Publicamos dos artículos más de la iniciativa de IU «El poder de la gente». En esta ocasión los autores son Jesús María Benavente y Miguel Angel Muñoz Modroño.
Jesús María Martín Benavente, afiliado a Izquierda Unida en Ciudad Real.- La idea moderna de una Unión Europea hunde sus raíces en una Comunidad Económica del Carbón y del Acero (CECA) con la que allá en 1950 Alemania y Francia buscaban prevenir el estallido de otra guerra devastadora en el corazón de Europa a través de la cooperación económica; lo que, visto con la perspectiva de los libros de historia, ha sido un avance tremendo.
Pronto surgirían otras iniciativas de carácter económico, como la CEE o EURATOM, y más países se irían uniendo al grupo, hasta que estas diversas organizaciones fueron integradas en una estructura única que poco a poco fue desplegando una identidad política y jurídica común, con sus propias instituciones supranacionales. Este proceso seguiría profundizando y expandiéndose hasta dar lugar a la Unión Europea de hoy en día. Fin.
¿Fin? En absoluto. ¿Y ahora qué?
Formamos parte de la Unión Europea. La mayor economía del mundo. Más de 510 millones de personas repartidas en 28 estados, centenares de naciones y lenguas, con un legado cultural e histórico inigualable. Ha logrado, salvo excepciones muy localizadas, el período de mayor paz y prosperidad que este castigado continente ha conocido jamás, podemos movernos entre países sin preocuparnos por aduanas y, en muchos casos, el cambio de divisa, relacionarnos con otras personas en una escala que décadas atrás sería inimaginable, y disfrutamos de un nivel de vida (por ahora) que es la meta a alcanzar para gran parte del mundo.
Y sin embargo, a la hora de la verdad, como hemos constatado una vez más en Ucrania, no es más que un gigante torpe e indeciso que va a remolque de otras potencias mucho más ágiles y resueltas a la hora de imponer sus intereses, mientras por dentro se ve debilitada por multitud de conflictos y facciones, las crisis en curso, y los actores externos antes mencionados aprovechan la situación para añadir más caos y frenar la consolidación de la UE como rival. En resumen, porque todos sabemos de lo que hablo, las perspectivas son poco halagüeñas.
De modo que, cuando acuda este domingo a votar, no lo voy a hacer pensando en quién partirá el bacalao en Bruselas: si socialistas o populares, Alemania, la troika, Washington, los consejos de administración de las grandes empresas y bancos, los lobbys… Esa cuestión la tengo bien clara: quiero que en Bruselas decidan todos los europeos, todos y cada uno de esos 510 millones, en cooperación e igualdad de condiciones.
La pregunta con la que acudiré en la cabeza, y a la que invito a reflexionar, es: ¿qué Europa quiero para el futuro?
Estamos en una encrucijada, de decisiones que pueden llevar al colapso o al cambio de rumbo. Amenazados por el estancamiento, recuperándonos de una expansión demasiado agresiva que nos enfrenta con un aliado natural como Rusia, en medio de una crisis económica y política sin fin a la vista, y con mucha gente que, o bien ha vivido toda su vida dentro del paraguas del estado del bienestar y no valora lo conseguido a costa de lucha y perseverancia, o gente a la que sólo interesa las inquietudes de un grupo concreto; y una vez más, el medio se convierte en el fin, la ilusión por el progreso de la que Europa ha hecho bandera durante siglos se subordina a la preocupación de no perder ninguna comodidad, y la mentalidad defensiva y la desidia se abren paso en la mente de millones de personas que piensan que todo el sistema está más allá de su entendimiento y que su voto no vale nada.
¿Piensas que tu voto no vale nada?
Comparada con un libro, una letra es algo insignificante, y sin ella puede que sólo una palabra pierda sentido; si más letras desaparecen, párrafos enteros se vuelven indescifrables; de modo que al final, el libro se convierte en un amasijo de texto irreconocible abierto a toda clase de interpretaciones, salvo en las pequeñas islas donde grupos de letras tozudas que se empeñan en mantener la coherencia cuentan con claridad su parte de la historia.
