Ángel López Jiménez. PSOE de Ciudad Real.- Hace unos días leía una entrevista a César Oliva, que dejó muy buen recuerdo en Almagro. Catedrático de Teoría y Práctica del Teatro en la Universidad de Murcia, se expresaba en el sentido de entender el teatro como un estímulo para comunicarse. Cuenta él que “al teatro hay que ir porque da la posibilidad de pensar, respirar y vivir, con la principal intención de divertirse. Y porque es como un templo en el que se cuentan historias de verdad .Un lugar mágico en el que todo es posible”.
En Almagro sabemos mucho de templos del teatro o lugares mágicos: nuestro Corral de Comedias es la máxima expresión. Ahí está orgulloso de su tiempo y de sus verdades. Su rehabilitación desde 1954 fue providencial para seguir siendo un icono del desarrollo cultural desde el Barroco hasta nuestros días, incluso un atractivo para el turismo cultural de hoy en nuestra ciudad.
No siempre su uso fue racional. Por los años 60 se celebraron hasta cenas medievales para disfrute exclusivo de las autoridades y alta sociedad de aquella época. Después el sentido común se impuso y se empezaron a celebrar ciclos de Teatro Clásico que grababa Televisión Española para ofrecerlos por la segunda cadena. Ya en tiempos democráticos comenzó el Festival Internacional de Teatro Clásico a programar representaciones desde 1978, y a crecer en temporadas sucesivas, llegando en la actualidad hasta casi un mes de actividad.
En aquella primera época yo era un adolescente, pero recuerdo aquellas obras de teatro a finales de los 60, grabadas para TVE a las que podían asistir poquísimas personas, no sólo porque se filtraba a los asistentes en función de su “cualidad social”, sino por el menor espacio, ya que algunos montajes ocupaban además del escenario buena parte del patio. Los almagreños teníamos como alternativa ver la representación por un monitor de TV en blanco y negro situado en lo alto de una columna de la Plaza Mayor. Eran tiempos “predemocráticos” donde la cultura intentaba diferenciarse como acto social para la “alta sociedad” y “curiosidad” para los demás mortales. En la transición política la sensibilidad cultural cambió y se abrieron otros espacios amplios para el Festival Almagreño.
Alguno de los directores del Festival tuvo la feliz idea de desarrollar esa democratización cultural llevando el teatro y el Festival hasta los barrios almagreños, además de impulsar los espectáculos de calle gratuitos. El teatro debe ser en vivo, en cercanía, su experiencia es algo irrepetible. El Festival tenía que estar especialmente unido con los ciudadanos almagreños.
En la presente edición del 2013 esa cercanía con los barrios creo que desaparece. Mejor dicho, se camufla. Se da gato por liebre. No se ha programado “teatro en los barrios”, sino “clásicos en los barrios”. ¿Estaré equivocado? ¿Habré leído bien el programa? No habrá ninguna compañía teatral sobre las tablas de escenario alguno, en su lugar una pantalla de plasma pondrá en escena representaciones enlatadas del histórico Estudio 1.
Los almagreños volveremos al pasado a ver teatro en un monitor de televisión, no en los soportales de la Plaza Mayor, sino en los exteriores de las ermitas de San Ildefonso, San Pedro y de San Juan. ¿Me lo pueden explicar?
Alguien, cuando lea este artículo, pensará que no debo hacer este comentario, que se trata de criticar por criticar. Nada más lejos de ese pensamiento que considera la crítica y la opinión como acto pecaminoso. Igual la crítica es lealtad al Festival. A finales de los años 60 había que aguantarse, callarse y disfrutar de la comedia o del drama en el monitor de TVE. Hoy nadar en el silencio sería complicidad con una decisión cultural que, al menos yo, no comparto.
Que conste que se puede programar un recuerdo a los Clásicos del histórico Estudio 1, pero en otro formato, para cinéfilos o estudiosos, como actividad complementaria del Festival, etc. Sustituir el teatro en vivo y en directo por una pantalla de plasma es todo un fraude peligroso que camina a esa dualidad cultural de finales de los 60.
Termino como empecé, con César Oliva, el teatro como comunicación, como magia de un encuentro entre actores y público. El menor presupuesto del Festival, por muchas causas que ya analizaremos pasado el verano, no justifica este tremendo patinazo. Se pueden recortar actividades, pero no se puede jugar con la dignidad cultural de los ciudadanos. Cuidemos el ser y el parecer que tantos argumentos aporta a la literatura dramática. ¡Que en los barrios se disfrute el teatro y no algo que se le parezca!