Buscando a Azorín por La Mancha (11)

Ramón Fernández Palmeral
En la prisión de Cervantes

Señor Azorín:

   La casa de Medrano se encuentra en el número 7 de la calle Cervantes, aunque tiene dos puertas, la otra da a la calle Capitán Sánchez. En la puerta hay un letrero de azulejos incrustado en la pared que dice: «Centro Cultural casa de Medrano Prisión de Cervantes inauguración 23 de abril de 1999». La puerta conserva jambas y dintel de piedra y un escudo oval en la puerta de nueva construcción.

   La casa es nueva, tiene oficinas, un gran patio interior sirve para representaciones de teatro, dos sótanos o cuevas como llaman por estos lugares a una bodega para guardar vinos, que dice la tradición que fue la prisión de Cervantes donde empezó a escribir el Quijote. En los tiempos de Cervantes esta casa pertenecía a la ilustre familia lugareña de los Medrano y a principios del siglo XVII pasó a ser propiedad de un vecino llamado Juan Ginel. Era entonces un caserón manchego de dos plantas, edificado alrededor de un patio con corredor; tenía además otros patios y corrales y una cueva en dos niveles a la que se accedía (y se accede) a través del patio central por una escotadura. Aunque ya he comentado en otra ocasión que no hay constancia documental de que aquí estuviera preso Cervantes, porque las prisiones documentadas son las de Castro del Río en 1592, y la de Sevilla en 1597, y otra entre1602 a 1603, que duró tres meses cuando Gaspar de Vallejo, magistrado de la Audiencia de Sevilla, reclamó los 88.000 maravedíes que Cervantes le había condonado a unos agentes de Vélez-Málaga (del antiguo reino de Granada), por arqueo

   Usted, señor Azorín, no nos cuenta los pormenores del interior de la cueva, bien porque no estuvo dentro o porque se le olvidó mencionarla, aunque usted le cuenta a don Cándido en la página 98, que esa mañana ha estado en la casa prisión de Cervantes, y no nombra a Medrano, usted le dice que los eruditos opinan que Cervantes no estuvo encerrado allí, don Cándido se llena de sorpresa y de asombro y de estupefacción. Y éste clérigo exclama «¡Jesus! Por dos veces, llevándose las manos a la cabeza: «¿No me diga usted tales cosas, señor Azorín!, Señor, señor, que tenga uno que oír unas cosas tan enormes!».

   He de reconocerle que el diálogo de estas páginas discutiendo con el clérigo don Cándido es una obra maestra, que no me canso nunca de releer. Algo parecido me pasó a mí cuando llamé un día por teléfono a una conocida cervantistas argamasillera, y le expuse lo que se comentaba, de que usted no estuvo en realidad en Argamasilla, sino que era un viaje literario.

—Cómo que no, sí, Azorín estuvo siete días aquí, y además yo tengo ahora delante de mí una tarjeta postal enviada desde aquí. No, no lo dude ni por un momento, además hay fotos de la Fonda de la Xantipa donde estuvo alojado. ¡Qué cosas hay que oír!

—No, si yo lo digo por otros investigadores —tuve que aclararle, pero sirvió de poco.

   En el año 1863 la casa fue adquirida por el infante don Sebastián Gabriel de Borbón, prior de la orden de San Juan, con el fin de desarrollar en ella actos culturales y otras actividades. Al morir el infante don Sebastián de Borbón, su viuda vendió la casa. Fechas en que el editor Manuel Rivadeneyra trasladó aquí su imprenta, e hizo una edición del Quijote con un prólogo del dramaturgo español J. Hartzenbusch. Edición muy valorada por bibliófilos.

   En 1970, pasa a propiedad municipal y es declarada Monumento Histórico artístico en 1972. Ante su estado de irreversible deterioro, en 1990 el Ayuntamiento de Argamasilla de Alba, con la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, proyectan una remodelación del edificio, ejecutada por la Escuela-Taller «Casa de Medrano», y lo dotan de modernas y funcionales instalaciones para actividades culturales (biblioteca, galería de exposiciones, salón de actos, auditorio y otras dependencias). Junto a la cueva-prisión de Cervantes. Se sabe que el 21 de marzo de 1905 la casa sufrió un terrible incendio y al quedar casi en ruinas se reconstruyó con una sola planta. La cueva de los dos niveles había quedado intacta después del incendio. El Heraldo de Madrid dio la noticia, que la había dado Fructuoso Coronado, corresponsal de Argamasilla, y tomo la nota de la página 306, del libro de Pilar Serrano de Merchén ya referenciado (La Argamasilla que nos precedió, 2001):

   «Acaba de declararse un violento incendio en la casa donde estuvo preso Miguel de Cervantes Saavedra, o sea en la llamada casa de Medrano, donde, según la tradición…». Esta noticia fue aprovechada por el veterano periodista de origen aragonés Mariano de Cavia en El Imparcial del día 22 de marzo, donde se comenta sobre la contrariedad de Cervantes preso en Argamasilla, aunque luego es compasivo, y advierte que poco le importa a Argamasilla que la critica le quite parte de la leyenda quijotil.

