Gregorio Sánchez Yébenes. Portavoz del Grupo Municipal de IU en el Ayuntamiento de Valdepeñas.- Es lo que según Rajoy espera la nación y así lo expresó durante la aprobación de la ley de Abdicación el pasado miércoles 11, jornada esta de la que dijo también que: “pesan muchísimo nuestros acuerdos y carecen de trascendencia las discrepancias».
«No estamos aquí hoy para eso, sino para cumplir la voluntad de los españoles, que eso y no otra cosa es la Constitución»… Rubalcaba que no se atrevió a tanto solamente deseo un gran reinado a Felipe de Borbón, prometiéndole lealtad, pero con hondas raíces republicanas, claro. Aznar diría aquello de “déjame que beba tranquilamente”
Consenso Constitucional
Desde el pasado lunes 2 de Junio, fecha del anuncio de la abdicación del Jefe del Estado, Rey de las nacionalidades y regiones que, de momento, llamamos Nación Española en nuestra Constitución (art. 2 y 56) no se oye otra cosa y no hay tertulia que no hable de «consenso constitucional».
Consenso que se nos arroja a los republicanos para reprocharnos «la traición»; consenso para alabar y “dar un poco de jaboncillo”, a los teóricos adversarios políticos de la oposición, reconociéndoles su responsabilidad y «alza» de miras; consenso para invocar la legitimidad del Jefe de Estado que, además, trajo la democracia a este país como si los españoles y españolas de entonces se hubiesen comportado como «candelabros italianos».
Uno, aún no viviendo en persona aquellos años, ha conocido y reconocido a protagonistas directos de aquella época y tiene en la memoria, fechas, hechos, lugares, nombres y siglas de aquellos años mitificados y falseados con la clásica expresión de «modélica», y comprueba que el consenso no fue, ni tal como dicen, ni tanto como creemos: hubo mucho disenso, arribistas de ultimísima hora, incluso quienes intentaron, con tanques, ametralladoras y tricornios, cargarse el Estado más o menos, democrático, aquella tarde de un 23 de Febrero.
Para conocer, con cierto rigor histórico, lo sucedido, hay una extensísima bibliografía: libros, artículos periodísticos, conferencias académicas, documentales, etc., tecleando en Google, por ejemplo: «consenso constitucional 1978» aparecen 424.000 resultados
Pero si hay dos hechos claves, como antecedentes de lo calificado como «modélico» y que tuvieron muchísima trascendencia en el desarrollo posterior, son: la legalización del PCE y la firma de los llamados «Pactos de la Moncloa». Pactos que, a su vez, englobaban dos acuerdos: «acuerdo sobre el programa de saneamiento y reforma de la economía» y «acuerdo sobre el programa de actuación jurídica y política».
La legalización del PCE, fue parte esencial, entonces, de lo que se llamaba reforma democrática, que culminaría con las elecciones de junio de 1977. No contó con el apoyo por supuesto de la derecha, entonces encuadra en el «bunker»: Alianza Popular y los partidos que aún no escondían ni renegaban ser herederos del franquismo, cuyos dirigentes habían sido, en su mayoría ministros con Franco. Tampoco con una parte muy importante de los empresarios, de la jerarquía católica y por supuesto por las cúpulas militares, de hecho la legalización hizo dimitir al ministro de marina Pita da Veiga.
Las negociaciones para la legalización recayeron, fundamentalmente, en José Mario Armero, periodista y amigo de Adolfo Suárez, que trasmitió a Carrillo las «condiciones» que se les imponían para tal fin: abandonar las aspiraciones republicanas y aceptar a Juanito como Rey. Eran lentejas, si quieres las comes y si no las dejas. Y se negociaba con muertos encima de la mesa: el 24 de enero de 1977 un grupo ultraderechista asalta el despacho de unos abogados del PCE que trabajaban para CC.OO y asesinan a cinco personas y dejan cuatro heridos graves.
El entonces Comité Central del PCE, con su secretario general a la cabeza, no tenían en aquella época entre sus prioridades, el cambio de modelo en la Jefatura del Estado, sino la implantación de un régimen democrático y de libertades, que llegaría en cuanto hubiese elecciones libres. Y formar, después, un gobierno de concentración con las fuerzas democráticas. El PCE estaba convencido de ser la fuerza hegemónica de la izquierda. El cambio de modelo llegaría después. Por lo tanto, el aceptar esas condiciones impuestas era coyuntural para Carrillo y no tuvo ningún problema en dar su visto bueno. El 9 de abril de 1977, Viernes Santo, se legalizaba el PCE y el 14 de abril, “simbólicamente”, el Comité Central aceptaba la monarquía.
Otras fuerzas políticas muy activas entonces, sobre todo en el ámbito universitario, no corrieron la misma suerte, y tuvieron que esperar hasta después de las elecciones para su legalización.
El consenso había nacido con muertos del PCE y con una parte de la izquierda en un limbo jurídico.
