‘Los abajo firmantes’ era una fórmula usual, durante un tiempo ya ido y ya vencido, de comenzar los escritos de cualquier índole, que se querían hacer públicos y explícitos al resto de la ciudadanía. Y que se remitían, inequívocamente a la Superioridad correspondiente y a veces sancionadora. Aunque presididos por una honda preocupación sociopolítica, tales textos no dejaban de ser ‘Programas declarativos’ de amplios asuntos: sociales, culturales, económicos y, por supuesto, políticos. Y venían dictados, además, por la falta de empatía existente entre la sociedad civil y sus clases rectoras. Más aún, éstas eran vistas como escasamente representativas del común de los ciudadanos, por lo que se precisaba dar un toque de atención o una llamada de atención para recapacitar.
Ello parecía lógico con la Democracia Orgánica, escasamente representativa y menos participativa aún. Pero que se mantuviera con la Democracia Inorgánica, igualmente, escapaba a toda lógica. Aún con las estructuras políticas derivadas de la Transición, asistimos a muestras de esos ejercicios de ‘Programas declarativos’, sobre el ingreso en la OTAN; sobre alguna medida educativa de amplio calado; sobre la libertad religiosa; sobre el establecimiento de relaciones exteriores con Israel, o sobre las limitaciones que una ley conservadora en trámite, pretendía aplicar al aborto.
Ahora, como prueba de la imparable e insoportable levedad de ‘lo catalán’, asistimos a opiniones promovidas por colectivos antitéticos, o así lo parecen. Colectivos que ya algunos, llaman y denominan como Españolistas y Federalistas, en otro ejercicio de cainismo ibérico.
La cabeza visible del primero de los grupos citados, el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, abre el referente del Manifiesto llamado ‘Libres e Iguales’ (www.libreseiguales.es), hecho público el 15 de julio pasado. Manifiesto que ha sido suscrito por Jon Juaristi, Félix de Azúa, Arcadi Espada, Andrés Trapiello, Albert Boadella, Adolfo Suárez Illana, Nicolás Redondo Terreros o Cayetana Álvarez de Toledo entre otros. Un Manifiesto suscrito pues, por intelectuales y por políticos diversos de segundo nivel, que acusan al Estado de estar “a la defensiva” sin dar respuesta al “desafío soberanista” del Presidente Mas.
El texto federalista, promovido desde otra percepción del problema catalán, ha sido presentado en el Círculo de Bellas Artes el día 17, bajo el enunciado ‘Una España federal en una Europa Federal’. Documento en el que se defiende una reforma federal de la Constitución, al considerar que es el modo ‘natural’ (¿…?) de culminar el Estado Autonómico que se creó en la Transición. Y que llevaría a todos los españoles a ejercer su ‘derecho a codecidir’ sobre cualquier acuerdo que se adopte en esta materia de la unidad territorial del Estado. Entre sus firmantes aparecen el ex diputado Nicolás Sartorius, que ha ejercido como portavoz; el ex ministro de Educación Ángel Gabilondo y los ex presidentes del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) Fernando Vallespín y Belén Barreiro. Se han sumado a la iniciativa Cristina Almeida; Baltasar Garzón; Almudena Grandes, Luis García Montero, José Manuel Caballero Bonald, José Luis Cuerda, Emilio Ontiveros y Carlos Berzosa y los periodistas José Antonio Zarzalejos, Jesús Maraña, Ignacio Escolar y Joaquín Estefanía.
En todo caso, lo que queda claro a la vista de ambas declaraciones, es el ‘exceso de celo nacionalista’ del soberanismo independentista catalán, encarnado en el President de la Generalitat y secundado en el Parlament, que ha hecho caso omiso al respeto constitucional y a la lealtad institucional. De igual forma que queda señalado el autismo del Presidente Rajoy, poseído por una suerte de parálisis facial. Sin olvidar, como señalaba el mismo día 17 el texto del catedrático Javier García Fernández, ‘La independencia catalana’, el papel protagonista del socialismo en esta deriva soberanista. “Aunque pueda sorprender a los propios interesados, fue el PSC el impulsor del decisionismo en Cataluña. En primer lugar, con un proyecto de Estatuto que no respetaba totalmente la Constitución, aunque al menos en esa fase había mecanismos jurídicos para retornar a la constitucionalidad. La explosión decisionista se asentó definitivamente como respuesta a la sentencia del Tribunal Constitucional”.
Y por ello, lo que muestra en segundo lugar, la guerra de Programas yde Manifiestos, con el protagonismo adquirido por opiniones civiles, es la nulidad de las opiniones políticas y su escasa eficacia e influencia. O, también su incapacidad para establecer un marco de debate y discusión. Y por eso volvemos a la vieja fórmula de ‘Los abajo firmantes’.
Periferia sentimental
José Rivero
Me parece muy bien el federalismo y todavía mejor el cantonalismo, pero no más allá, pues iríamos a un casi edénico aldeanismo y la siguiente evolución sería el grutalismo a lo Atapuerca.
Lo bueno que tiene el cantonalismo es que disuelve el nacionalismo como un azucarillo. Si te gobiernan las ciudades y puedes ver en persona al que te gobierna y el que te gobierna tiene que contar contigo y con todos los demás en asamblea, como en Suiza, no hay nación que valga ni otro orgullo patriotero que el de lo que te dejen tener en el bolsillo. En Suiza tienen cuatro idiomas, como nosotros, pero no se consideran por ello franceses, alemanes, italianos o romanches. Y, para ser pacifistas, están armados hasta los dientes, porque sus antepasados fueron los mercenarios de todos los ejércitos de Europa. No tienen otra nación que el individuo y lo que tenga de circunstancia, y ay si se la pretendes quitar. Lo tienen todo tan legislado que hasta te pueden multar por tomarles una foto. Los americanos y los canadienses, otros tacaños, los copiaron, pero a medias, y no les ha ido mal. Qué tendrá esa democracia para que dé tanto dinero. Porque aquí tenemos algo que han querido llamar así y no da nada de nada. Y eso que Suiza no es que destaque por sus recursos naturales y su reloj de cuco.
Muy bueno. Lo suscribo a pies juntillas.
Ángel cambió el ¡Vente a Alemania, Pepe! por el helvético ¡Vente a Suiza Ángel! Todos ellos luteranos y protestantes. Aunque al final todos los caminos lleven a Roma.
Voltaire: «Si ve usted a un banquero suizo saltar por una ventana, salte usted detrás: seguro que hay algo que ganar»