Este título que bien podría pasar por el de un “spaghetti-western” o alguna de aquellas películas “S” tan habituales en los ochenta, no es sino el resumen bien humorado de las carreras disputadas el pasado fin de semana.
The Doctor
Valentino Rossi, italiano, heptacampeón del Mundo de 500cc/MotoGP, poseedor de la mayoría de récords sobre dos ruedas, de regreso a Yamaha tras un periplo desértico en Ducati, renacido en Qatar este mismo año con una carrera soberbia que le llevó al podium, apagado desde entonces en problemas menores y que el sábado en Assen firmó su 106ª victoria deslumbrando a todos los presentes por la autoridad con que se deshizo de las Honda de Pedrosa y Márquez que, en los primeros giros, osaron interpelarle. Rossi condujo como el pilotazo que es en la “catedral” del pilotaje, Assen; su victoria comprime la cabeza de la tabla clasificatoria máxime cuando sus rivales más alejados (Pedrosa y Lorenzo) quedaron inversamente relegados, cediendo un buen puñado de puntos. Detrás del genio, Márquez bordó otra actuación a la caza y, tras merendarse con patatas a Pedrosa, resistió los empujones de un emergente Crutchlow y se coronó segundo, esta vez sin cometer niñerías que comprometieran su resultado.
El Paciente
Jorge Lorenzo, todo corazón y profesionalidad encima de una moto. El jueves, en los libres del GP de Holanda, se fue por los suelos sobre una pista extremadamente resbaladiza, fracturándose la clavícula izquierda y diluyendo “a priori” sus esperanzas de buenos resultados en, al menos, las tres inminentes carreras del campeonato lo que, habría dado una autopista al título pata Pedrosa y Cía. Pero, a grandes males, grandes remedios: Jet privado a Barcelona (que es bona, si la bolsa sona), operación de madrugada en la superclínica X y retorno a Assen para ser evaluado, brazo en cabestrillo, y permitírsele competir en la carrera del sábado. Los doctores del Mundial (excepción hecha del Rossi) le autorizan, y Jorge se planta en la carrera dando muestras de un coraje y una forma físico-mental encomiables que, tras no poco avatares y sabiendo en cada momento qué hacer con su maltrecho hombro izquierdo, le llevó a la quinta plaza final, justo detrás de su rival Pedrosa al que sólo entregó dos puntos de un previsible botón de veinticinco (contando con que Dani hubiera ganado). El paciente traumatológico acabó llorando (¿dolor, emoción, pose?) en el parque cerrado y saldó su fin de semana más conflictivo con daños mínimos; ahora descanso, fisioterapia y dentro de dos semanas a Sachsenring, rapidísimo trazado alemán en el corazón de Sajonia que pondrá a prueba nuevamente a este personal forjado, no sabemos si en las Islas del Hierro o en los confines de Invernalia.
