Estanislao Z. Navas.- Siguiendo los estudios de Carlos y Miguel Parrilla sobre genealogía de Ciudad Real (“Linajes y blasones de Ciudad Real”), y sobre todo, el de Juan de la Barreda y Acedo – Rico (“Viejos linajes de Ciudad Real”), podemos adentrarnos en el mundo de las casas nobiliarias, más concretamente en lo que respecta a nuestra localidad, Ciudad Real. Así, como ejemplo de ello se encuentra nuestro personaje protagonista de hoy, don Juan Acedo – Rico y Medrano, séptimo Conde de la Cañada, Grande de España, Gentil – hombre de la Cámara de S. M. con ejercicio y servidumbre, Comendador de la Real Orden de Carlos III Capitán de Infantería retirado, Diputado a Cortes en 6 legislaturas, Senador del Reino, etc. Como todos habréis supuesto fue el propietario de aquel edificio tan singular que se encuentra flanqueado por las calles de la Lanza y de la Mata: la Casa del Conde de la Cañada.
La Casa, Palacio o Mansión blasonada muestra un edificio en el que se observan dos partes claramente diferenciadas tanto cronológica como morfológicamente, observándose la parte de la derecha como resto de un edificio neorenacentista bastante transformado.
Así, esta Casa – Palacio del siglo XVII, reedificada a principios del siglo XX, muestra conservado un balcón de estilo colonial en madera y acristalado, con escudo de armas sobre la esquina, además de que su portada aparezca blasonada. A ello, cabe sumarse el hecho de que este edificio se encontraba en una de las puertas de la Judería de Ciudad Real, la calle de la Sangre, actual calle del Conde de la Cañada.
El titular de esta morada, don Juan Acedo – Rico y Medrano, Amat y Maldonado
, fue señor de la Casa de Acedo – Rico y VII Conde de la Cañada, era capitán del Regimiento de Infantería Reserva de Montoro, y durante seis legislaturas (desde el 9 de Mayo de 1896 hasta el 16 de diciembre de 1903) de la Restauración Borbónica en España, fue diputado de las Cortes y Senador del Reino, por la provincia de Ciudad Real. Fue un Gentil – hombre, de confianza del Rey, teniente general, y fue nombrado Senador Vitalicio. También fue director de la Guardia Civil. Poseía grandes fincas en Pozuelo de Calatrava y Almodóvar del Campo.
Natural de Ciudad Real, siendo bautizado en la Iglesia de San Pedro el 31 de enero de 1851, solicitó el 7 de noviembre de 1877 Real Licencia para contraer matrimonio con doña María Manuela Jarava y Muñoz, Antolínez de Castro y Antolínez de Castro, y un 26 de noviembre de dicho año firmóse por S. M. el Real Despacho, con el que se concedía dicha autorización.
Así, la boda pudo celebrarse el 6 de enero de 1878 en la localidad de La Solana (Ciudad Real) tal como atestigua su partida de matrimonio.
Doña María Manuela Jarava y Muñoz, Antolínez de Castro y Antolínez de Castro, Valdés Fernández de Córdoba y Perero, Pantoja Ponce de León y Pando, pertenecía por todas sus líneas a casas de la primera nobleza castellana y andaluza.
Por lo que respecta a don JuanAcedo- Rico, Amat y Maldonado, Conde de la Cañada, Grande de España, Gentil – hombre de Cámara de S. M., Diputado, Senador, etc., y doña María Manuela Jarava y Muñoz, Antolínez de Castro y Antolínez de Castro, tuvieron como descendencia los siguientes hijos:
- Don Rafael Acedo – Rico y Jarava, Medrano y Muñoz, que fue el octavo Conde de la Cañada,
- Doña María del Prado y Doña María Josefa Acedo – Rico y Jarava, que fallecieron solteras sin sucesión,
- Doña Pilar Acedo – Rico y Jarava,
- Don Fernado Acedo – Rico y Jarava, Medrano y Muñoz,
- Don Manuel Acedo – Rico y Jarava, Medrano y Muñoz, y
- Doña Dolores Acedo – Rico y Jarava.
