Fermín Gassol Peco.- Hacía tres años que no me acercaba a contemplarlas. La última vez que las visité lo hice acompañado por unos amigos holandeses que querían conocerlas; ¡será por agua! pensé, pero lo cierto es que se marcharon encantados de su belleza. Como entonces, hoy Las Lagunas se muestran en todo su esplendor y bravura con ese semental de la naturaleza que es el Hundimiento. Pura delicia para la vista y el oído.
Naturaleza brutal y desbordada la del agua corriendo, saltando, galopando, gritando sin pudor por donde le apetece que para eso está en su inmensa casa que es el campo, sin pararse a respetar construcciones indebidas, caminos artificiales, ni siquiera los accesos que el nivel de unas timoratas y domésticas lagunas permitían.
Las Lagunas de Ruidera, se revisten de verdes tonos de agua y flora que el sol hace tañer para deleite de la vista. Verde plomo el de la encina, verde craso el de la higuera, verde oscuro el de frutales silvestres, verde tenue el del enebro, verdes vivos los de sauces, fresnos y zarzales, verde plateado el del álamo gigante. Verdes propios de pinos, cipreses y sabinas. Impresionante sinfonía de tonalidades interpretada con instrumentos de madera y viento, salpicadas con pellizcos de gotas esmeraldas que desprenden las lagunas en su sonoro y apresurado movimiento.
Es la fiesta del exceso y la verdad en estado puro. Naturaleza viva que el hombre admira y aplaude en su interior. Personas de todas las edades las contemplan cada día para beber su espléndida belleza. Desde los jóvenes de ochenta años hasta los infantes de marina de agua dulce que con palos y piedras salen “pitando” en cuanto bajan de los coches para realizar sobre la superficie de los cauces, imaginarios dibujos y lanzar pequeñas y sonoras bombas de ilusión.
Los caprichosos desniveles que se dan entre algunas de las quince lagunas sirven para que nos encontremos con un precioso espectáculo de luz y sonido plenamente natural. Desde la Blanca hasta la Del Rey, pasando por La Conceja, Tomilla, Tinaja, San Pedro, Redondilla, Lengua, Salvadora, Santos Morcillo, Batana y Colgada. Todas ellas rebosando de agua y hermosura. Claridad cristalina de agua fresca donde las nubes se recrean, tiñéndolas de verde, azul o gris, al capricho de sol en ese instante.
Y por último, el Hundimiento como grave despedida hacia el Pantano de Peñarroya. Con el epílogo de un agradable paseo junto a las tres de la Morenilla, Coladilla y Cenagosa escuchando el canto del carricero tordal, las Lagunas de Ruidera nos ofrecen un sereno y bucólico hasta siempre.
El texto es muy bonito…pero las fotos, es que dan ganas de bebérsela….
Precisamente ayer domingo pasé el día con la familia allí… imperdonable no visitarlas. Todas rebosan. Un lujo paisajístico.
¡Efectiviwonder! Perseguidor. Estas fotos las hice el pasado viernes. Un saludo