Los traficantes de milagros y misterios es el contundente rótulo con el que Gonzalo Puente Ojea subtitula su último ensayo: Ideologías religiosas (Editorial Txalaparta, Tafalla, 2013, pp. 319), llamado a ser la mejor aproximación para legos al conjunto de su pensamiento en toda su polimorfía y enclaves. En efecto, Ideologías religiosas, constituye una excelente introducción a la obra de uno de los pocos pensadores españoles que con valentía denodada, constancia ilustrada y generosidad intelectual se atreve a quedar fuera de las fronteras taxonómicas propias de sociólogos, antropólogos, teólogos y filósofos que, no sólo en español, piensan y jalean, a partes iguales, desde el marco terminológico y bibliográfico fijado por la ortodoxia dispuesta y permitida por el poder.
Con vocación literaria, señalaba Gabriel Albiac en su comentario a la lectura de Crítica antropológica de la religión (2012), el libro anterior de Puente Ojea, que esa obra era “antes que todo, un tratado de la felicidad necesaria, de la felicidad robada, alevosamente robada por los más lastimosos chamanes, que de nuestra desdicha viven”. En esa misma línea se sitúa Ideologías religiosas, que se despliega como una ulterior reflexión que, primero, ahonda en las conclusiones ontológicas y epistemológicas alcanzadas en su investigación de la última década y, segundo, recorre los pasos que el autor ha dado desde 1970 para construir su crítica a los mitos y los timos teológicos y religiosos –porque de los políticos ya se ocupó de forma específica en La Cruz y la Corona (2011)-.
La obra se abre con un texto inédito titulado “Sobre la religión y el poder”, un ejercicio de síntesis de la senda recorrida en el análisis de la fenomenología del poder religioso desplegada por el autor. Premonitorio de la selección de textos posterior, la introducción aborda tanto el problema de la génesis y el estatuto ontológico y epistemológico de la religiosidad, como el problema de cuño teológico, bíblico y eclesiástico sobre los dos proyectos neotestamentarios aporéticos, el proyecto judeocristiano de Jesús y el proyecto paganocristiano de Pablo de Tarso, presentados falsamente por la tradición hermeneuta eclesiástica, como un único proyecto coherente.
A partir de aquí y tras una nota bibliográfica en siglas, Ideologías religiosas presenta una antología que podríamos encuadrar en cuatro núcleos temáticos. El primero de ellos está compuesto por cuatro textos procedentes del díptico Ideología e Historia (1974) que componen su marco metodológico. En este primer núcleo, Puente Ojea realiza un análisis con las herramientas conceptuales del materialismo histórico y el influjo althusseriano, dando como resultado el valor ineludible de la lectura ideológica a la hora de comprender el sentido de la historia humana y la dependencia funcional de las formas mentales respecto a los intereses de clase y a los contextos materiales.
Como interludio en esta fundamentación de su magna obra sobre la formación del estoicismo y del cristianismo, en un segundo núcleo temático Puente Ojea recupera un par de textos (de 1995 y 2003) de carácter autorreflexivo sobre el sentido de su biografía intelectual, lo cual permite al lector situarse ante la conciencia autogenética del autor así como ante el panorama de la historia política e intelectual española reciente frente a la que se sitúa el autor en un ejercicio magistral de honestidad y coherencia marcado por una disidencia cada vez más acusada y un autodidactismo dialéctico.
El tercer núcleo temático lo integran dos textos. El primero, titulado “La ética de Jesús”, es un fragmento extraído del capítulo principal de Fe cristiana, Iglesia, poder (1991), un texto que focaliza la lectura ideológica en la figura de Jesús, permitiendo descubrir como falso el mito de la ética de amor universal -que se le atribuye en los evangelios sinópticos teológicamente orientados- por medio de la distinción documental de dos tipos de enemigos referidos: el privado (inimicus) merecedor de perdón y el público (hostis) una ‘raza de víboras’ e ‘hipócritas’, compuesto por romanos, herodianos, saduceos, algunos miembros del estamento clerical, apóstatas, ricos y poderosos, etc., todos ellos enemigos del pueblo fiel de Israel y de su Dios.