   Cuenta este interesantísimo y documentado libro que los gastos del III Centenario en Argamasilla ascendieron a 370 pesetas, además de documentar las visitas de varios viajeros ilustres, como el ruso Vasili Ivanovich en la Restauración, ya que el libro Crónicas de España: de mis recuerdos de viaje (dos tomos ) está editado en Moscú en 1888, el viajero y escritor estadounidense Augusto Floriano Jaccaci lo recorrió en 1890, este escritor está considerado por Rupert Croft-Cooke, como el pionero en recorrer los parajes del Quijote; pero no es el primero, ya que tanto Esther Almarcha e Isidro Sánchez (Introducción a La ruta del Quijote, Centro de Estudios de Castilla-La Mancha 2005, pag. 23 y 34), han investigado que cincuenta años antes de Jaccaci, lo hizo el jienense José Giménez Serrano, denominado «Un paseo por la patria de Don Quijote», en Semanario Pintoresco español, Madrid (16-l-1848).

   Con el III Centenario estuvo Rubén Darío. (De vuelta a su país, Rubén Darío hizo una publicación en el diario La Nación de Buenos Aires sobre Argamasilla). También le nombran a usted, donde se habla largo y tendido y no faltan las refutaciones.

   Veinte años después de su viaje, señor Azorín, lo hicieron muchos personajes, entre ellos los periodistas Juan Larrea y Francisco Prieto: La vuelta a La Mancha a pié, 1923, donde dicen sobre su libro: La ruta no fue ruta, error grave de Azorín, haber puesto un título tan trascendental, tan prometedor a una obra que cuando más debiera haberse titulado “Algunos días en la Mancha” y tras alabar sus valores literarios le consideraron egocéntrico, en la que se cometían inexactitudes. (Pg. 29-30, 2005, de la introducción de Esther Almarcha y de Isidro Sánchez).

   Una vez hemos franqueado la puerta de la Casa de Cultura Medrano, vemos un mostrador de información y turismo donde compré el libro de Pilar Serrano Merché, ya referido antes, ya tenía cinco libros. Una vez en el interior hay una gran patio de sillas, y un escenario donde se representan obras de teatro por el grupo Cueva de Cervantes. Cuando entramos había en su interior unos 100 colegiales, aprovechamos la ocasión para entrar a la cueva un grupo reducido y una guapa guía rubia. Se baja a la cueva/prisión por una escaleras de piedra, vemos un azulejo ocre en el dintel, la puerta abierta, dentro se muestra la blancura impoluta de la cal, el suelo de piedra, techo abovedado largo como dos autobuses, en la esquina de la izquierda un poyete que me invita al descanso, una mesa con banco, una espada atravesada en la pared, encima una lanza horizontal, y un oxidado yelmo verdoso, y más, un vasija esquinera como un recipiente lleno de vacío. Pero lo que más me llama la atención y criterio, en aquel recinto carcelario, claustrofóbico y poético cervantino, es la tronera enrejada por donde entra un rayo silencioso, cuadricular, una luz nueva, cervantina, soñadora. Esta misma luz que vio Cervantes, amiga, puntual, mensajera de los cielos. He sido subyugado, encantando por estas cuadrículas luminosas en la pared, como símbolos más que señales, que escriben jeroglíficos en la pared, y sí, lo afirmo, he visto parte de La Mancha, lagunas nocturnas, cataratas, llanuras como bandeja de plata, pero no hay en La Mancha otra reja con este resplandor divino, de rayos fugitivos y que no cesan de dictar palabras, y que tú, solamente tú has podido copiar.

   Un azulejo con la inscripción: «12 de marzo de 1968, se firmó ahí el acta de la fundación del pintor manchego Gregorio Prieto (Valdepeñas 1897-1992), con el hombre del notario y del alcalde de Argamasilla de esos momentos don Gerardo Serrano». La galería Gregorio Prieto, en la casa de Medrano debe su nombre al insigne pintor valdepeñero que en vida quiso unir su persona y su legado artístico a este lugar inmortal. Gregorio Prieto se encerró dos días en la cueva/prisión, buscando el dictado de la luz de la tronera y, allí, encerrado, creó la Fundación que conserva su valioso legado. Además quiso sellar esta unión con la donación de 17 obras al pueblo de Argamasilla que se pueden ver en esta galería.

   En el centro de la prisión se abre una escotadura desde la que se baja a otra especie de cueva de menor cubicación, donde descansa, muerta y maciza, una gran tinaja y otro cartel de azulejos en la pared, es decir, que la cueva tiene dos pisos.

Fuente: www.monover.com

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