Manuel Valero.- Había que ver la cara del director del programa. Y la de Rita Rovira, con su boca perfectamente untada de carmín, entreabierta en un asombro permanente. En la redacción de Corazón Abierto todo eran acertijos sin sentido y unos celos ancestrales hacia Trapos Limpios…¿o no?.Al fin y al cabo el espacio que conducía Lobera en vida había destrozado las audiencias y aún más, tras la súbita aparición en virtualidad digital del hasta ayer muerto y enterrado. La posibilidad de que el comunicador social hubiera urdido su propia muerte con esa variante increíble para dar aún más morbo a su programa, encrespaba a Rita. Para colmo, en Trapos Limpios… ¿o no? la trayectoria y éxitos profesionales del malogrado periodista, así como su encantadora personalidad irreverente, eran como un mar gigantesco de crudo ya refinado. Tertulias inagotables, elogios en cadena, fotografías de todas sus etapas televisivas, incluso de cuando era un niño inocente con olor a colonia, fijaban ante el televisor a millones de personas todas las tardes de todos los días, con una edición nocturna los viernes en la que desfilaba una nutrida pasarela de profesionales de los asuntos personales ajenos. Hasta Rita fue fue invitada a un encuentro en la cumbre de los más afamados rostros de la prensa rosa. Sólo cuando Corazón Abierto emitió las imágenes de la detención de Salvador Lillo, logró encaramarse al top.
Pero la difusión hasta la náusea de los segundos en los que Lobera se tiraba de cabeza al agua, vivo y coleando, rompió todos los anales conocidos. Al estado de shock que la resurrección de Lobera había sumido a los equipos de los espacios competidores, se unía una marea incontenible de llamadas, mails y mensajes a cada cual con una hipótesis más estrambótica. Mientras en Trapos Limpios…¿o no? trataban la resurrección como un montaje de alguien con la difusión de imágenes anteriores al deceso, en la competencia todo era un verdadero caos. Corazón Abierto iba a la zaga y eso era de todo punto intolerable, y una afrenta ignominiosa para Rita Rovira, cuya obsesión diaria por adelantar a diestra y siniestra el espacio que ahora conducía otro presentador accidental bajo la sombra fantasmal del gran Tony, la consumía por momentos.
– Bien, pasaremos al ataque-, dijo el director del programa.
– ¿Qué podemos hacer? Me han dicho que en todos los bares, en las tiendas de electrodomésticos, en las grandes superficies todos los televisores están conectados con los Trapos”-, se quejaba Rita. Trapos era la manera coloquial, despectiva, con la que Rita aludía a la competencia.
– Vamos a montar nuestra propia historia y a darle a ese petimetre, vivo o muerto, su propia medicina. Tanto si es un montaje como si se trata de otra cosa, vamos a desmenuzar la vida y tropelías del gran Tony, lo vamos a dejar en pelotas, de modo que no quede de él, o de lo que sea, un solo trozo que no hayamos probado.
– ¿Qué insinuas?-.Rita se sentó en el borde de una mesa dejando entrever sus bonitas piernas. Los demás miembros del equipo seguían la conversación.
– Exactamente lo que estás pensando.
– ¿Qué contemos todo… todo… lo que sabemos de…?-. Rita se quedó pensativa, como si estuviera registrando en ese momento toda la información confidencial que disponía de su adversario mediático y de su enemigo personal y de su odiado compañero de profesión.- Vaya, no me parece mala idea… ¿Pero todo, todo..?-, insistió con un punto cínico de pudor.
Sentado cómodamente en la mesa con un brazo sobre el respaldo de la silla que le abría en pequeñas aberturas la camisa azul, el director del programa se sintió como si hubiera dado en el blanco y hubiera activado el resorte de una puerta descomunal.
– Ya sabes cómo va esto. Poco a poco, pero empezaremos con algo gordo, luego estiramos el asunto y abrimos el plató a cuantos quieran venir. No me importa arruinarme con tal de superar a esos traperos. Con la escusa de que ese hombre es capaz de cualquier cosa por seguir en el centro del foco vamos a contarle a la gente cómo es en verdad ese sujeto… No vamos a dejar nada para el postre…
– ¿Y cuando empezamos?-, dijo una Rita muy motivada…
– Esta tarde mismo. Empezaremos por el dichoso video, nos haremos preguntas y se las haremos a la audiencia, luego lanzaremos el cebo: ¿Cómo ha podido el gran Tony hacer una cosa así? ¿Es que vale todo por la audiencia?
-¿Es que no vale todo por la audiencia, jefe?-terció maliciosamente Rita.
– Bien, en marcha”-. El director de Corazón Abierto se levantó, se alisó la camisa y se fue de la redacción sorteando las mesas-.Quiero un buen comienzo, Rita. De los tuyos-, ordenó antes de desaparecer.
-Será memorable-, le dijo Rita alzando un poco la voz.
Rodeada por su equipo de redacción, Rita fue distribuyendo una cascada de instrucciones, una hora después se reunió en su despacho con el plantel de colaboradores en plató y los puso en antecedentes. En ese momento sonó el teléfono. Rita puso la tele. En Trapos estaban dando una entrevista con el novio de Lobera que lloraba amargamente. No quedó claro si las lágrimas eran por las incomodidades del posoperatorio, por el asesinato de su amante, o por la enigmática resurrección de Tony. Su confusión era la de todos.
-Andrea, tú dices que Lobera maltrataba a su madre-… disparó con bala.- Empezaremos con eso.
Los colaboradores se miraron unos a otros con cara de hambre insatisfecha.