El segundo texto, “Dios no existe y él lo sabe” (2011, publicado por vez primera en rev. Anthropos, nº 231), culmina toda una reflexión de más de una década sobre la génesis de la religiosidad redirigiendo la baldía cuestión del Dios monoteísta hacia la cuestión de las almas y espíritus en el contexto general del qué, el cómo y el por qué de las religiones. Éstas, en tanto tramas fenomenológicas que articulan la religiosidad, encuentran en el animismo la “conditio sine qua non” del mito religioso y hallan en la reciente investigación neurofilosófica las claves de su ilegitimidad ontológica y epistemológica. Esta trama justifica la ironía del título, pues “el artificio por el que ha funcionado el timo de la religión ha sido, al fin, desvelado”. En este sentido, concluye Puente Ojea, el gran apoyo metafísico occidental lo encuentra el cristianismo más que en Platón, en Aristóteles que es quien fragua la gran trampa ontológica gestionada por el conjunto de las religiones de Libro. Frente a ello, el autor finaliza contraponiendo dos principios axiomáticos que debieran regir la ontología y la epistemología.
Con la crítica a la metafísica aristotélica recogida en “Dios no existe y él lo sabe” se da pie, en el cuarto y último núcleo temático en que hemos dividido la obra, para recuperar tres momentos de la disputa más dilatada en el tiempo en la historia intelectual española reciente –iniciada en 1995- que el autor mantuvo con Gustavo Bueno y los devotos seguidores de su ‘materialismo filosófico’. Se trata de tres textos centrales en el debate -vieron la luz entre 2002 y 2003- que no obstante, no resolvieron la crítica mutua de idealismo. Su inclusión en esta obra muestra con claridad el grado de aflicción que dicha crítica provoca en el autor.
Tan sólo resta destacar, con la emoción propia de quienes seguimos su pensamiento con el respeto y la admiración propia del reconocimiento al clásico y al maestro, que si esta obra está realmente escrita “desde la última vuelta del camino” – como apunta de forma entrañable al inicio Puente Ojea-, dicha vuelta no deja de ser un punto de inflexión y un elemento catalizador: un puente lleno de gratitud para el hombre que desde los tiempos de oscuridad moral e indigencia intelectual supo levantar la mirada y el vuelo y para la densa obra que reta constantemente a conjugar prestancia, valentía y brillantez en la ardua tarea de contribuir a la búsqueda de la verdad en la libertad de la conciencia y en el hallazgo de una “voluntad estatal que cree las condiciones institucionales y objetivas para restaurar las condiciones reales de una sociedad secular y pluralista”.
Cartas desde Laos
Miguel Ángel López Muñoz
@DesdeLaos
Una sociedad secular y pluralista… Una sociedad donde la idea de Dios no te estorbe y no avente tus intransigencias para todo aquello que no vaya incluido en tu particular marco conceptual ( que en absoluto argumentas con claridad meridiana), sobre el que se funda tu radical línea de pensamiento. Aunque te pongas a la sombra de otros autores, no puedes evitar que repunten tus pretensiones personales de notoriedad y beligerancia hacia la institución objeto de tus desvelos. El modelo de sociedad que propugnas se asemeja al de los hombres grises que aparecía en una novela de Michael Ende. Sigue aderezando el guiso a tu gusto, que tu paladar particular estará muy halagado. Y ya de paso, Feliz Año Nuevo, dicho esto con un retintín secular y pluralista.
Tu obsesión y fijación por lo que no sólo no crees, sino que desprecias…demuestra dos cosas: Que eres un hombre con un pedete mental bastante grande y que eres un ignorante supino de aquello que odias.
De verdad, chavalete…resultas patético.
La ignorancia…insiste siempre.(Albert Camus)
Como se suele decir, el espejo en el espejo. La sabiduría sólo daña a quien la desprecia. Y por muchas citas que me pongas, sólo vas a demostrar precisamente lo que pregonas en esta ocasión: tu ignorancia en decúbito supino.
