La inestabilidad de los actores

Carlos Etxeba.- El actor es considerado como una estrella que fulgura en el cielo del arte. Puede ser admirado y aclamado por multitudes y fotografiado a todas horas por fisgones, sin que se dé cuenta. Lo lógico es que todos los actores aspiren al máximo reconocimiento, cada uno en su especialidad, aunque no todos lo consiguen. La verdad es que no hay nada más inestable que la profesión de un actor. Si la vida es una pura inestabilidad impredecible, el trabajo de los actores está marcado por una serie de condicionamientos que lo hacen francamente imprevisible.
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De todos es sabido que la función que el Grupo de Teatro Epidauro iba a representar el 18-10-2013 en el Auditorio Pedro Almodóvar de Puertollano se tuvo que posponer debido a la enfermedad repentina de la hija de dos actores que intervenían en la representación. Felizmente todo se ha solucionado y la representación tendrá lugar el próximo día cinco de diciembre. De repente todo se vino abajo. Se habían vendido las entradas; el público dentro de poco se iba a amontonar en el vestíbulo deseoso de asistir a la representación; se estaban ultimando los preparativos en el escenario para empezar la función; los muebles y los cuadros habían sido ya colocados en el escenario; los actores comenzaban a repasar nerviosamente la memorización de sus papeles, cuando repentinamente llegó la fatídica noticia. La niña había sido llevada urgentemente al hospital y la noticia cayó como un jarro de agua fría sobre todo el personal del teatro. Hubo lágrimas, palabras de consuelo y esperanza por la salud de la niña. Ahora que todo ha pasado, hay que volver a comenzar, fortaleciéndose con el escudo de la paciencia tan necesaria para el trabajo de los actores que tienen que saber digerir todo tipo de posibles situaciones e inestabilidades emocionales.

Los actores pasan gran parte de su vida en una casa muy iluminada que se llama escenario. Es una casa donde puede entrar todo tipo de gentes para observar con atención todo lo que dicen o hacen, porque se supone que los actores viven unas vidas ajenas fascinantes.

¿Qué pasa si el actor es un cómico que tiene que sonreír y reír, cuando está llorando por dentro? ¿Qué pasa si el actor nota que se está poniendo gravemente enfermo, sin que nadie se dé cuenta? ¿Qué pasa cuando diariamente el actor sufre el desprecio absoluto del público que se niega a aplaudirle o que le insulta deliberadamente? Como los actores y actrices pueden estar en los escenarios hasta edades avanzadas porque puede haber para ellos papeles disponibles aun en esas edades, ¿qué pasa cuando sienten que sus fuerzas flaquean delante de un auditorio completamente ajeno a sus problemas de salud?

Es inacabable la historia de actores que han enfermado o muerto sin poder terminar las representaciones programadas en sus contratos. Me viene enseguida a la memoria la figura de Moliere, dramaturgo y actor francés. Murió de un ataque cardíaco a los 51 años. Los síntomas del ataque aparecieron cuando actuaba en el escenario durante la cuarta representación de su comedia “EL ENFERMO IMAGINARIO”, llevando un traje de color amarillo. Como era un actor, no dejaron enterrarlo en el cementerio cristiano normal y sólo con un permiso muy especial del rey lo pudieron enterrar en un cementerio de niños no bautizados. Desde entonces se considera de mal augurio llevar en escena un traje de color amarillo.

El conocido actor español José Sancho se estaba preparando para la representación de La Amante Inglesa, cuando comenzó a sentirse afónico. Nunca pudo realizar aquella representación. La afonía era la manifestación de un cáncer que lo mataría pocos días después. Los ejemplos son innumerables.

A pesar de todos los contratiempos los actores se lanzan a la representación de las vidas ajenas intuyendo que la vida nos lleva a todos a representar un papel distinto al diseñado originariamente. Saben que el carácter de los seres humanos es infinitamente variable e infinitamente interpretable y no dejarán nunca de escudriñar la conciencia del ser humano para poder interpretarla a su manera, porque en el fondo las vidas de los seres humanos son siempre emotivas y fascinantes.

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