María José López (Consejera de Trabajo y Empleo)
Hoy, día 28 de abril, conmemoramos el Día Internacional de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, como un intento más de los que, cada vez más organizaciones e instituciones, hacemos para informar, concienciar y formar en materia de prevención de riesgos laborales. Y conmemoramos este día, no lo celebramos como ocurrirá el próximo Primero de Mayo porque, según la Organización Internacional de Trabajo el año pasado 2004, 6.000 personas perdieron la vida como consecuencia de un accidente laboral. Por impresionante, no es la cifra lo más dramático. Lo más triste es el drama que se esconde detrás de cada trabajador que pierde la vida. Es un día triste, en gran medida, porque somos muchos los que hemos dejado a alguien en el camino.
Pero también hay que reconocer el esfuerzo a todas las instituciones, y muy especialmente a empresarios y trabajadores, que se ha traducido en que un 79% de las empresas de Castilla-La Mancha cuenten hoy con Sistemas de Prevención de Riesgos.
Es un porcentaje alto que habla a favor de los empresarios y empresarias de la región y que nos sirve de estímulo para seguir trabajando hasta alcanzar un 100% de empresas dotadas de sistemas preventivos, un 100% de trabajadores que ejercen su labor en condiciones de seguridad y salubridad adecuados y, en definitiva, un empleo de mayor calidad en el entorno de nuestra comunidad autónoma.
Nuestras directrices de trabajo han quedado definidas en el Plan de Acciones de Seguridad y Salud Laboral 2004 –2007 que reúne más de 70 acciones que los agentes sociales y el Gobierno regional hemos considerado como las más propicias para alcanzar un objetivo ambicioso pero real: que nadie salga a ganarse la vida y la pierda como consecuencia de una falta de previsión de riesgos o posibles enfermedades laborales.
Hoy, Día Internacional de la Seguridad y Salud Laboral, me gustaría pedir a todos los castellano-manchegos una reflexión acerca de que podemos hacer cada uno de nosotros para que el próximo año, este mismo día, tengamos motivos de alegría y no de impotencia. Una impotencia que surge cuando lo inevitable vuelve a suceder y frente a la que todos podemos sumar un granito de arena adoptando y divulgando hábitos de trabajo, pero también de cada momento de la vida, saludables y seguros. Nadie puede despreciar las medidas de prevención porque, despreciar la prevención es despreciar la vida.
Y me gustaría terminar con una puerta abierta a la esperanza porque creo que tenemos motivos para ello. Las razones fundamentales son dos: la voluntad política del Gobierno de José María Barreda de no escatimar ningún esfuerzo para cuidar y favorecer el recurso más valioso de esta región, el recurso humano, y la segunda, la madurez que en la negociación de cada acuerdo y cada medida concreta demuestran los agentes sociales, representantes de trabajadores y empresarios, fruto de objetivos legítimos, como son los de invertir en el futuro, que en definitiva es la inversión en prevención, o garantizar una mayor competitividad de las empresas.
Pero, sobre todo, fruto de una ética personal y una moral individual y colectiva que hace intolerable las cifras escandalosas que comunica la Organización Internacional de Trabajadores y tremendamente insufrible y doloroso cada uno de los dramas que se esconden detrás de una incidencia convertida en accidente.