llevado a cabo los trabajos arqueológicos, que, en 1997, se iniciaron las excavaciones en el cerro, en el poblado ibérico -denominado oppidum-, que se extiende sobre cerca de 30 hectáreas, y que uno de los objetivos era encontrar la necrópolis.
Las necrópolis ibéricas se sitúan en las zonas llanas, al pie del poblado y, generalmente, existe una relación visual entre el asentamiento y el cementerio, «pero lo cierto es que por más que se prospectaba no se había encontrado», comentaba esta profesora. «Cuando se construyó el centro de interpretación del yacimiento de Alarcos se hallaron seis tumbas antiguas a las afueras del poblado, pero nada más». Sin embargo, una ciudad que ha estado habitada durante seiscientos años podía tener varias necrópolis. «Los poblados, que se ubican en altura, son más fáciles de localizar».
García Huerta señalaba que, el año pasado, cuando se hizo el colector de aguas de Poblete y Ciudad Real, se encontró la necrópolis. «Estaba cubierta por un sedimento de más de un metro de rellenos del camino, lo que hacía muy difícil el hallazgo. Además está en una situación complicada porque pasa por encima la carretera». La arqueóloga cree que, en dirección al río Guadiana, es posible que hubiera tumbas, «pero no sabemos si las crecidas del río, a lo largo de este tiempo, se han podido llevar parte de ella. Nos parece muy extraño que en la zona excava se hayan encontrado enterramientos de tipo tumular, que son los más importantes y no se suelen situar en las esquinas de las necrópolis».
Este año, la campaña pretendía localizar hacia donde se extendía la necrópolis, si bien en dirección al río, o bien por debajo de la carretera, el peor escenario posible. «Sabíamos que parte habría debajo, pero teníamos esperanzas de que continuara hacia otras zonas donde hubiera más espacio para poder excavar», reconocía Charo García Huerta. Abrieron en dirección al Guadiana y, después de cuatro días sin encontrar nada, concentraron sus esfuerzos junto al terraplén de la carretera. «Hemos tenido que mover mucha tierra para excavar una superficie relativamente pequeña», indicaba la profesora. Finalmente, aparecieron los primeros restos.
La campaña del año pasado se saldó con el descubrimiento de 19 tumbas, a las que hay que añadir las ocho excavadas este verano. Cuatro enterramientos tumulares y otros cuatro de hoyo simple, «los característicos del mundo ibérico en el que los cadáveres son incinerados, excepto algunos niños, que se inhuman y, generalmente, en la propia casa». En esta necrópolis se da la circunstancia de que se han encontrado dos niños entrerrados, «lo cual es bastante poco frecuente». Además, se ha localizado otro túmulo que no podrá ser excavado porque está encajado debajo del terraplén.
Tal y como explicaba Charo García Huerta, los enterramientos tumulares corresponden a los individuos más importantes, aunque, en ocasiones, los de hoyo simple también acogen restos de personas que fueron relevantes, sobre esto dice mucho la urna con el ajuar que se colocaba junto al muerto. «El año pasado encontramos en un enterramiento de hoyo simple un escudo y un soliferro, es decir, las armas típicas de los guerreros ibéricos», subrayaba. Es decir, el tipo de enterramiento, la cubierta, ofrece pistas sobre la importancia del individuo, pero también son reveladores los ajuares.
Por otro lado, la arqueóloga añadía que esta campaña, a costa de esos cuatro días en los que no se ha podido sacar nada, ha servido para determinar por qué zona no continúa la necrópolis, lo que será de gran ayuda para las futuras excavaciones.
En cuanto a las dimensiones de la necrópolis, García Huerta comentaba que son muy difíciles de calcular. «Nunca tenemos la certeza de hayamos excavando toda la necrópolis, y su ubicación en zonas bajas condiciona y hace más compleja la labor». Y añadía que, «aunque ahora mismo, en dirección al Guadiana, no haya restos, puede que tiempo atrás sí los hubiera y que el río, en crecidas puntuales, se los llevara por delante». No obstante, opinaba que lo que se va a encontrar no será demasiado grande, porque el espacio es reducido y la necrópolis se extiende debajo de la carretera y en dirección al cerro. «Podría ser grande pero no lo podremos saber», añadía.
Los objetos que se han encontrado esta campaña han sido, principalmente, cerámicas y objetos metálicos de tipo armamentístico. «Ha aparecido alguna espada, algún regatón o un trocito de fíbula. Por el contrario se han hallado pocos adornos; algunas tabas, muy habituales en las tumbas». Recordaba que en las excavaciones del año pasado se descubrió la tumba de un individuo enterrado con cuatrocientas tabas, «ajuares del ritual funerario, ofrendas que se hacen cuando muere el individuo».
«Cada cultura tiene sus costumbres. Algunas enterraban a sus muertos debajo de las casas, como en la edad del bronce. Igual que en la actualidad separamos el área de los vivos del área de los muertos, pues los íberos igual», relataba la profesora. «Elegían vivir en altura para defenderse y a sus muertos, que los querían controlar, los tenían a la vista, pero lejos y en zonas llanas».
Concluida la campaña, las tumbas se tapan una malla geotextil y se cubren de tierra, quedando los restos de los túmulos y los hoyos simples, sin vestigios, como estaban.
Investigación y formación
El objetivo de estas campañas arqueológicas no es solo el de la investigación, sino que, además, se busca formar a los alumnos de la universidad. García Huerta señalaba que la arqueología es un tipo de ciencia que no se puede aprender solo a base de teoría. Hay que complementar el aprendizaje con el trabajo de campo, «porque es un tipo de investigación que, si no se hace bien, no se puede volver a repetir. En un laboratorio se repite un experimento hasta que sale, mientras que las excavaciones son como las hojas de un libro que se van quemando. Por este motivo es fundamental la formación».
«Los alumnos estudian la parte teórica en las aulas, pero la arqueología es práctica, y si no excaváramos no tendríamos nada que investigar. En la prehistoria no hay fuentes escritas, tan solo las arqueológicas. La parte práctica se adquiere en el campo y luego en el laboratorio. Una vez que acabemos la campaña de excavación, cuando empiece el curso, todo esto que hemos sacado aquí se llevará al laboratorio y allí se trabajará con todas las piezas. Con lo cual – añadía-, los alumnos aprenden a excavar y aprender a diferenciar los materiales, porque hay veces que en la excavación no saben qué es lo que están sacando, sobre todo los más inexpertos».
Para García Huerta, la arqueología es una tarea complicada que requiere una formación práctica que no se adquiere con una campaña, sino con muchas, y en diferentes yacimientos, «porque las metodologías no son iguales en un yacimiento medieval, por ejemplo de un castillo, que en uno del paleolítico», concluía.
No tiene que ver con las excavaciones pero sí con Alarcos.
He leido en una página de facebook llamada «No eres de CR sino…» un comentario en el que se dice que las columnas del portico de Alarcos, con rasgos bizantinos, fueron robadas en la década de los 70… y aun no han aparecido…..
Me gustaría saber si alguien sabe algo de esto y aprovechando el tema saber también donde está el cuadro original de la Virgen cuya copia esta en el techo del arco del carillón en la Pl Mayor.
Gracias.
[…] Eusebio García del Castillo – 29 julio, 2014 – 02:09Un comentario […]
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