Hay cosas impredecibles (o no tanto dado el lugar en el que ocurren) que son un incordio ante los asuntos perentorios que hay que atender pero que dice mucho de la desidia general. El llamado «géiser de Bolaños» lleva ya más de dos meses regando generosamente la tierra con un caudal y una altura nada despreciables. Desconocemos, porque no somos técnicos ni geólogos, qué es lo mejor en estos casos, si dejarlo hasta que se «acabe» o tomar otro tipò de medidas como encauzarlo u otra que pudiera dar utilidad al agua derramada, o para evitar perjuicios a terceros, o si la propiedad donde surgió es responsable. Por otro lado está el problema de la empresa donde ha surgido con los ayuntamientos vecinos para enganchar en el colector que aun sigue, como le chorro. Es un fenómeno natural pero capaz es de tirarse el «géiser», una buena temporada con el grifo abierto mientras lo miramos sin hacer nada. Al tiempo.