Luis Mario Sobrino Simal.- Parece que tras un tiempo de sequía para poder limpiar el fondo, las aguas vuelven a su cauce natural en el Lago del Parque del Pilar. Hacía mucho tiempo que no se veían estas aguas tan claras tras pasar varias semanas cubiertas de lodazales y aguas fangosas.
Las aves acuáticas que por esta zona tienen su habitat urbano estuvieron a punto de echar a volar en busca de mejor «techo» donde vivir y de alimento. No se marcharon gracias a la ayuda ciudadana «samaritana» que les echaba de comer… y a la que Greenpeace debería reconocer su labor en algún acto simbólico…
Estos días el agua luce otro color y ya no hay esos olores tan espantosos.
Lo que echo de menos son las barcas de recreo que durante un tiempo, hace ya mucho, daban colorido y vitalidad a este lago recordándomos a su «hermano» del Parque del Retiro madrileño.
¿Volverán algún día las barquitas?
También permanecen cerrados con llave los amorosos candados testigos silenciosos de amores queridos.
Pero como la perfección no existe, aún hay gente incívica que sigue tirando restos orgánicos y no orgánicos tanto al lago como en los paseos…
En fin, toda una delicia.
(PD: Por cierto, se llama Parque del Pilar, no Parque del Eroski…)
Los estanques, los ríos, los lagos, confieren a las ciudades cierto empaque. El agua en estas ocasiones se convierte en un elemento ornamental, paisajístico y recreativo muy apreciable. Mantenerlo es lo ¿complicado? Porque todos estos ambientes deben ir acompasados con un nivel de civismo que desgraciadamente en nuestro país deja mucho que desear.