Manuel Mohedano Herrero. Ecologistas en Acción-Valle de Alcudia.- El pasado 2 de Febrero, Ecologistas en Acción-Valle de Alcudia realizamos una ruta senderista en el Valle de los Pedroches, concretamente en los alrededores del pantano de la Colada, entre las localidades de El Viso e Hinojosa del Duque.
La motivación de esta ruta ha sido doble, paisajística y ornitológica, a la que podemos añadir una tercera, cultural, porque no hemos desperdiciado la ocasión de completar la ruta con una visita guiada para conocer los edificios más significativos de un pueblo con las características propias de los del Valle de los Pedroches: Hinojosa del Duque. Esta ruta, denominada “Ruta de las grullas y aves en los Pedroches”, la hemos realizado con la ilusión de contemplar (avistar lo llaman los entendidos) las numerosas grullas que pasan el invierno en estas tierras, alimentándose con las abundantes bellotas durante el día y buscando las someras aguas del embalse de la Colada como dormideros. Como curiosidad, las aguas del río Guadamatilla, que forman este embalse, llegan hasta el río Guadiana, a través de su afluente, el Zújar.
La primera parte de la ruta, por un cómodo y llano carril entre las dehesas de encinas, nos permitió avistar una nutrida colonia de grullas posadas en el suelo, seguramente alimentándose de bellotas, que al vernos inmediatamente levantaron el vuelo, lo que también nos permitió contemplar sus formaciones en “uve” y escuchar su característico sonido, que da origen a su nombre y les permite mantener la cohesión del grupo y no perderse. Aunque el día había comenzado bastante frío, a medida que la mañana avanzaba el sol nos iba calentando y permitiéndonos pasar una jornada muy agradable disfrutando de la naturaleza y de la compañía de los senderistas y amigos que nos acompañaban.
A lo largo de la ruta pudimos observar más grullas, tanto en el suelo como en vuelo y, sobre todo, escuchar sus agudos sonidos como de trompeta, aunque no podíamos verlas, pues seguramente se encontraban a bastante distancia. Impresionan estas majestuosas aves, que se emparejan de por vida y son capaces de recorrer miles de kilómetros para buscar sus lugares de cría y más tarde volver a recorrer esa distancia, cuando la llegada de las primeras nieves al norte de Europa dificulta el acceso a sus fuentes de alimentación.
Cuando el camino se aproximaba a la orilla de las aguas del embalse, pudimos avistar una pequeña colonia de cormoranes, que también invernan aquí; el resto de la ruta trascurre ahora por las orilla del embalse, hasta volver al punto en el que habíamos iniciado la ruta, lo que nos permitió contemplar diversos grupos de anátidas y alguna garza, además de innumerables huellas de pisadas de todas estas aves, lo que compensa en parte la lejanía con la que hay que contemplarlas en la mayoría de las ocasiones.
Después de devorar los manjares que cada uno llevaba en la mochila en un prado junto al embalse, el autobús nos trasladó a la cercana localidad de Hinojosa del Duque (recibe este nombre por la abundancia de hinojos en su término y por el duque-consorte de Béjar, Alonso Francisco de Zúñiga y Sotomayor, titular del condado de Belalcázar, del que dependía Hinojosa, que había sido villa de realengo hasta mediados del s. XV).
Es un pueblo de edificios que combinan el blanco de la cal en sus paredes con el gris del granito en los umbrales, jambas y dinteles de las puertas y ventanas, característica común a los pueblos del Valle de los Pedroches y es el lugar que inspirara las famosas serranillas del Marqués de Santillana, en las que cuenta sus avatares amorosos con “la vaquera de la Finojosa”.
La intención era realizar una visita guiada por los lugares de mayor interés de esta población con una cicerone local que nos acompañó en primer lugar a la Ermita del Cristo de las Injurias, situada sobre una loma próxima a Hinojosa y desde la que se domina toda la ciudad: además permite contemplar gran parte del Valle de los Pedroches e incluso las cercanas tierras extremeñas. Desde aquí nos dirigimos hacia el convento de las Madres Concepcionistas, fundación religiosa de la familia condal de los Sotomayor, para continuar por la ermita dedicada a Santa Ana, mesteña, la más antigua de la localidad, construida con donaciones de los pastores trashumantes; se dice que Alfonso VIII celebró aquí un tedeum en acción de gracias, después de la batalla de Las Navas de Tolosa (parece imposible que en esta pequeña estancia cupiera tanta hueste), y por la ermita de la Virgen del Castillo (restos del castillo o torre que en tiempos hubo en el mismo lugar).
Pero el edificio que llama especialmente la atención y que visitamos en último lugar, siempre con las explicaciones de nuestra guía, fue la Parroquia de San Juan Bautista, más conocida como la “catedral de la sierra”, con su espectacular portada plateresca y su esbelta torre, que aquí se presenta como precedente de la torre de la mezquita-catedral de Córdoba; la nave central conserva un artesonado mudéjar muy bien conservado.
Además de las citadas, otras numerosas ermitas hay en Hinojosa, tanto dentro del propio casco urbano como en los alrededores: la Parroquia de San Isidro, la ermita del mismo Santo, la ermita de San Sebastián, la de San Gregorio, la de San Benito citada por el rey Alfonso XI, a principios del siglo XIV, en su «Libro de Monterías», la de San Bartolomé, la de Santo Domingo, el convento de San Diego, la ermita-santuario de la Virgen de la Antigua (patrona de la localidad)… Apabulla esta larga relación de edificios religiosos, ya que población no tiene grandes edificios civiles, aunque sí buenas casas con una extraña (para nosotros) característica común: la puerta principal de muchas de ellas tiene una amplia cristalera hacia el exterior y una hoja de madera que permite su cierre por el interior. Esto permite dar luz al interior de la vivienda, manteniendo la puerta cerrada a las corrientes de aire, al tiempo que los habitantes de la vivienda pueden ver lo que sucede en la calle (y los que pasan por la calle pueden ver el interior de la vivienda).
Y con esto, y un café antes de emprender el viaje de regreso, pusimos fin a una larga jornada de senderismo, ornitología y cultura en el corazón del Valle de los Pedroches, al que parece que debemos nombrar como Comarca de los Pedroches para ser más fieles a la realidad geográfica.