El domingo 25 cada voto es una minúscula pero irreemplazable letra en el libro de historia que escribimos entre todos. No la historia que se aprende en la escuela, sino aquella en que participamos y que nos afecta día a día. Cuantos más nos expresemos, más precisa será la narración de la diversidad que caracteriza a Europa, y podremos escribir una historia de avances sociales, de superación pacífica y colectiva de problemas, de la construcción de un sistema productivo sostenible y justo, de unas instituciones donde todos participemos y nos sintamos representados… o podemos dejar que las cosas sigan igual para que otros escriban en nuestro nombre. No puedo imaginar mayor poder al que aspirar que el de escribir tu propia historia, pero al final todo depende de nuestra voluntad y nuestro compromiso.
Estamos en el umbral del futuro, y yo tengo claro el que quiero para Europa. Estas elecciones pueden ser un capítulo más, pero serán decisivas para definir el tono en que se escribirá el resto del libro.
Miguel Angel Muñoz Modroño, afiliado a Izquierda Unida de Ciudad Real.- A menudo escuchamos eso de que no merece la pena votar porque todos son iguales, por desgracia esta percepción se ha extendido en nuestra sociedad debido a las numerosas injusticias , incluso la mezquindad de nuestros gobernantes con los ciudadanos. Las acusaciones en contra de la “clase política” son en parte lógicas debido a esto , pero también son injustas al meter en el mismo saco a todos . Yo prefiero fijarme en como actúan los políticos y los partidos en cada caso, viendo así claramente que algunos , en concreto IU, defienden lo mismo en la calle que en las instituciones.
Y puesto que las leyes se cambian en las instituciones es importante que quienes están dispuestos a cambiarlas para favorecer a la gente en vez de a los mercados y a los poderosos estén presentes en ellas.
Lo mas triste de todo es que haya quien desengañado con algunos caigan en el error de considerar por igual a todos , ese desengaño , esa indignación , les viene muy bien a los partidos asentados en el sistema de democracia imperfecta que tenemos , y digo imperfecta por que un sistema electoral injusto , no proporcional , al final premia de una manera desproporcionada a los grandes , si a eso le añadimos el poder económico y la cantidad de medios de comunicación afines que les hacen la propaganda gratis durante todo el año, hacen que en la carrera electoral no todos partan en igualdad de condiciones , algunos salen a la carrera dopados de dinero , poder institucional y poder mediático.
Es la lucha de David contra Goliat, pero no olvidemos que David finalmente venció a Goliat a pesar de la desventaja. Los compañeros de Syriza están al borde de poder gobernar en Atenas , y si eso es posible en Atenas es posible en toda Grecia, y si es posible en Grecia es posible en España.
No lo olvidemos, el 25 de mayo tenemos en nuestras manos la posibilidad de cambiar las cosas con nuestro voto, en Bruselas se deciden muchas cosas que nos afectan a los ciudadanos, podemos darles un buen susto y demostrarles que frente al poder de dinero está el poder de la gente. Si no lo aprovechamos de nada servirá luego quejarnos de que los mismos siguen haciendo lo mismo.
Nuestros gobernantes ya han demostrado no solo que son unos ineptos, son también personas sin conciencia , y lo saben bien todas las personas desahuciadas , los parados , los trabajadores con contratos precarios , mal pagados y sin derechos, los enfermos que no pueden pagarse sus medicamentos y a los que les han retirado la tarjeta sanitaria. Su última fechoría : no querer ni siquiera escuchar a los padres de niños con cáncer, es solo un ejemplo de su falta de humanidad.
Que nadie se deje engañar , la abstención como medio de demostrar el enfado no conduce a nada práctico, protestar y quejarse no servirá de nada si no lo traducimos en votos, el próximo domingo debemos llenar las urnas de votos, los votos de IU , los votos der la esperanza.
