Manuel Valero.- El día 31 de marzo fue mi última jornada de trabajo en el diario Lanza después de 27 años apostado en la actualidad provincial. A bote pronto se me vienen a la memoria episodios de nuestra pequeña gran historia de los que tuve la gran suerte de ser testigo de excepción. Y como no puede ser de otra manera de confidencias y otros asuntos al amparo de la intimidad de los despachos, o en el distendido encuentro de una comida o un café o un viaje.
No es mi intención caer en el desmayo sentimental ni trazar unas líneas de rememoranza exhaustiva. Tengo mil anécdotas, experiencias y momentos que fueron vividos con el salvoconducto de la profesión, como cualquier compañero que amasa los años en todos los frentes informativos abiertos por el capricho del día: rebeliones carcelarias, campos de tiro sin tiros, elecciones, entrevistas, sucesos, géiseres que nos hicieron soñar en una Granátula disparatada, reportajes, artículos, relatos, ilustraciones… que se van acopiando en las bodegas del propio barco vital a medida que éste derrota por el curso de los acontecimientos. Siempre me ha gustado competir con limpieza y llevar mi criterio con todas sus contradicciones a cuestas. Un periódico es un producto difícil y complejo que tiene que cumplir sin desmayo el reto de estar todos los días en el kiosko o, ahora, convenientemente actualizado en el vertiginoso universo de la redes.
Me he marchado de común acuerdo con la empresa y porque creo que era el momento de reconocer un fin de ciclo. Pero lo he hecho sin desafecto alguno hacia mis compañeros, a los que admiro y aprecio sinceramente, pese a las discrepancias o los choques ocasionales, por haber soportado a un tipo como yo durante cinco lustros y pico y no haber perecido en el intento.
Mi reproche apunta hacia la dirección política del diario -todo medio público tiene una dirección política-, por no gestionar, en mi opinión, con valentía, coherencia, oportunidad, estrategia y operatividad, una crisis, la de la prensa escrita, que está sacudiendo no sólo a Lanza sino a los grandes rotativos. Sin embargo, como he mantenido en otras ocasiones, la titularidad pública no es una constricción tácita de la libertad de expresión como que un medio privado es más libre. Todos tienen un patrón, una línea de sombra y todo depende de la anchura de esa sombra…y de la magra publicidad.
Lo que sí me incomoda es que el PP en este caso -y tengo amigos en el PP y sostengo que el PP es un partido de derechas (yo diría más bien liberal por mi incomodidad a seguir utilizando términos decimonónicos), tan digno como cualquier partido en una democracia y merecedor por tanto del gobierno o la oposición, según la voluntad popular soberana-…lo que más me incomoda, digo, es que el PP tome las medidas -tardías, pero necesarias- que se están llevando en el diario, como material de munición electoral.
Personalmente me contraría y mucho que Lanza vuelva a estar de nuevo en la sala de armas. (En realidad siempre lo ha estado) Los medios públicos suelen poner en un brete a quienes por mor de las elecciones se convierten de opositor en propietarios, con un vuelco espectacular de las perspectivas. Tal y como están las cosas, quizá hoy el diario, que también conoció cuatro años de gestión popular, hubiera sido cancelado, de haber ganado el PP la Diputación en las pasadas elecciones, con la coartada de la situación económica o de la singularidad de un periódico escrito de titularidad pública o en aplicación de la legislación vigente.
Pero mi balance personal, al margen de cuestiones que no vienen al caso, me congratula por cuanto me satisface el rastro hemerotético que creo haber dejado desde que en marzo de 1986 escribiera mi primera información hasta el último día de marzo de 2014. De modo que es inevitable: Lanza ha firmado mi vida profesional de la misma manera que uno ha firmado en sus páginas todas las historias que ha sido capaz e contar. Y que pasado el tiempo, los estudiosos del futuro, reparen en el trabajo de uno, sinceramente complace. Y mucho.
Pese a quien pese, y pase lo que pase, siempre quedará el extraño reguero del llamado por M.V. » el rastro hemerotético». Que suena tan mal como resumen de una trayectoria vital y profesional, como si fuera una heterodoxia erótica de club de carretera. Un abrazo desde aquí, por tu coraje de superviviente.
Gracias, José. Iba a poner hemerotétrico, pero las «blancas historias vitales» han sido las más. Un abrazo
Sr. Valero, me parece muy bien que opine que el concepto «derecha» es decimonónico, lo que no comprendo es que prefiera usar en contraposición el término «liberal» que es del siglo XVIII.
Yo insisto en que el hecho de que el bipartidismo no represente el «clásico» eje izquierda-derecha no significa no que no exista en nuestro tiempo.
Por lo demás, suerte en lo personal/profesional. Saludos.
Como historiador de la prensa, sé que ella nunca muere, queda para que en el futuro unos pocos puedan reconstruir los pedazos de lo que fuimos los más, en vez del fantasma de lo que nos dijeron los menos. Ahora se abre otro camino. Cordialmente,
Á. R.