Ángel López Jiménez. POSE Ciudad Real.- Me encuentro en plena forma, a mis 35 años conservo el vigor y la intelectualidad propias de esa edad. Me han entrenado y utilizado profusamente, desarrollando mis artículos y declaraciones. Hablan muchísimo de mí los políticos y ciudadanos de todo pensamiento. No siempre bien. No siempre me respetan. Muchas veces me interpretan bajo los designios de unas ideas preconcebidas que tratan de imponer a los otros venciendo con su rodillo parlamentario y no convenciendo.
Cuando los españoles me trajeron al mundo, han dicho muchas veces, representó todo un éxito de la denominada transición política que dio lugar a un Estado democrático, descentralizado y moderno. Más allá de mi nacimiento se vivía en las tinieblas de la anti política, la represión y la tozudez de unos pocos frente a otros muchos. Aquello no era convivencia, más bien tiranía y absolutismo. Algunos, desde aquellos ridículos gobiernos, proclamaban que “la calle era suya”. Fueron superados.
A pesar de mi buena salud, es verdad que me encuentro un poco cansada, tal vez desgastada, y unos cuantos complejos vitamínicos no me vendrían mal. Algunos me defienden reclamando mi inalterabilidad, pero pienso que no soy inmutable. Hasta el nuevo Papa ya no habla de inalterabilidad de su acción doctrinaria. Lo que creo que debe ser inmutable es el consenso sociopolítico que debe existir para cambiar mis reglas de juego. No se trata de reprimir a los que rodean el Congreso, sino de no atrincherarse en el Congreso para no ser permeables a las opiniones de los demás.
Hace 35 años los españoles abrazaron el cambio, la libertad sin ira, los vientos del pueblo y las ansias de movida cultural. Hoy existe otra joven generación empujando a través de internet y las redes sociales, con una economía globalizada, un protagonismo colectivo europeo, una crisis económico-financiera y un poderío desorbitado de la corrupción. Pero, sobre todo, hoy existe una fortísima desafección política que está afectando gravemente a la credibilidad de las instituciones democráticas que represento.
Cuando nací recuerdo que se leía mucho a Gabriel Celaya opinando que “la poesía era un arma cargada de futuro”. Los políticos lo entendieron bien y hablaron “poéticamente” con el consenso necesario. Hoy el lenguaje político lo están prostituyendo, no se les entiende, no dicen lo que piensan y, sobre todo, no hacen lo que prometen. Hoy no se compite electoralmente con ideas o con iniciativas, se hace con el lenguaje. En la vida política actual se gestionan las palabras y los silencios, se gestionan las afirmaciones y las negaciones, se buscan las ingeniosidades y los lugares comunes.
La poesía y la ética se han sustituido por los eufemismos, es decir, se oculta la verdad, se explaya la opacidad, se impulsa la manipulación. Se llaman reformas a lo que son recortes, se denomina calidad educativa cuando se pretende el elitismo con las reválidas, a la represión se le titula seguridad, a la emigración movilidad exterior y al sostenimiento de los servicios públicos lo han bautizado como copago. Me temo que estamos volviendo a tiempos preconstitucionales de recorte de las libertades y de una loca carrera por la mano dura para contentar a los votantes más conservadores. ¿De nuevo alguien va a gritar “la calle es mía”?
Con mis 35 años a cuestas reclamo más autonomía para la política, entendida como soberanía de todos. Reclamo una gestión pública profesional que tenga criterios, prioridades e ideas defendibles desde una actitud ética. Reclamo un poco de coraje para que cada cual asuma sus obligaciones, liderazgos y rebeldías. Pero, sobre todo, reclamo políticos para los sin voz, para los nuevos excluidos y para todos los ciudadanos que quieren espacios más democráticos y solidarios, mirando al futuro y no al pasado. Me repugna esa política del retrovisor tan de moda hoy.
Seguramente necesito esas vitaminas, pero no quiero que me las compren con recaudaciones de tele-maratones ni con la caridad solidaria de los ciudadanos¸ las reclamo como acto de justicia al igual que todos los españoles que en estos momentos precisan lo más elemental.
¡Que nadie se dé golpes de pecho con mis artículos este 6 de diciembre hablando de amor a la Patria, lo que reclamo es Patria para todos: nuestra dignidad!
Eufemismos no. Dignidad sí, por favor.