El Chino
No creo incurrir en delito de xenofobia si traigo a colación esa frase tan española de “estar más cabreado que un chino”, sobre todo porque no sé si los ciudadanos de esa extensísima República Popular, tienen la exclusiva mundial del CABREO, así con mayúsculas lo que, de ser cierto, convertiría a muchos de los pilotos que compitieron sábado y domingo en las catedrales del motor, en naturales de Shanghai, Beijing, Hong Kong o cercanías. ¿Os imagináis el cabreo de Lorenzo nada más saber que se había fracturado la clavícula? ¿Y el de Alonso cuando las presuntas mejoras de su Ferrari no eran sino pifias una tras otra? ¿Podéis comprender la “mala leche” con la que acabó el GP de Holanda Pedrosa, tras verse superado por Márquez y Crutchlow y sacar dos míseros puntos a su rival Lorenzo? Basta de interrogantes, el cabreo pasó de Holanda a Inglaterra y volvió de ésta a aquella durante los cuatro días que duraron las carreras. Hamilton lideraba el GP de Gran Bretaña tras marcar una “pole” de ensueño el sábado, marchaba a un ritmo envidiable por delante de Vettel que, se había comido a Rosberg en la salida y, de pronto, el neumático trasero izquierdo se destroza, dejando a Lewis en una retrasadísima 14ª posición y más cabreado que…
Vettel hereda el liderato, sus oponentes en el Mundial están lejos, con Alonso y Räikkönen en discretas 8º y 9ª plazas; su Red Bull no se come las ruedas como los Mercedes y McLaren; su ritmo de carrera le protege de las salidas de los “safety-car” y los reventones de otros oponentes (el de “Checo” Pérez creó u auténtico caos y traerá severas consecuencias); todo pinta bien para el tricampeón, cuando faltando una exhalación para la bandera a cuadros, su caja de cambios cede y lo deja tirado y cabreado (otros chino más). Sutil y Ricciardo, tipos poco habituados a transitar por la vanguardia de las carreras se frotaban las manos: sus estrategias y sus ruedas iban viento en popa, sin reventones, sin errores, sin futuro porque serían pasto de los depredadores que, tras el segundo “safety”, se abalanzaron sobre ellos y, al grito de “humo al guarro”, les asaltaron: primero Webber para marcar un segundo puesto tras el heredero Rosberg, después Alonso que había comprado un cupón de la ONCE con el tercer escalón del podio y más tarde Hamilton, Räikkönen y el muy cabreado Massa que, al inicio de la carrera también vio destrozado su neumático trasero.
Los espejismos
“Imagen o representación engañosa de la realidad provocada en la mente por la imaginación o por la interpretación errónea de los datos aportados por los sentidos.”
Dícese, según los críticos, de la victorias de Rossi en Assen y Rosberg en Silverstone, así como la tercera plaza de Alonso en esta última pista. Por extensión, y visto lo visto, dícese del rendimiento de los neumáticos Pirelli de Fórmula Uno. La cursiva es correcta, pero lo otro es fruto de nuestra cosecha, con fundamento. ¿Qué hubiera ocurrido si Lorenzo hubiera estado presente en Assen y salido desde la “pole” como apuntaban sus tiempos hasta que se dio el “leñazo”? Es entrar en cábalas e hipótesis para todos los gustos pero resulta claro que la Yamaha del mallorquín es superior a la del italiano, sin contar con que el punto competitivo de Rossi está en otra dimensión menos rutilante que la de Lorenzo. Tras su carrerón de Qatar, Rossi ha acumulado resultados discretos, más preocupado en si Bautista le embiste por la izquierda que pos atacar a los jóvenes cachorros Crutchlow, Bradl, Márquez etc. Si se engancha o no a la lucha por el título será motivo de sesudas opiniones sobre su posible “segunda juventud”, si no, espejismo.
Rosberg ganó en Mónaco sin paliativos y sin ser el más veloz sobre la pista; venció ayer en Silverstone tras las averías de Hamilton y Vettel y una vez que Webber se descartó en la salida con un retraso de doce plazas; aunque ya hay interesados que le pregunta por su asalto al título, la ascendente mecánica de Mercedes será mejor aprovechada por Hamilton que por él, a poco que el británico empiece a mimar las ruedas y no cometa tropelías. Vettel sigue siendo el líder, ahora con menos puntos sobre Alonso merced a esa suerte que esta vez le dio la espalda y lo dejó con cero “points” en el casillero, por primera vez en el año. El piloto de Ferrari, en cambio, tuvo esta vez de cara a todos su hados: tras una decepcionante calificación, donde afloraron los viejos demonios de la marca italiana, la carrera fue perfectamente visionada en estrategia, de modos que de cada inconveniente ajeno, Fernando sacaba petróleo y, tras el ya citado último “safety” se marcó un “sprint” de cuatro vueltas que lo llevó del octavo al tercer puesto ante el éxtasis de la grada ferrarista. Pero que nadie se llame a engaño, ceder segundo y medio sobre la “pole-position” de Mercedes el sábado es un gran problema; el podio, un espejismo.