Varias han sido las Órdenes Monásticas que han formado parte de la historia de nuestra capital. Las MM. Dominicas han estado con nosotros casi seiscientos años: en la calle San Martín de Porres, aún se erige el convento e iglesia donde han permanecido últimamente.
Una piadosa historia originó su presencia: La Orden de Santo Domingo tenía convento de frailes en nuestra capital desde 1399 , en lo que anteriormente había sido sinagoga ubicada en la Calle Barrera ( posteriormente llamada Compás de Santo Domingo). Pues bien, Fray Francisco Sánchez- Hermosilla y Peña nos transcribe datos del archivo de la Orden en el S. XVII : Al igual que se documentaba la presencia de Franciscanas ( posteriormente conocidas como “Terreras” )en el Barrio de Santiago , también –y bajo la inspiración del Santo de Caleruega-, a comienzos del S. XV vivían humildemente en una casa de dicho barrio ,unas religiosas en comunidad. Con el tiempo, de su archivo parece que solo quedó de importancia un pergamino testamental fechado el 4 de Enero de 1435, en el que se documentaba el origen que tuvo el convento de la Calle Altagracia. En esta calle, durante el reinado de Juan II, vivía el abogado de los Reales Concejos D. Alonso Fernández de Ledesma con su esposa Doña Mencía Alonso de Villaquirán. Su amplio solar ocupaba la manzana de las actuales calles Altagracia, Estrella, Luz y Jacinto.
Fue deseo del matrimonio, que a su fallecimiento las religiosas fundaran digno convento en sus casas, bajo la advocación de Nuestra Señora de ( Alta ) Gracia. Para su sustento, les dejaron el Molino de Doña Olalla ( conocido lugar posteriormente como” Puente Nolalla” ), así como el Piélago y otras heredades. A la muerte de Doña Mencía, y cumpliéndose el testamento, se trasladaron las religiosas a sus nuevas moradas . También, conforme a su voluntad, recibió sepultura allí con hábito de monja el cuerpo de la protectora.
Luego de pasar muchos años con una iglesia muy humilde, en 1601 se construyó una nueva , en cuyo interior destacaban el retablo y las numerosas obras de pintura.
Su fábrica, de piedra , contaba con altos contrafuertes semicirculares y una portada con la imagen de la Virgen con el Niño Jesús en la zona superior del dintel . Sobre la zona del Coro se elevaba un mirador del mismo ancho que la nave, con celosía en sus cuatro lados y desde el cual las monjas dirigían sus rezos a la Virgen del Prado. En su interior, la zona claustral tenía 2 patios, siendo relevante uno de ellos de diseño renacentista , con mampostería y ladrillo de era ,con columnas de piedra y capiteles con los escudos heráldicos de la Orden y de los fundadores. También el Monasterio tenía un arco mudéjar, así como algunos artesonados y azulejos con las figuras religiosas de Santo Domingo de Guzmán, San Lorenzo y el blasón de la Orden , así como motivos decorativos del mismo estilo de la época fundacional. Por las numerosas donaciones patrimoniales que tuvo, el Convento de Nª. Sª de Alta Gracia era uno de los más importantes en de la capital en cuanto a obras de arte.
Muchos fueron los avatares que a lo largo de los siglos acontecieron al Monasterio, e importante la religiosidad que inspiraba la Comunidad. Como curiosidad, cita Fray Francisco Sánchez Hermosilla, que según los legajos de la Orden en el S. XVII, cuando fueron trasladados los restos de las monjas de la primera capilla a la iglesia mencionada, muchos fueron los que presentaban signos de mortificación.
Pues bien: D. Domingo Clemente , a finales del S. XIX nos daba cumplida cuenta de las numerosas funciones religiosas que en el templo tenían lugar, y el cariño que el pueblo de Ciudad Real profesaba a las monjas de la Calle Altagracia ,destacando los Ejercicios que las congregaciones del Dulce Nombre de Jesús y de Nª. Sª. del Rosario celebraban el primer domingo y segundo respectivamente de cada mes.
Sin embargo, a comienzos del S. XX la construcción acusaba los efectos del tiempo y la escasez de recursos que las monjas tenían . Especialmente la zona claustral se encontraba en mal estado y los más importantes cronistas e historiadores dieron cuenta de ello ,con el fin de que el Monasterio no corriera la misma suerte que tantos otros monumentos emblemáticos de nuestra historia local: es decir, la piqueta. Entre otros Ramirez de Arellano, Julián Alonso, Emilio Bernabéu, Francisco Pérez, Jerónimo López Salazar y Cecilio López Pastor.
En vano fueron esas llamadas, de atención y la especulación urbanística fue lamentablemente una vez más la protagonista de la desaparición de otro Monumento Local . Un constructor , convenció a las monjas para demoler las dependencias conventuales, para edificarlas en otro extremo del solar, con fachada a Calle Altagracia, conservándose la iglesia. En la parte que daba a calle Luz, viviendas. En Marzo de 1967 se presentaba el proyecto a tal fin, y un año más tarde, cuando la demolición se estaba realizando, el promotor solicitó al Ayuntamiento cambio de ubicación de la construcción del Convento e Iglesia, en la finca “El Pical” situada en el Camino de Alarcos ( hoy calle San Martín de Porres) , lógicamente con el fin de disponer de toda la manzana para la construcción de viviendas. El Ayuntamiento, con fecha 2 de Octubre de 1968 le concedió la licencia para ello.
Así pues, en 1969 las monjas pasaron a habitar el nuevo convento de la Calle S. Martín de Porres, con iglesia bajo la advocación de San Juan Bautista. Como dije al principio, en él han estado estos 44 años , hasta que el 26 de Octubre pasado, debido al reducido número que lo habitaban, marcharon al de Santa María de Gracia en Córdoba, sede de la Federación de Nuestra Señora del Rosario, a la que también pertenecía el de Ciudad Real.
Pues bien, de las construcciones primitivas, quedan algunos restos: la portada se encuentra reconstruida en el monumento existente en la actualidad como Puerta de Santa María. Parte del artesonado está colocado en la sacristía del Camarín de la Virgen del Prado. Algunas columnas primitivas y los azulejos se encuentran en las recientes dependencias de San Martín de Porres, y pinturas en el Museo Diocesano. En el dibujo ilustro como era el convento en la Calle Altagracia.
Francisco Blanco Mena
Retazos
Efectivamente, la piqueta y la especulación urbanística unidas a la falta de actuación de la institución Patrimonio acabó con esta belleza arquitectónica de la que solo nos quedan estas imágenes para la añoranza y el recuerdo.
No puedo ni quiero evitar recordar – con tu permiso – Francisco, el título de mi sección: «Historia de una destrucción».
Efectivamente, MArio: Historia de una destrucción.