Por cierto, no has podido reprimir la tentación de crearte una vez más un seudónimo alusivo para responderme. Sabemos de cierto alguien que tiene costumbre de dar coda a sus discursos ditirámbicos con citas sacadas del almanaque del zaragozano. Las plumas se perfilan a distancia, insigne autor laicista.
Me abruma tu fidelidad, Juan Vigil (o tal vez debería decir ‘Juana’), una fidelidad que algún abyecto pudiera calificar malintencionadamente de obsesión e incluso de TOC. Gracias Juan/a Vigil por tus comentarios tan acertados, sutiles, sagaces, cargados de un verbo fluido y brillante que enaltecen este foro y dan clara prueba de tu inconmensurable sapiencia tan por encima de la media de los que aquí –y desde la tribuna que miciudadreal.es me brinda- tratamos de dejar opiniones, razones, argumentos y datos libremente expresados y sin animus molestandi.
Lo que denominas en alguna ocasión como tu derecho a ‘crítica’ no es sino expresión vulgar de un francotirador/a de ocasión, parapetado/a en la valentía de tu anonimato, pues tiras –desde un psicologismo de revista de sala de espera de podólogo- para procurar hacer daño ad hominen, guiado/a probablemente por tus resentimientos y tus malas inclinaciones. En el fondo comprendo tu enfado: debe ser bastante frustrante no entender lo que lees e intuir que debes criticarlo. Escribir sobre ámbitos vinculados con creencias, en particular sobre el estatuto jurídico de las religiones, puedo entender que provoque reacciones negativamente apasionadas en personas que eluden conocer y evitan reflexionar sobre esas creencias heredadas, rehusando informarse, con espíritu independiente y sin miedo a lo que puedan descubrir, de los datos sobre los que pretenden fundarse. No obstante, el ataque personal, tratar a otros foreros como si fueran el autor bajo pseudónimo, etc., es una actitud que no me merece ninguna legitimidad moral como interlocutor.
Por todo ello, Juan/a, te repito: muchas gracias y a seguir cautivándonos con tus comentarios. Es un lujo contar con personajes de tu arrojo y tu talla. Sea como sea, no es de buen cristiano/a que engrandezcas tu ego a costa de mis artículos. Más allá del contenido de tus comentarios, si quieres adquirir relevancia entre tus allegados solicita a miciudadreal.es un espacio para escribir tus propios artículos y dejar de beneficiarte del esfuerzo ajeno.
Bueno, ya saltó la liebre. Tu réplica era más que previsible. Como no te gustan mis comentarios ni te doro la píldora con alabanzas huecas, recurres al tan manido subterfugio del ataque personal. Tu paranoia lleva a atribuirme géneros e intenciones que en modo alguno se extrapolan al debate enérgico, lo reconozco, pero sin apartarse de los usos civilizados. Del mismo modo que me endilgas unas creencias que a lo mejor no profeso, y eres libre de pensarlo, yo puedo replicar a los que me repliquen, así es el debate, y puedo usar la misma libertad para enfocar mi réplica a los hipotéticos foreros. En cuanto al anonimato, yo opino sobre lo que escribes y manifiestas públicamente; en absoluto me interesa tu realidad personal, íntima u otras yerbas. En eso estamos en punto de igualdad, aunque tú intentas hacer una especulación sobre mi intimidad atribuyéndome otro género distinto al claramente explícito. Efectivamente, cuesta entenderte, no sólo por lo dudoso y fragmentario de tus contenidos, sino por cuestiones meramente sintácticas. Infiero que eludiendo el uso de un lengujaje llano y sencillo, te crees investido de un aura de intelectualidad que a poco que se profundice se queda en humo de fuegos de artificio.
Del mismo modo que yo puedo solicitar una firma en este portal, tú puedes solicitar que eliminen mis comentarios; demuestra lo defensor a ultranza que eres de la libre expresión. Tal vez así se cumplirían tus sueños, sueños naturales o sueños de orfidal, eso no lo sé.
