Las aguas agitadas del debate y las múltiples firmas recogidas, movieron al diario Lanza -a través de su director Carlos María San Martín- a editorializar sobre el asunto, como si de una razón de Estado más se tratara. Escrito en el que se dan la mano muy diversas razones, que van desde el valor de la representación política, hasta esas neotradiciones adquiridas por el sólo transcurso del unos años; desde el conocimiento del pasado(¿…?) al desconocimiento del futuro.
“Bueno, más bien que de guerras, debería hablarse de escaramuza nada más, pero siempre hay que buscar un titular llamativo. Ya saben de que se trata. De la polémica surgida en torno a la Plaza del Generalísimo y, muy concretamente, del lugar de erección del nuevo edificio del Ayuntamiento. En principio, ya decíamos que todo apasionamiento en torno a los problemas de la ciudad nos parece bueno y saludable Vencer la, a veces apatía reinante, puede contribuir a mejorar muchas cosas. Lo único malo es que truene de tarde en tarde y , en ocasiones, a destiempo porque en lugar de tormentas que suelen traer granizo, es mucho más beneficiosa una lluvia constante y con menos aparato. Un grupo de ciudarrealeños, una vez derribado el viejo edificio del Ayuntamiento y vista la panorámica que ofrece la Plaza, se ha dedicado a recoger firmas de vecinos pidiendo que el espacio quede abierto y que el nuevo Ayuntaniento, se erija en otro lugar de la ciudad. Ello supone un estimable sector de la opinión. Ahora bien, permítasenos que dudemos de la llamada ley de las mayorías, cuando la hubiere. Primero porque, en el otorgamiento de una firma por la que no se pide una contrapartida económica o de sacrificio personal a cambio, siempre puede haber un poco de esnobismo y hasta de regocijo y juego. Parece que alguien ha firmado más de una vez y que otros lo han hecho en la oficina, en el bar y en casa de un amigo. En segundo lugar tampoco creemos que la “vox populi” sea la “vox Dei”…Ahora bien en asunto tan trascendente para el futuro de Ciudad Real, nosotros queremos situarnos en una postura fría, si se quiere cerebral y no emocional, porque las cosas hay que pensarlas bien, si no, luego, no tienen remedio. Y lo que en principio parece deseable, puede trastocarse, a la vuelta de los años, en pernicioso. Indudablemente, el acuerdo municipal, sólo se puede revocar por otro. Sin embargo cambiar de opinión en el espacio de pocos meses, puede entrañar más que falta de seriedad, una censura más o menos amistosa a quienes tomaron el acuerdo como representantes del pueblo. Es tanto como decir que las cosas no las pensaron o las hicieron precipitadamente…Si de algo debemos culpar al Ayuntamiento es de que frente al espacio que se ve, no se haya colocado una maqueta del proyecto, no de lo que va a ser el nuevo Ayuntamiento, que ese ya lo conocemos, sino del otro encargado a Higueras de lo que tiene que ser toda la Plaza. Porque bruselense o no -lo que hoy es novedad , se convierte en tradición al cabo de los años-, lo importante es la unidad arquitectónica de la Plaza. Bajo un punto de vista artístico -aquí fuera de la Puerta de Toledo y la iglesia de San Pedro no tenemos monumentos estimables-, una Plaza bonita, con sabor y corazón de la ciudad adquiere importancia inconmensurable. No tenemos más remedio que remitirnos a las manifestaciones, no hace mucho tiempo, de autoridad tan fuerte como nuestro paisano Manuel López Villaseñor, laureado pintor de fama internacional y catedrático de Arte”[1].
San Martín trata de sortear demasiados escollos, en una navegación complicada: reconozco el rechazo legítimo a las imágenes bruselenses, pero apoyo aquello que avala la autoridad de López Villaseñor. Más aún en el debate abierto ¿hasta donde llegar? “Algunos piensan que la transformación urbana de lo que hoy es Plaza del Generalísimo sería más rápida, dejando esta abierta. No estamos muy seguros, porque, al quedar el espacio libre, habría que llegar a una reestructuración de todo el centro de la ciudad, con unas inversiones de miles de millones, que no se consiguen en un día…Para que el espacio abierto de la actual Plaza pudiese ser un desahogo luminoso de la ciudad, a nuestro modesto juicio harían falta muchas cosas más: Tirar el otro frontis, el de la farmacia de Calatayud para entendernos, que desembocasen en él las calles de Caballero y Toledo; mejor aún, hacer una Gran Vía desde la Puerta de Toledo y lo mismo hacer con la calle General Aguilera , para que desde la Puerta Toledo se viese el Pilar . El avance ha sido tan vertiginoso, en ese barajar posibilidades abiertas por el espacio abierto, que es preciso moderar los acontecimientos: Y aunque hayamos de tener visión de futuro, éste no puede ser a muy larguísimo plazo, entre otras cosas, porque no intuimos como serán las ciudades de dentro de setenta años”. De tal suerte, que con el acuerdo plenario de marzo de 1972, se cerraban las alternativas entrevistas; que concluían con el condicionado obligatorio de proceder a remodelar toda la Plaza en clave higueriana. Acuerdo éste que arrastraba otro anterior de 1970 y que tenía la virtualidad de invertir todos los razonamientos anteriores: adecuar el Ayuntamiento a la Plaza por adecuar la Plaza al Ayuntamiento.
Pero que tan sólo dos años más tarde se revelaba como delicado y difícil por el nuevo Alcalde, Francisco Bernalte. “En cuanto a la Plaza del Generalísimo y en base a la nueva Casa Consistorial, recordemos que existe un proyecto aprobado en su día para la remodelación. Proyecto que consideramos poco viable en cuanto a su ejecución por lo delicado de la obra a realizar por ser obra de prefabricados y no contar el Ayuntamiento con suficiente poder financiero para llevar a cabo la reordenación de una vez y en corto plazo. La dilatación de la obra por consiguiente, impediría la unidad de composición que debe tener para lograr un conjunto armónico y que merezca el nombre de plaza. Pensamos que ha que ir a realizar la ordenación con un criterio más actual a base de materiales más estables en calidad y duración”[2]. Las dificultades entrevistas por el Alcalde Bernalte, no eran sino un anticipo de lo que se avecinaba, esto es de la escasa efectividad del llamado Plan de Ordenación de la Plaza. Cuya efectividad, durante su vigencia sólo alcanzaría a incluir dos unidades.
[1] San Martín C. ¿La guerra de las firmas? Lanza 5 abril 1972.
[2] Arjona E. Un año de regidor. Trabajamos con ilusión por una ciudad mejor. Lanza, 24 agosto 1974.
Periferia sentimental
José Rivero