Ángel Romera rescata a Félix Mejía, el más intrépido de los periodistas manchegos, del penal del olvido

Eusebio Gª del Castillo Jerez.– El escritor e investigador Ángel Romera impartía ayer en el Museo de la Merced de Ciudad Real la conferencia “Félix Mejía (1776-1853), escritor y revolucionario liberal ciudadrealeño”. Un autor al que este profesor y colaborador de miciudadreal.es ha dedicado 10 años de trabajo y 3.700 páginas de tesis doctoral. Toda una hazaña «difícil pero necesaria» que rescata del olvido una figura fundamental de nuestra historia, la de Félix Mejía, ciudadrealeño del Perchel, escritor, periodista y revolucionario.

Ángel Romera durante la conferencia
Ángel Romera durante la conferencia

Ángel Romera confiesa que aún continúa desenterrando textos de Mejía, «ya con más voluntad que ganas, porque el estudio de un autor como éste casi ha podido conmigo». Explica que comenzó a interesarse por los heterodoxos españoles leyendo a Marcelino Menéndez Pelayo y que decidió indagar en archivos y bibliotecas sobre algunas de las figuras manchegas que aparecían en su libro; «porque había percibido que, de algún modo, la historiografía manchega más reciente las negaba, las ocultaba, las omitía y, por fin, las olvidaba. Unas veces porque el pasado, que nunca importó mucho, importaba menos en tiempos de incultura y otras por mezquinos motivos ideológicos».

«Me parecía imposible que una visión objetiva de la literatura y el pensamiento manchego fuera tan asimétrica y monótona como se aparecía ente mis ojos entonces», señala. «Me resistí a pensar que La Mancha se redujera en cuestiones culturales a Don Quijote y poco más. Tenía que haber algo más, y vaya si lo había, fueron saliendo el poeta de las postrimerías del Siglo de Oro Carlos de Praves, el cervantista y dramático manchego Juan Calderón, el periodista afrancesado Camborda, el helenista afrancesado Pedro Estala, los pensadores y escritores liberales León de Arroyal, Manuel Núñez de Arenas, Félix Mejía, Alfonso García Tejero, Nicolás Galindo y Joaquín de la Jara, el editor ciudadrealeño de los lazarillos, Benito Maestre, los periodistas librepensadores Fernando Lozano Montes, Antonio Rodríguez García-Vao, y tantas otras figuras injustamente olvidadas. De forma que algo se sublevó y atizó en mí entonces que nunca pensé llegaría a tener un no poco vanidoso orgullo por haber compartido la tierra de mis padres con unos personajes como éstos, auténticos e insobornables adalides de la libertad y del sano progreso».

Retrato de Félix Mejía en la edición de su obra dramática
Retrato de Félix Mejía en la edición de su obra dramática

Romera advierte que, con lo único que podía recompensarles las «gratas» horas que le habían hecho pasar era «dedicándoles el estudio y el aprecio que, a lo largo de la historia, se les habían negado o escatimado, repartiéndolo entre sus conciudadanos».

«Aunque el éxito tiene muchos padres, el fracaso es huérfano y la historia recuerda en sus menesterosos apéndices que ni los ideales solidarios de Mejía fueron siempre compartidos, como tampoco vencieron siempre el bien común y la verdad, primeras víctimas de los enfrentamientos civiles  que hubo en el siglo XIX y XX», añade.

«Mejía fue un enorme perdedor, del que todos debemos estar orgullosos; algo que no se podría esperar de quien también fue un gran vividor, siempre en la cuerda floja de una vida peligrosa y aventurera. Como individuo era un personaje capaz de suscitar, a causa de su lucidez, odios profundos y amistades inquebrantables. Tenía una moral libérrima de romántico, hasta el punto que se le pudo acusar de bigamia porque, exiliado en América, a riesgo de ser asesinado si volvía, se había casado allí, viviendo aún su primera esposa». Este investigador cree que lo hizo para negarle el derecho a Fernando VII de hacerle infeliz, «de la misma manera que él le había negado el derecho a seguir viviendo en el viejo mundo con su esposa legítima. Un viejo mundo al que nunca creyó que regresaría cuando vio derrotadas todas sus ilusiones de lograr una España moderna y constitucional».

Mejía luchó en la Guerra de la Independencia, «cultivando una faceta de espía que le será en el futuro muy apropiada para su labor periodística. Perteneció a la sociedad secreta comunera y a la carbonería internacional, padeció un secuestro, un intento de asesinato y cuatro encarcelamientos. Se evadió con otros presos del penal de la isla de El Hierro, la más alejada de la península poco antes de que lo ejecutaran». Algo que, como detalla Romera, no consiguió su compañero editor de El Zurriago, Benigno Morales, que fue fusilado en Almería.

Ejemplares de El Zurriago y La Tercerola
Ejemplares de El Zurriago y La Tercerola

Se refugió y vivió largos años en Filadelfia, en Guatemala, en México, en Cuba y en Puerto Rico. «Fue funcionario de hacienda del liberal gobierno de Gálvez en Guatemala. Trabajó allí como juez de primera instancia y denunció, como en España, las componendas y pasteleos de jueces y políticos. Tuvo éxito como comerciante de tinte de cochinilla en Guatemala. Se arruinó tres veces, una con la caída del régimen constitucional en 1823 y otra al advenir el dictador Carrera. La última fue cuando el general Narváez cerró su periódico en 1845».

«Fundó, dirigió o redactó 15 periódicos, al menos; dos de ellos con fórmulas periodísticas novedosas que tuvieron mucho éxito, tanto que fueron imitadas en otras publicaciones, como La Periodicomanía y El Zurriago». Romera subraya que inventó el periodismo de investigación en La Tercelora, semanario que publicaba documentos secretos comprometedores para los monárquicos absolutistas y los moderados.

Escribió anónimamente o bajo seudónimo biografías fundamentales para conocer el reinado de Fernando VII, publicadas en Filadelfia, y la primera novela histórica publicada en español en Hispanoamérica, Jicotencal, de 1826, «que se ha publicado atribuida a distintos autores, pero que es de Félix Mejía. Nos dejó más de un millar de páginas de artículos periodísticos, además de poesías satíricas».

«Este activo personaje, que tanto éxito llegó a conseguir -concluye Romera-, tuvo que padecer las consecuencias de su extremismo y de haberse anticipado a su tiempo, aunque era lo bastante inteligente como para adivinarlo, ya que cuando se hallaba en esa cúspide, predijo que terminaría en la Costanilla de los Desamparados, donde se ubicaba el hospital de pobres e incurables de Madrid. Y, en efecto, allí fue a donde le llevaron en 1853, poco antes de morir desde la buhardilla sin sillas en que vivía durmiendo en un jergón de paja sin pode alimentar a su mujer guatemalteca y a sus dos hijos, sino con la sopa de caridad que les daban en un convento. Había dilapidado todo su dinero en empresas periodísticas y no le quedaba ni para un entierro digno».

Vídeo de la segunda parte de la conferencia

Relacionados

6 COMENTARIOS

  1. En las sociedades posmodernas, banales y consumistas, calificadas de líquidas por Bauman , mucho me temo que criaturas tan sólidas y audaces como Mejía ya no se fabriquen. Nos acercaremos al escritor y a su obra.

ESCRIBE UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí


spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img