Así que una crítica es benefeciarse del esfuerzo ajeno; valoras demasiado tu esfuerzo por lo que se ve, y en base a esto no puedes dar un mentís a lo que ya he manifestado en otras ocasiones en lo relativo a la intencionalidad que subyacen en estos textos.
Pero¿A quién te estás refiriendo?…
«Del mismo modo que yo puedo solicitar firma en este portal, tú puedes solicitar que eliminen mis comentarios…». Perdón pero me he perdido amigo Vigil (me resulta indiferente tu genero), no entiendo lo que quieres decir; nadie, por lo que yo he visto, pretende eliminar tus comentarios (no en vano, yo los estoy leyendo). De modo que no alcanzo a entender tu afirmación, no sólo puedes expresarlos, además lo haces y acto seguido, acusas de unas intenciones que es obvio que no se ajustan a la realidad. Para contestarte he debido leerte, cosa imposible si el autor del artículo hubiera hecho eso de lo que tú le acusas, en base a no sé que sueños naturales u «orfidales». En fin, opinas y a la vez, acusas de algo que es contradictorio con la acción que acabas de realizar, es decir impedirte opinar. Perdona pero toda tu argumentación me parece muy confusa y me recuerda a ese principio epistemológico definido como de «la gata Flora», ya sabes, esa gata a la que si se la meten chilla, pero si se la sacan llora…».
El loquero está esperando a estos dos foreros que se han escapado de la casa de reposo , jeje.
¿Y tú eres el segundo? Je je je.
Si los artículos que llegan Desde Laos habían ido siendo objeto de análisis y comentario en mis clases -por cierto muy apreciados en su calidad y rigor incluso por quienes no comparten la postura de su autor y han sido fuente de interesantes reflexiones desde diferentes perspectivas- hoy podemos ampliar aún más el objeto de nuestro foro académico con la sugerente recensión de esta obra de Puente Ojea. Un gran aliciente para este 2014 que ahora nos empieza y que deseo magnífico a quienes nos damos cita en miciudadreal.es.
Amigo Miguel Angel: sigo pensando lo mismo (hasta que cambie de opinión que es muy saludable). Nada o nadie ha generado tantos libros y regenerado o degenerado tanta filososía, tanta elocuencia, tanta creencia y tanta disidencia, como la idea de la trascendencia, de Dios, o de los dioses…desde que el hombre rompio el eslabón que lo dirigía a una suerte de vida instintiva, y se hizo inteligente, consciente y «animista», y dio un paso de gigante hacia la «especulación radical» de la existencia de algo o de alguien que explicara el gran arcano de la vida y el Universo. Esa pulsión pudiera no haberse generado originalmente y por tanto haber atravesado la Humanidad su propia historia sin la idea, la intuición o la sospecha de Dios o de una Inteligencia superior. Pero no ha ocurrido así, inevitablemente. Otra cosa es religión y poder, que ya hemos comentado. Desde mi escepticismo militante, sí considero la ética cristiana como la expresión máxima de la tolerancia y el respeto hacia el prójimo, como considero el amor universal más una utopía que un mito, ya que un mito es algo que no existió ni existirá y la utopía nos va acercando a medida que seguimos la zanahoria hacia un mundo mejor. Hasta llego a pensar que la parusía sería eso: un planeta en armonia y paz global y para siempre, como la fructificación máxima de la semilla de Jesús. Por lo demás, la cuestión de la existencia de Dios, mantendrá al hombre intelectual, social, política y persecutoriamente ocupado hasta el final de los tiempos, aunque tengamos la certeza de que llegará un día en que lo comprobaremos por nosotros mismos. La pena es que no podamos regresar para contarlo.
Un saludo cristiano.
Y culmino con otra reiteración: el mundo ha conocido y conoce todos los extremos: sistemas políticos sintetizados, sistemas políticos cómplices de una confesión religiosas, sistema tolerantes con el pluralismo religioso y sistemas absolutamente tan desconectados de todo ello que acaban divinizando al poder sobre una masa alienada y pseudolibre. Aún tenemos un ejemplo vivo en Corea de Arriba.