Si en los relatos anteriores cuestionábamos las dificultades de admitir -con Domingo Clemente- una génesis constructiva fernandina (1713-1759) y un remozamiento homogeneizador en 1860 sobre la Plaza Mayor; las mismas dificultades advertiremos para soportar y admitir algunos de los razonamiento tanto del Proyecto de 1865 (‘adoptar el género grecorromano por ser el que está decorada la Plaza’), como de las reclamaciones formuladas en 1919, por parte de ‘industriales y propietarios’, en las que se expresan deseos diversos. “Se hace preciso que esa gran obra base principal del progreso de nuestra población se complemente y marche al unísono con la de “Ornato y Urbanización”, empresa que aunque difícil tiene la ventaja de que ese Ayuntamiento puede contar con el apoyo moral y material de los vecinos de esta población y especialmente los que en esta ocasión tenemos el honor de interesar que estas reformas empiecen en la Plaza de la Constitución, por la oportunidad de ser el sitio más céntrico y que más necesita de tal transformación estética”.
Si en relación al Palacio Provincial, los 28 años transcurridos habían sido capaces de producir un vaciamiento de referencias externas; 49 años parecen haber sido capaces de desmontar el razonamiento anterior de Vara y Soria, al formularse la imperiosa necesidad de acometer esas reformas que ahora, singularmente, se ubican en un nuevo horizonte de la tríada Progreso-Ornato-Urbanización, reflejando el deslizamiento de los valores anteriores, netamente decimonónicos, insertos en un universo decorativo. Por una extraña paradoja, las obras de 1868 precisaron de la retirada de la fuente pública existente en la Plaza en honor a Hernán Pérez del Pulgar, y ahora, en 1919, el horizonte del Progreso del mencionado escrito está referido a las obras de Abastecimiento y Alcantarillado; esto es a “las aguas” como meta referencial del Progreso.
Las otras razones esgrimidas, como se desprende de la memoria del Proyecto de Florián Calvo, se producen desde la perspectiva de la salubridad. Hay que hacer constar en este apartado, como ya hemos visto, la creciente importancia que va adquiriendo en la ciudad del siglo XX los conceptos derivados del Higienismo y de la Salubridad que va produciendo la Practica Urbanística y la regulación de Ordenanzas. Una Práctica, que comienza a desarrollarse desde las premisas de los Planes de Ensanche y Extensión de Cerdá primero en Barcelona, y de Castro luego, en Madrid. Problemas de Ensanche y Extensión de la población, que tendrían en Ciudad Real un tratamiento tan sintómatico como excepcional, de manos del Alcalde Heriberto Díaz Úbeda. Quien formula, el ya ciatdo ‘Salto de la muralla’; con la petensión de crear una especie de ‘Ciudad Lineal’, entre las poblaciones de Ciudad Real y Miguelturra, a lo largo de una ‘Gran Vía’ que se produciría sobre el trazado de la carretera existente. Junto al ‘Salto de la muralla’, como modelo de expansión urbana, la pretensión de Díaz Úbeda, era la de ‘paliar el problema de la vivienda obrera’ que ya tenía visibilidad social.
Puede decirse que los problemas urbanos más extendidos en Ciudad Real, tienen que ver, como venimos viendo, con la vivienda y con la salubridad. Por ello los denominados genéricamente como ‘Problemas de las aguas’ van ocupar un espacio cada vez más importante en la vida municipal y periodística del primer tercio del siglo XX. Baste recorrer la prensa del momento, para comprobar el enorme tiempo y espacio dedicado a esta ‘novedosa infraestructura del agua canalizada’. Hasta el momento, el suministro urbano se organizaba a través de diversas Fuentes Públicas, repartidas por puntos diversos de la ciudad, donde había que aprovisionarse; en otros casos se contaba con la institución de ‘los aguadores’, que por unas módicas monedas abastecían a los depósticos y algibes domésticos de agua, procedente de pozos y manatiales. Agua aportada a esas fuentes comunales, desde instalaciones incipientes y muy elementales; como ocurriera en otras poblaciones con los lavaderos, pilares, balnearios, baños y abrevaderos, que formulaban con elocuencia el carácter público del disfrute de las aguas. Desde los primeros debates en ‘Pueblo Manchego’ en 1911, hasta los trabajos de Enrique Pérez en 1917, dan cuenta de la continuidad del problema sostenido. Donde además se pleantea la procedendia de las capturas de aguas. Piénsese que hasta 1915, no se inaugura el embalse de Fernancaballero, por iniciativa de Rafael Gasset como Ministro de Fomento; por lo que se perpetúa tanto el orígen de las captaciones: ya del Arzollar, ya del Valle de los Molinos; como el mantenimiento del servicio gestionado por particulares concesionarios: ya Saráchaga, ya Picavea. Tanta importancia llega a adquirir el ‘Problemas de las aguas’ que en 1918 existe una ‘Junta Local de Abastecimiento’, tanta importancia pues, como la de las alienaciones o la de Vivienda.
