El día en que dimitió Rosa Romero

Carmen Soánez. Concejala de Izquierda Unida Ciudad Real.- Aquel viernes invernal amaneció más frío que los días precedentes en Ciudad Real. El aire quieto apenas se dejaba respirar y esto se dejaba notar en los movimientos de los trabajadores madrugadores, en los pequeños estudiantes levantados más en contra de su voluntad si cabe aquel día.
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El humor de los peatones se encrespaba al cruzarse con el tráfico excesivo en torno a los colegios. La pesada atmósfera embotaba algunos oídos y los fluidos parecían detenerse. Hubo más descuidos en las cocinas, en los trabajos, en los transportes y en las escuelas,… pero todo se olvidó hacia las diez de la mañana.

Terminaba un pleno municipal para comenzar otro, el de las cuentas públicas del Ayuntamiento. Pero no adelantemos acontecimientos.

Terminaba un pleno municipal que había tratado sobre las consecuencias de una sentencia judicial que declaraba nulo el autoenchufe de la alcaldesa de Ciudad Real en la propia administración que dirigía, derivado de un convenio cómplice con la Diputación Provincial. Dimes y diretes sobre la conveniencia de la existencia de un Centro de la Mujer en Ciudad Real. Sí, pero no así, sino con oposiciones. Que o Diputación o Ayuntamiento convoquen pruebas selectivas objetivas para que pueda presentarse cualquiera, hasta hombres (¿por qué no?), y que Rosa Romero y Amparo Messía, alcaldesa y concejala en atención a quienes peor lo pasan estudien junto con sus compañeras de trabajo, como en cualquier trabajo público al servicio de los ciudadanos.

Terminaba el pleno como el rosario de la aurora y que se ejecute la sentencia, y vuelta el Centro Asesor de la Mujer a la Diputación cuando, contra todo pronóstico y su propia voluntad, en un acto incomprensible para ella y su equipo de gobierno ahora visto en perspectiva, miró al Secretario de la Corporación, se acercó el micrófono y se escuchó a sí misma decir “Señoras y señores concejales del Ayuntamiento de Ciudad Real, en este momento presento mi dimisión…”. Y allí se quedó, con los labios apretados como quien ha dicho algo inadecuado, como quien se da cuenta de que no tiene el micrófono cerrado.

Concejalas y concejales, a partes iguales, se miraron atónitos. El escaso público asistente se preguntaba si habían oído bien. Los periodistas tardaron unos segundos en reaccionar, en esta ciudad muy real pero poco acostumbrada a sobresaltos. Los cámaras apartaron sus ojos del visor para comprobar si la escena era auténtica, y los redactores se levantaron bruscamente para abordar a la ya exalcaldesa que abandonaba precipitadamente el salón de plenos consciente del significado de sus palabras. Algún miniportátil cayó al suelo: tal fue el impulso que levantó al redactor de su asiento.

De pronto, en la calle, en la Plaza Mayor de Ciudad Real, que aún no era consciente de la noticia, la atmósfera implosionó, desbloqueando oídos con un aire fresco pero agradable y perfumado. Las nubes bochornosas se retiraron para dejar paso a un sol ya emergente que pilló de sorpresa a los viandantes que sintieron la alegría inundar sus corazones. No sabían aún por qué, pero sintieron algo nuevo en su interior: la liberación de dejar de ser súbditos para ser ciudadanos, la seguridad de que su opinión sería tenida en cuenta, el empoderamiento de que eran capaces de decidir con los demás el futuro de su barrio, de su ciudad, del país entero, de su vida, zafándose de los intereses sórdidos de quienes querían hacer negocio de la ciudad con unos cuantos políticos a su servicio.

De pronto oyeron un voz desde lo alto: alguien, desde una ventana del salón de Plenos, decía: “¡Subid, subid, la alcaldesa ha dimitido. Vamos a debatir los presupuestos!”. Y pronto el salón se abarrotó, la mayoría de los concejales se removieron temerosos en sus asientos pero el hasta entonces concejal de Hacienda tomó la palabra y dijo: “Bien, buenos días, no sé si ustedes saben a lo que se enfrentan, pero dadas las circunstancias los presupuestos de 2014 los debatiremos entre todas y todos. Tenemos todo el día por delante”

El día en que dimitió Rosa Romero se hizo la primavera en enero.

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8 COMENTARIOS

  1. ¿ Dimitir…? ¿ Sabe algún político conjugar ese verbo, sabe algún político trabajar en pro de la ciudadanía y no en su propio provecho, sus amiguetes y parentela? ¿ Sabe algún político alejarse del oficialismo de partido para solidarizarse con un individuo injustamente tratado por ese mismo partido? RoRo ha demostrado que no, los demás… no sabemos.

  2. Describir los miríficos efectos de la dimisión de Rosa Romero en términos que recuerdan a los empleados en la literatura canónica para referirse a las apariciones virginales, puede ser simpático. Pero el problema sería que, dimitida la señora Rotondas, otro miembro del PP (¿Pedro Martín? Don Carlos nos ampare…) presidiría el Ayuntamiento y nos íbamos a quedar igual. Y aunque, indudablemente, el cuerpo coja otra momención por la cosa de la dimisión, pues a la mañana siguiente estaríamos en las mismas andadas. Lo que hay que pedir es que el tiempo pase rápido, lleguen las municipales y podamos botarles con los votos.

  3. Imagino que no se puede ser progre mucho tiempo… porque unas veces usa en los genéricos sólo el masculino, sólo el femenino y otras lo más, ambos uno detrás de otro… no se si por ignorancia o porque ni ellos aguantan ser tan progres mucho tiempo…

      • Lo de proponer a Nelson Mandela como nombre de una calle es un tema interesante para el cachondeo también.

        Mira que no defiendo a nombres franquistas ni nombres de países, pero lo de Nelson Mandela me ha matao.

        • Eso ya lo hablamos en otro hilo y la mayoría defendimos poner a las calles nombres de muchos hombres y mujeres que han sido interesantes para la ciudad y a los que se les ha condenado al ostracismo, en muchas ocasiones, por pura ignorancia del equipo de Gobierno, cuyo nivel cultural no es de lo más sobresaliente.

          Por supuesto, no puedo olvidar a muchos hombres y mujeres que han sido relegados al olvido por no ser de derechas desde la época de Gil Ortega, donde se pusieron nombres a docenas de calles, nombres de lo más tonto.

          Yo creo que Nelson Mandela ya tiene suficientes homenajes a nivel mundial y aquí nos falta devolverles el honor a muchos y muchas.

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