Fermín Gassol Peco.- “Si quieres saber cómo es “Perico” dale un “carguico”, cuentan que decía un dirigente a la hora de saber la verdadera dimensión y valía de una persona en la que tenía que delegar, dándole un cargo de importancia. Empezaba por confiarle tareas de pequeña responsabilidad y hacía un seguimiento de su desempeño; analizaba si el puesto podía con la persona o era la persona quien superaba con su categoría al cargo a desempeñar.
Un síntoma que no fallaba era estudiar el posible cambio que experimentaba en su comportamiento. Si se mantenía como siempre, buena señal, si se mostraba altanero, ya había llegado a donde iba. Persona y cargo, talla y responsabilidad, buen baremo para saber que contiene cada cual, conocer como es cada uno.
Hace años, cuando empezaba la democracia en nuestro país, un político de la provincia que por cierto aún sigue en activo, comenzaba a hacer sus pinitos en este, digamos, desconcertante mundo. Un día estaba quien escribe tomando café con un amigo, cuando el entonces candidato a la que iba a ser y sigue siendo su bien pagada profesión, no tuvo el menor reparo en acercarse y saludarme de una manera tan desproporcionadamente efusiva que me hizo pensar por un momento cuando demonios le había salvado yo la vida. Nos conocíamos de vista simplemente pero utilizó ese pequeño trampolín para saltar a una aparente amistad inexistente. Luego consiguió salir elegido…y desde entonces ni me mira por la calle cuando nos cruzamos. Como dice un refrán castellano, “con las glorias se olvidan las memorias”. Pobres estos buscavidas de la política que hacen de ella una profesión para los restos.
Cuando alguien tiene una estatura personal pequeña cualquier cargo al que acceda, cualquier responsabilidad que ejerza supondrá para él una intoxicación mental inmediata. Sin embargo, cuando la persona tiene categoría y es válida, los cargos que pueda ostentar, por importantes que sean serán digeridos con naturalidad porque la persona estará por encima del cargo. La vanidad y la humildad, la incapacidad y la suficiencia, dos maneras de demostrar la hondura personal.
Siempre he valorado el comportamiento uniforme de las personas a través del tiempo. Aquellas que pese a ser lo que sean, hayan triunfado en la política, en los negocios o en cualquier faceta de la vida, mantienen con naturalidad el mismo estilo en su trato. Ahora vienen a la memoria amigos y compañeros que han llegado muy lejos en sus ilusiones y siguen siendo los mismos que cuando nos subíamos de chavales a los tejados. Transformar el comportamiento por mor de ser más rico o más poderoso delata una pobreza mental llena de “simplejos” que así llamo yo a los complejos de los incapaces y trincones.
La verdadera talla de cada uno la calibran siempre los que están enfrente y sin espejos. Hoy pertenecemos a dios gracias a una sociedad en la que todos estamos jugando sobre el mismo tapete de la vida ocupando unas casillas personales que poseen todas también las mismas dimensiones. Al fin y al cabo nosotros, somos piezas en este enorme ajedrez que es la vida en la que cada uno tiene una importante función, cualquiera que sea su puesto. Y es que, como reza un viejo proverbio italiano: “Después de la partida, el rey y el peón vuelven siempre a la misma caja”. Y nosotros, también.
Entre el Axioma de Perico y el Principio de Peter, vamos dando palos de ciego.Porque la verdad cerdadera, es la del otro Principio de que «Todo es empeorable». Por eso, la pasión obcecada por Lourdes y los milagros milagrosos. Aunque sean con agua.
Es lo que tiene la Ley de Murphy…en las sastrerías públicas de la política, José…aunque no siempre, que muchos están hechos de un tejido que no encoge.
Ustedes dos se entenderán… Pero yo solo quiero decirle Sr. Gassol que me ha gustado mucho su artículo. La categoría humana se demuestra siempre y los comportamientos de afectos y desafectos no deberían ser interesados. En su caso ser muy conservador no le quita ni un ápice de sentido común
Ahí le duele, ahí le duele Josué…Un saludo
No puedo estar más de acuerdo con lo escrito, Fermín, sin embargo, me gustaria hacer un comentario sobre la otra parte del asunto, me refiero a «los demás», o como se dice actualmente al entorno del «carguico». En mi trabajo, como en tantos otros estructurados de forma jerárquica y en los que el gracil dedo de alguien designa a otro que a su vez designa a otro tal cual es la administración española, no solo cuenta la actitud del designado sino la de los que le rodean; a lo largo de mi vida profesional he visto lo descrito en tu comentario como actitudes de total sumisión con el designado, alabanzas inesperadas y celebración escandalosa de cualquier comentario insulso emitido por el susodicho. No sé que tipo de fuerza o don es necesario tener para superar esta baraúnda de halagos, pero me parece que es imposible de superar, salvo teniendo la convicción de que todos estos que hoy te aplauden, mañana serán los que que te hundan, pero esto que sugiero incluso a mi me dá bastante grima.
Más claro imposible Quercus. A tenor de lo que dices…estoy ahora escribiendo un art. que titulo Los lameculos.
Va de pelotas, parásitos, sanguijuelas etc…Sí como el pelotas del chiste de D.José…aquél a quien éste le daba por donde amargan los pepinos y encima pedía perdón por darle la espalda. Puffff!!!gentecilla. Un saludo et merci.