Fermín Gassol.- En todos los movimientos que se producen de cualquier índole, a su excesivo auge o flujo le sobreviene semejante reflujo de manera inexorable. Así en economía las “pleamares y bajamares” se dan con tarifada frecuencia siendo más acusadas si los aires han soplado de manera incontrolada.
La vida siempre se ha comportado de todas las formas posibles excepto la de ser una tranquila balsa existencial. Hasta en los momentos en que los poderes parecían tener todo controlado…a decir de Sabina, siempre existió el “vientecillo de la libertad” para rizarla.
Resulta cuanto menos sorprendente que se tenga por costumbre recurrir a la opinión de eminentes sabios en determinadas materias para acabar extrayendo conclusiones de patio de colegio. La última que he leído de esta guisa es la realizada en un diario de tirada nacional a un eminente economista en la que se deduce como novedosa y sesuda conclusión que “la austeridad total….lleva a la pobreza”.
Lógico que la austeridad a la que se refiere el entrevistado no es la austeridad por opción, sino como imposición. Es el apellido que las diferencia como modo de vida u obligación por carencias económicas. Si nadie es capaz de crear riqueza, imposible que la sociedad pueda sobrevivir en otro estado que no sea la pobreza. Otra cosa es ver en qué grado de austeridad o riqueza se debe mover esa sociedad para que mayoritariamente rule; que dicho sea de paso creo que este es el nudo gordiano del problema. Establecer una confortable velocidad de crucero, en torno a la cual todos podamos vivir de manera cómoda.
La idea de ganar dinero en clave de “mí”, pensando que…a los demás les den…por el “do, re, fa, sol, la, si”….…es una forma nada ética y muy torpe de interpretar cualquier “partitura económica”. No me cansaré de repetir desde la pequeña atalaya que me ha procurado los años en los que me dediqué a comprar y vender dinero, que, en el momento que cualquier comportamiento se empieza o acaba apartando de lo ético…mal vamos. Y no me refiero, como muchos confunden, a un comportamiento religioso, que ese sería otro tema y no menor a tratar. El comportamiento ético al que quiero apuntar es al que hace que las cosas trascurran de una manera natural sin ser obstaculizadas o desnaturalizadas por las vallas de la codicia. Como contestaba a un interesante comentario de “Blister” en un artículo anterior…la economía para ser un valor positivo ha de ser ética, de lo contrario se convierte tarde o temprano en arma arrojadiza, ladrillazos en este caso, de unos contra otros, de muchos unos contra otros más bien pocos.
Y siguiendo con la entrevista, no todo en ella eran nociones de parvulario económico, que por algo se realizaba a alguien que sabe de esto; una de sus afirmaciones refleja, creo de manera muy simple y nítida, el porqué de lo que ha pasado años atrás. El docto entrevistado mantiene que “los abusos financieros han destrozado la economía real”.
En esta borrachera financiera, prosigo yo, en la que durante los años 2000 a 2008 estuvimos sumergidos, los principios básicos bancarios de prudencia en las inversiones estuvieron guardados bajo siete llaves. Parece mentira que los máximos dirigentes de las entidades financieras, personas con unos currículum impresionantes se olvidaran al olor del dinero de las asignaturas troncales de la carrera.
Hay que reprochar a las entidades financieras en este desaguisado dos cuestiones. La primera, el alegre modo de prestar el dinero. Un dinero que estaba muy barato y al que se le acabó perdiendo el respeto. Se prestaba con una facilidad asombrosa y se solicitaba con igual alegría también. Y segunda cosa a reprochar; que los bancos comenzaran a idear productos de ahorro muy sofisticados que contenían no pocos riesgos, según hemos visto ahora y que interesaba colocar para tapar sus vergüenzas de falta de liquidez. El banco vendía lo que a él le interesaba y no lo que el cliente necesitaba y si lo hacía, era a costa de meter en el paquete lo primero. Un ejemplo sangrante de esto han sido las Participaciones Preferentes.
Este incalificable comportamiento de las entidades financieras, jaleado de manera irresponsable e interesada por especuladores del suelo, políticos y sindicatos, hizo que el crecimiento económico fuera incontrolado, disparatado, apresurado, un desmadre en el que la codicia fue su motor y la inmoralidad el habitáculo para celebrar lo que ahora sufrimos. Hoy estamos padeciendo el profundo reflujo de lo que fue un desorbitado flujo, con las arenas y los bolsillos llenos de los detritus arrojados por la voracidad de un mar económicamente emputecido.
Un artículo Fermín sumamente expresivo de lo que nos ha pasado. Un saludo
Siempre que pienso en esto…acabo sacando la misma conclusión: Se le acabó perdiendo el respeto al dinero. Triste que para que algo sea valorado en este mundo…tenga que mostrar los dientes, que en el caso del dinero son los intereses, o sea su precio. Si el precio es bajo…no se aprecia. Y si es caro, se le teme. Así de triste y descorazonador.
Sr. Gassol, no es codicia, ni desmadres ni inmoralidad; es capitalismo. La teoría del capitalismo es que esa codicia genera una asignación de recursos eficiente y justa, cosa que las casas vacías y la gente sin casa desmienten.
Un saludo.
Es cierto lo que dices «madrededios». Pero ¿Quién hace diez años, exceptuando a funcionarios y algunos más, no se subieron a este carro del neoliberalismo capitalista? Hubo un momento en que la «borrachera económica» fue casi general…y es que a nadie le amargaba conseguir el dinero de una manera relativamente fácil.
Un saludo y gracias por tu comentario