La temporada 2013 ya es historia. Sebastian Vettel ha cerrado su particular olimpiada con cuatro títulos mundiales obtenidos ante la mayor representación de campeones del mundo en activo y consiguiendo en este último año records y diferencias de otra época. Todos los argumentos en pro y en contra de los merecimientos del campeón alemán quedan ahora en un segundo plano ante la fría realidad de los números que son, en definitiva, los que hacen posible su comparación con los mitos del pasado, y no sólo de él se debe hablar: un campeón lo es más en función del nivel de sus rivales y los de Vettel, sin entrar en qué tipo de coche o qué sistema tecnológico de vanguardia ha utilizado, son de auténtico tronío encabezados por Fernando Alonso, el hombre que acabó con la “era Schumacher” y que, con su llegada a Ferrari, hizo presagiar su propia saga de victorias que, hasta ahora y por culpa de “Seb”, se ha quedado en tres subcampeonatos, dos de ellos “in-extremis” y cediendo el título en la última carrera.
“It’s all over now”
Decía aquella belleza de canción de Bob Dylan con una melodía que se afanaba en un cierto optimismo para el futuro, como si llegara a concluir que, acabado esto, ahora empieza otro igual o mejor de bueno. Al terminar el GP de Brasil, carrera aburrida como las nueve últimas (esas que conforman el nuevo récord de victorias consecutivas), nos queda la esperanza de que el próximo año, entre las novedades técnicas con motivo de un nuevo concepto de coche, y el afán de superación de los perdedores este año (Mercedes, Ferrari y McLaren) la dupla Vettel-Red Bull sea batible o, por lo menos, accesible, si no acosable. Motores nuevos, eliminación de ayudas aerodinámicas, la promesa incierta de los neumáticos Pirelli y el baile de pilotos y técnicos deben ofrecer una especie de “reset” necesario para una especialidad que empieza a morir de tanto éxito. Tras el quinquenio de dominación Ferrari-Schumacher y los dos años de Alonso-Renault, la Fórmula Uno vio sucesivamente los campeonatos de Räikkönen, Hamilton, Button y Vettel lo que dejó albergar un cierto regusto de los sesenta, cuando Brabham, Hill, Clark, Surtees, Stewart, Hulme y compañía, alternaban en los títulos mundiales y nadie conseguía dos consecutivos si quiera. El dominio olímpico de Vettel también lo es de los pilotos que le han acompañado en el podio final de esos cuatro años. Alonso ha sido tres veces subcampeón (2010-12 y 13), mientras que Webber tiene la miesma cantidad de terceras plazas (2010-11 y 13); dándose, gracias a este registro, el hecho de repetir por primera vez en 64 Campeonatos del Mundo un podio final ya existente: Vettel-Alonso-Webber (2010 y 2013) como queriendo hacer un paréntesis de toda una época que, como dijo el ahora tetra-campeón, valoraremos mucho más en el futuro. De esos doce puestos en el podio a que hacíamos referencia líneas arriba, y una vez quitados los diez que han copado Alonso y Webber, sólo queda un subcampeonato (Button 2011) y un tercer puesto (Räikkönen 2012), luego podemos colegir que el monopolio no ha sido solamente del campeón. Si para más abundamiento extendiéramos nuestra visión a los cinco primeros clasificados de cada año, sólo integraríamos a Lewis Hamilton… ¿Dónde están los otros dieciséis pilotos de la parrilla? Este año, a diferencia de 2012, las carreras se han repartido poco. Las trece históricas victorias de Vettel (iguala el récord 2004 de Schumacher) han dominado sobre las dos de Alonso y Rosberg y sobre las únicas marcadas por Räikkönen y Hamilton en un año donde se ha echado de menos a la escudería McLaren que, curiosamente, el año de su cincuentenario ha realizado una temporada de auténtico fracaso impidiendo a Jenson Button escalar en la tabla general más arriba de una paupérrima novena plaza con unos famélicos 73 puntos. El campeón británico seguirá el próximo año en la factoría de Woking a la espera de un nuevo rival, debutante y nórdico que quizá le exprima para mejorar o le retire definitivamente.
C’est fini
Felipe Massa, el hombre que saboreó el mundial durante diez segundos, sale de Ferrari por una artificiosa puerta grande que le ha montado su jefe Montezemolo para pagar los servicios prestados. El terrible accidente de 2009 ha pesado mucho en la carrera del piloto brasileño y obligado al equipo de Maranello a una continuidad que parecía efecto de un cierto sentimiento de culpabilidad. Felipe se marcha a Williams donde son bien venidos los “cruzeiros” que aportará la presencia del único piloto brasileño en la parrilla, justo el año del Mundial de Fútbol en la nación carioca. Su puesto en Ferrari lo ocupará Kimi “Ice Man” Räikkönen que ya, mucho antes de volver a sentarse en un coche rojo, está generando ríos de tinta con su espantada de Lotus, justificada por una operación de espalda pero sospechosamente relacionada con las deudas que el equipo de Boullier tiene con el finlandés. Kimi, haciendo honor a su leyenda está “desaparecido”, descansando en un lugar tan secreto que ni sus viejos jefes, ni sus nuevos amigos conocen. Todos los medios informativos cercanos a la F-1 se frotan las manos ante la relación que mantendrá con Alonso y sus consecuencias para el “Gran Circo”. El tercer finiquito del año es también para la categoría y es “de categoría”: Mark Webber se marcha de la F-1 con el buen sabor de boca del deber cumplido (su flema británica evitó en algún momento llegar a las manos en Red Bull) y cierta amargura por no haber podido conseguir mayores logros. En el pasado, cuando Prost y Senna coincidieron en Mclaren, uno y otro alternaron victorias y títulos, dominaron monopolísticamente la F-1 pero ambos llegaron al Olimpo… Mark llegará a Le Mans que hoy esta un escalón por debajo y los hará con otro de los mitos de las carreras (Porsche) donde sí es posible que valoren su honradez, bonhomía y elegancia. El viernes 14 de Marzo de 2014, a las diez de la mañana, hora australiana, cuando comiencen los primeros entrenamientos libres de la próxima temporada, todos buscaremos la presencia de nuestro “aussie” favorito.