A pesar de que las noticias sobre Fórmula Uno no dejan de fluir en lo que parecería una dinámica habitual, nada hay más lejos de la realidad: las noticias se gestan en los departamentos de prensa para no dejar caer del candelero al equipo o a los equipos interesados. Así, mientras en la cabeza del pelotón se especula con los cambios en los cargos ejecutivos (McLaren, Lotus…) en otras escuderías recurren al eterno Guadiana de la disciplina: mujeres en la F-1; tendencia a la que se ha sumado Sauber difundiendo a los cuatro vientos el “fichaje como piloto afiliada” de Simona De Silvestro, estrategia que le ha garantizado sitio en los titulares de todas las webs especializadas, incluyendo la respetadísima Autosport.
Florero o no florero, esa es la cuestión
Sin entrar en las indudables cualidades que las mujeres pueden aportar a un deporte tan masculinizado (¿machista?) como las carreras, la reciente citada aportación tiene el ya relatado “tufillo” a operación mercadotécnica. Simona De Silvestro, suiza (como Sauber), veinticinco años y con tres de experiencia en las series Indy donde atesora una segunda plaza el pasado año en el circuito rutero de Houston, viene abalada por la directora ejecutiva de la escudería, Monisha Kaltenborn, e inaugura una nueva figura deportiva en los equipos de carreras, como es lo de “piloto-afiliado”. Conocíamos lo de probador, reserva, hasta “paganini”, pero lo de afiliad@ desborda nuestra ya de por si desbordada imaginación. ¿Qué hará Simona junto a Sutil y Gutiérrez si no es probadora y, al no haber todavía carreras, tampoco puede ser reserva? ¿Irá a los test de Bahrein a pesar de carecer de la superlicencia? Nos parece que el único mérito de la chica es ser suiza, no tener volante para el próximo año en las IndyCar Series y estar aún recientes las aventuras no-natas de Susie Wolf (Williams) y María de Villota (Marussia). Hasta que los motores suenen en Australia a mediados de Marzo, nos tememos que el asunto De Silvestro estará en boca de todos y con ella Sauber y la Fórmula Uno.
Con los dedos de una mano
La episódica participación en mujeres F-1 (del resto de las carreras ya hablaremos) se reduce (sensu stricto) a la presencia de dos italianas: Mª Teresa De Filippis , a finales de los cincuenta y Lella Lombardi, en los mediados setenta. De Filippis (1926) tuvo durante años la exclusiva de participación femenina en GP’s gracias a un espíritu indómito y al respaldo de la fortuna familiar; la obstinada hija del Conde De Filippis que había empezado a conducir por una apuesta (sus hermanos afirmaban que jamás sabría llevar un auto) se presentó en la mismísima F-1 tras unos cuantos éxitos en turismos a bordo de un Fiat-500. En 1958 cuenta la leyenda que no la permitieron concurrir en el GP de Francia porque “el único casco que debe llevar una mujer es el de la peluquería”, en palabras del director de carrera que tendría que engullírselas cuando ese mismo año logró ser décima en Spa con un Maserati que había conducido Fangio el año anterior. También sobre el asunto del coche hay su pequeña mitología, ya que se afirma que Enzo Ferrari no quiso venderle uno de sus monoplazas lo que provocó las iras de Mª Teresa que los mandó (literalmente) “a freír espárragos”. A pesar de todo, un par de años en la F-1, cinco carreras puntuables disputadas y ningún punto en el casillero dejan en poco los números de la hoy anciana baronesa a los que todos recuerdan como la primera. La otra italiana de empuje que acabó metiéndose en el “fregao” de las carreras de F-1 fue Maria Grazia “Lella” Lombardi (1941-1992), jugadora de cierto nivel en balonmano que se apasiona por las carreras cuando es llevada “a toda pastilla” por las calles de Roma por una rival que le acaba de “partir la nariz” en un lance del partido. Lella inicia sus devaneos en el mundo de los rallies para pasar luego a la F-5000 donde tiene ciertos éxitos en México y en 1974 se encuentra para debutar en el GP de Gran Bretaña con un Brabham con el número 208, el mismo que el dial FM de una emisora de radio de Luxemburgo que le ayuda en el presupuesto. En 1975 entra en March con Vittorio Brambilla, bajo los auspicios del Conde “Guggi” Zanon y logra un más que meritorio sexto lugar en el GP de España, disputado en Montjuich y recordado por ser el último en el circuito urbano barcelonés, así como por el accidente de Rolf Stommelen que costó la vida a tres espectadores. La carrera se interrumpió tras un par de vueltas y se asignaron el 50% de los puntos que, en aquel entonces sólo premiaban a los seis primeros; aún así, el March de Lombardi era el último de los vehículos supervivientes en una carrera llena de abandonos lo que le granjeó medio punto en el Mundial, haciendo de ella, hasta hoy, la única mujer que ha sumado puntos en el Campeonato en diecisiete carreras disputadas.
Sí, pero no
Otras tres mujeres han optado a disputar algún GP puntuable de F-1 pero no pasaron el corte de las pre calificaciones, condición “sine qua non” para concurrir en las carreras de finales del s.XX; Divina Galica (1946) lo intentó tres veces, la primera de ellas en el británico de 1976, única carrera que ha tenido a dos mujeres (ella y Lombardi) en las calificaciones; corría con un Hesketh (la marca en que había debutado años antes James Hunt) y, aunque intentó repetir en 1978 a los mandos de un Surtees, el resultado fue igual de decepcionante, dejando su registro en tres calificaciones no superadas y la anécdota de portar el número 13 que casi todos han evitado. En 1980 el intento llegaba de la mano de la sudafricana Desiré Wilson (1953) quien, tras labrarse cierto prestigio en la efímera F-5000 a base de pelear con el español Emilio De Villota (sí, has acertado, el padre de María) se quedó también a las puertas del GP de Gran Bretaña de 1980, única presencia, a pesar de que obtuvo ciertas victorias en un pobre Campeonato Británico de F-1 que no era sino el remedo de aquellos de F-5000 con poco más de seis coches en parrilla (por cierto, el campeón de aquel “invento” fue De Villota). Wilson tuvo luego una carrera aceptable en la CART norteamericana (lo que hoy son las IndySeries) así como en el Mundial de Resistencia. La última hasta ahora en plantarse en la pista para intentar disputar un Gran Premio, ha sido Giovanna Amati (1962), otra italiana de familia rica (en su niñez fue secuestrada y devuelta tras un rescate), que gracias a su respaldo económico inició la temporada 1992 en el equipo Brabham, tras haber coqueteado con Benetton (no era difícil para Briatore). Tres intentos de clasificarse y tres fracasos condenaron su incipiente carrera en la más alta especialidad del motor. Su puesto en Brabham lo ocuparía Damon Hill, dejando de esta manera la presencia “del eterno femenino” a los mandos de un monoplaza en una carrera como Dios quiere y manda, otra cosa son las pruebas de Catherine Legge para Minardi en 2006, Sarah Fischer con McLaren (2010), María de Villota con su trágica relación con Marussia o Susie Wolff (Williams) en las pruebas de jóvenes pilotos de 2013 que entroncan ahora con la “afiliada” Simona de Silvestre. (continuará)
Juanma Núñez
A41- Todo Motor
Cada vez queda más clara tu imparcialidad al hablar de las mujeres en el deporte.
¿Si apostara un gran patrocinador por una mujer en F-1 la sentaría en un monoplaza para disputar el mundial?Se me ocurre Nike,Repsol,Aple.
Mujeres que conducen bien…..también hay alguna