“Vista la importancia y desarrollo que se observa en la urbanización de esta capital, parece natural que afecte también a la parte más céntrica como es la Plaza de la Constitución, que por efecto de su antigüedad presenta un abigarrado conjunto y muy reducida altura de sus pisos y las dimensiones de los huecos de fachada. Para mejorar estos defectos se formula el presente proyecto”.
Con todo ello queda patente, que los viejos modos del Decoro y el Ornato han cedido su lugar a otras visiones que de la mano del Progreso y de la Urbanización, plantean los valores de la Higiene, la Salubridad y la Ciudad Urbanizada. No se puede olvidar que en 1920 se crea la Comisión Municipal para elaborar el ‘Plan de Alineaciones’ y que, años antes, en 1915 se inauguraba el referido embalse de Gasset; se acometen nuevas fuentes públicas urbanas y se electrifica en 1904 la Plaza. Ahora no se interroga ya por el Género de decoración, o por el Carácter de la edificación; se formula la visión desde los conceptos nacientes de la Ciudad Urbanizada[1], donde las redes de infraestructuras y la visión del higienismo componen la malla de los nuevos intereses que emergen aunque sea tímidamente. La lectura de la propuesta de Florián Calvo, ciertamente, es tímida y parcial; al proponer sólo modificaciones altimétricas de las dos plantas superiores. El dictamen de la Comisión de Policía Urbana, con su presidente Ruiz de León al frente, pretendió implicar una transformación superior. Involucrando a las plantas bajas, extendiendo la actuación a toda la Plaza y fijando un plazo temporal de 2 años. “Pero entiende que debe ampliarse a los huecos de las tiendas o pisos bajos para que guarden igual uniformidad, coincidiendo con el promedio entre dos columnas… con el fin de ver si es posible conseguir la reforma total y dentro de un plazo máximo de dos años, pues en otro caso esta Comisión informará en sentido contrario para que no pueda llegar el caso de que en una plaza que debe ser uniforme en sus líneas en fachada resultara como una calle cualquiera en que sus edificios no se ajustan a un plano general”.
La propuesta razonada de la Comisión de Policía Urbana, no fue estimada por el Pleno, razón por la que el modelo de fachada del arquitecto Calvo, lejos de su implantación unitaria, sólo contará con dos actuaciones aisladas. Actuaciones incapaces de asumir la pretensión de la memoria cuando establecía “que cambiaría completamente el aspecto de la indicada Plaza de la Constitución”. Meses más tarde, Calvo se ve obligado -quizás como consecuencia del fracaso de las tesis de Ruiz de León- a promover un informe de sustitución de la marquesina. “Tengo el honor de poner en conocimiento del Excmo. Ayuntamiento: que visto el mal estado en que se encuentra la marquesina colocada sobre las columnas de la plaza de la Constitución y estando aprobada la reforma de las fachadas, sería muy conveniente el hacerla desaparecer. Para ello bastaría con hacer corridos todos los balcones del piso principal, dándoles una volada de ochenta centímetros sobre el filo de la pared, de modo que la solera de ellos supliera con su saliente el efecto de la marquesina y se obtendría más capacidad para las personas que desde ellos presenciaran cualquier festejo que se celebrara y muy buen aspecto estético”.
Las incertidumbres de Calvo son visibles, cuando vuelve a utilizar razonamientos pasados, vinculados a la Fiesta y al Decoro, y abandona, por contra, las posiciones de su propio informe de 1919. Incertidumbres prolongadas en la incapacidad de los rectores locales -que prolongan la oposición del vicario en el siglo XVII, o la negativa a las propuestas modernizadoras del XIX del concejal Muguiro- de promover el impulso reformador, que queda sujeto a una mínima modificación, consistente en la sustitución de los pilares de fábrica por otros de fundición. Calvo morirá en 1922 sin ver resuelto ninguno de sus proyectos de modernización urbanizadora, tanto los de la Plaza de la Constitución como los relativos al Plan de Alineaciones o a las Casas Higiénicas y Baratas.
Periferia sentimental
José Rivero
[1] En 1918 el Ayuntamiento autoriza una licencia de 30 días al Arquitecto Municipal Florián Calvo “para estudiar los adelantos modernos en el orden de la urbanización”. Libro de extractos de acuerdos Municipales, 5 septiembre 1918.