Con ello, 41 años más tarde, el 15 de junio de 1977, en España se volvían a celebrar unas elecciones democráticas. Constituido el gobierno de UCD sin mayoría absoluta, Adolfo Suárez promovió inmediatamente un gran pacto económico y político, los llamados Pactos de la Moncloa
Ahora, que se alzan voces reivindicando esos pactos como modelo del «consenso», tenemos que recordar que no todas las fuerzas políticas o sindicales los firmaron y apoyaron. Por ejemplo UGT y una parte importante de CCOO fueron muy críticos con su firma y posterior desarrollo en la parte económica y social. Al PSOE se le acuso de tener una actitud negativa ante los citados Pactos y Alianza Popular con Manuel Fraga a la cabeza, y origen del actual PP, no firmaron el Acuerdo político y jurídico. Curioso el consenso, cuando menos, ¿verdad?.
Las grandes fortunas de este país fueron otros de los boicoteadores de los Pactos, en aquello años. La fuga de capitales estaba cifrada en 200.000 mil millones. Como veis sindicatos, PSOE, AP y las grandes fortunas, unos por unas cosas y otros por otras no estaban mucho por el consenso.
Un análisis somero de su posterior desarrollo nos demuestra que no todos lo pasaron mal, entonces como ahora, en un tiempo de crisis galopante. Los que, de verdad, soportaron los sacrificios fueron los trabajadores: se puso en marcha una negociación colectiva descafeinada, se congelaron los salarios, no se cumplieron las inversiones educativas, etc.
LA CONSTITUCIÓN DE 1978
Las elecciones de junio habían dejado un Parlamento sin mayoría absoluta que comienza sus trabajos en agosto de ese año y culminarán el 12 de Diciembre del año siguiente, con un referéndum, aprobándose por una amplia mayoría de electores. Sin embargo, cabe destacar algunos datos, por lo menos, «curiosos» de su tramitación, para comprobar su «consenso»: de los 16 diputados de Alianza Popular 5 votaron en contra y 3 se abstuvieron, es decir la mitad de los diputados no votaron a favor la Constitución. A los que ahora se les llena la boca de consenso constitucional, se olvidan, que su partido no apoyó la norma mayoritariamente, y que, incluso, el ex-presidente del gobierno, José Mª Aznar escribió hasta siete artículos en contra de esta Constitución. La jerarquía eclesiástica, los grandes empresarios, el Ejercito y la derecha social y política fueron muy beligerantes durante su tramitación. Por ejemplo los empresarios se negaban a aceptar los artículos 128, 129 y 131; la Iglesia en los artículos referidos a la educación, al matrimonio y al papel preponderante de la confesión católica; el Ejercito presionaba para eliminar el término nacionalidades y el título VIII, y la derecha todo un cóctel de lo anterior.
La izquierda, y principalmente el PCE, una vez más, fue quien más «pelos en la gatera» se dejó. Desde la forma del Estado, hasta la concepción laica, pasando por el escaso papel que dejaba a la ciudadanía a la hora de intervenir, directamente, en los asuntos públicos. Como nota curiosa que está de actualidad diré, para ser justo, que cuando el 11 de Mayo de 1978 se discutió y votó, en la comisión constitucional, el artículo 1 que establece la Monarquía Parlamentaria el PSOE se abstuvo. Y que cuando se discutió en Comisión el art. 62, que establece las competencias reales, todos los grupos hablaron, menos el representante del PCE, el histórico Simón Sánchez Montero.
Del entusiasmo de 1977 pronto se pasó al desencanto de 1979. Del anhelo que significó el deseo de vivir en libertad y formar parte de un régimen democrático, a un individualismo apolítico y desengañado. De una participación activa y entusiasta por traer la democracia y libertad se pasó a una práctica política dominada por el conformismo y no por los ideales de cambio. Mientras, la derecha política y económica, se preparaba concienzudamente para que, cuando le llegase su hora, desarrollar la Constitución de acuerdo a sus intereses.
Desde 1.995 hasta estos momentos se ha vaciado de contenido todo lo que tenía de progreso la Constitución de 1978: los derechos de los ciudadanos, la economía, la educación, los servicios sociales, las libertades públicas, la justicia, y así un largo etc. En 2014 han dejado de tener el mismo significado los artículos del Título I, que en 1978. El art. 128 es una caricatura frente al art. 135; el capítulo tercero del Título I es una broma de mal gusto si se lee en serio y se compara con las «reformas estructurales» llevadas a cabo en los últimos años, por poner solo unos ejemplos.
Los herederos de aquellos que votaron en contra de esta Constitución son ahora sus máximos defensores, cuando ya la han vaciado del contenido que llevó a ese » consenso constitucional» en el que nunca creyeron. Curiosa paradoja.
Con mi aprecio a la Brocha y mi total agradecimiento a aquellos que se dejaron mucho más que pelos en la gatera y aún siguen luchando por la victoria final. Esta dedicatoria es para esos que siempre, como en un bucle infinito, aparecen para modernizar el país y como prueba de ello terminan votando o defendiendo la sucesión dinástica por voluntad de la deidad.