Fermín Gassol Peco.- La naturaleza no concede vacaciones. En invierno se hace presente con sus más duros rigores para demostrar y recordar al hombre que es ella la que manda; y ahí andamos queriendo conquistarla, necio esfuerzo.
Estamos en enero y en este mes el campo está casi dormido, pero vivo. Tan solo acercándose a su seno, lejos del último sonido del asfalto, podemos sentir su pálpito pausado. Se diría que yace reposando a la espera de que el sol penetre entre la niebla y lo despierte. Es el sueño agradecido por el agua caída desde el cielo que ha empapado su manto y sus sentidos. La lluvia ha sido generosa regando las laderas y pedazos, los arroyos galopan sus corrientes sin respetar cercados ni vallados. La naturaleza tiene sus propias composturas y muchas veces el hombre se empeña en no hacer caso.
Estamos en enero y unos hombres y mujeres varean los olivos pisando la tierra bautizada. El sonido de las varas se hace dueño absoluto del espacio. Es el sonido del “crac” de la madera vareadora contra la hermana madera del olivo.
La niebla ¡ay! meona se tiende sobre el monte; cae muy baja y hace recubrir al olivar de un verde grisáceo desteñido. Las voces de los vareadores suenan frías, alentosas, recortadas, quedando como suspendidas en el cielo, en sus propios límites sombríos.
Un sonido ajeno se deja susurrar allá a lo lejos, ruidos de cascos y herraduras que con pasos distraídos y premiosos se acuñan contra las piedras del cerro por la aceituna ya caída, ennegrecido. Cuatro son los caballos que entre la intensa niebla caminan a su antojo. A sus lomos, cabalgando van cuatro jinetes de la tierra con el cigarro encendido entre las manos. No llevan una ruta establecida, no parece que nadie les espere pues caminan sin premura; van despacio, despacio, muy despacio.
Buenos días, nos decimos, hay demasiada aceituna por el suelo; nosotros vamos a la venta de allí arriba, nos comenta el más alto de los cuatro. En la venta nos espera la ventera con un puchero de barro en fuego bajo. Hoy nosotros cabalgamos compañeros, mañana vosotros seréis los caballeros y nosotros los que sigamos vareando estos olivos. Y los jamelgos continúan su camino. Estamos en enero y hace frío, la niebla sigue cubriendo con su manto olivares, veredas y…amoríos.