Tras esta vida tan intensa, don Juan Acedo – Rico otorgaba testamento en Ciudad Real el 13 de noviembre de 1902, ante don Serafín Ardila y Sande, Notario Público, y falleciendo en dicha ciudad el 8 de agosto de 1904 a la edad de 53 años.
En cuanto a su residencia, de estilo neorenacentista, cabe destacarse sobremanera su balcón colonial realizada en madera y que se encuentra acristalado en la actualidad, coronando una portada blasonada, aristócrata y señorial.
Sobre la portada se encuentra un escudo familiar y nobiliario (ver fotografía) desde la fecha de su construcción, del que se puede hace la siguiente descripción tal y como indicar Carlos y Miguel Parrilla:
“Trátase de un escudo labrado en piedra, en buen estado, perteneciente a la primer mitad del siglo XIX, y que se halla situado en la fachada número 11 de la calle de la Lanza.
El blasón que se observa es atribuible al enlace entre Ramón Benítez de Alfariz y la V marquesa de Torremejía, doña María del Carmen Osorio Ibáñez de Leyva, mostrando un cuartelado que aparece dividido en las siguientes partes:
- En plata un león de gules.
- En oro un castillo de gules surmontado de una cruz flordelisada de lo mismo y acostado de cuatro canes de sable dos a dos en palo.
- En el cortado se diferencian: en gules dos fajas de oro; en oro un castillo de gules.
- En azur trece bezantes de oro en tres palos de a cuatro y uno en punta, y bordura de gules con diez castillos de oro (los esmaltes 1 y 3 son supuestos)”
Por la parte posterior a esta portada se observaba un bello patio columnado y una escalera. Ambos son, al igual que las demás partes del edificio, de arenisca.
Del blasón descrito cabe señalar lo siguiente:
“En la calle del Conde de la Cañada, esquina Lanza, se encuentra una fachada, resto bien conservado de la antigua mansión blasonada con dos piedras armeras, una esquinera y otra empotrada en la clave de la portada. El primero de los blasones corresponde a los linajes de Rodríguez de Ledesma, Bedmar, Dávila y Salazar; el segundo, más difícil de asignar, puede relacionarse con los marqueses de Torremejía. La portada está declarada de interés cultural con categoría de monumento por decreto 18 / 1992 de 19 de febrero.
Con las primeras referencias encontramos al caballero de Santiago Francisco Rodríguez de Ledesma, natural de Ciudad Real, casado con María Salazar, a cuyo matrimonio se le conoce un varón:
I) Luis Rodríguez de Ledesma y Salazar, procurador y alcalde de la Santa Hermandad local, casó en Villafranca el 24 de febrero de 1693 con Serafina López Guerrero; tuvieron al menos dos descendientes:
1.- Francisco, emparentó con una hija de los señores de Picón, apellidados Dávila Estrada y Bedmar. Estos podrían ser los titulares del blasón labrado en el campo del escudo esquinero.
2.- Teresa, casada en Almagro con el alguacil mayor de la Inquisición José Osorio Mejía Narváez, segundo marqués de Torremejía, por herencia de su hermano Gaspar. El escudo situado en el centro de la portada puede corresponder a Ramón Benítez de Alfariz, esposo de la V marquesa, María del Carmen Osorio Ibáñez de Leyva, heredera del título desde el 9 de noviembre de 1834. El escudo presenta el primer cuartel, con las armas de Benítez de Alfariz; en el segundo las de Osorio, con los dos perros de los Leyva (apenas visibles y por ello dudoso); en el tercero pueden estar las bandas de los Mejías; y, en el cuarto, los roeles de Narváez, todos apellidos de la marquesa. Es preciso señalar que no existe seguridad en la asignación. El escudo podría datarse por la primera mitad del XIX.”
Por otro lado, en la misma esquina de las calles de la Lanza – Conde de la Cañada, se observa un escudo (ver fotografía) que tiene la siguiente descripción:
“Trátase de un escudo esquinero labrado en piedra que se halla en buen estado, correspondiente al siglo XVIII, y que se encuentra situado en la fachada número 11 de la calle de la Lanza.
El blasón que se muestra cabe atribuirse al enlace matrimonial de don Francisco Rodríguez de Ledesma y Salazar con una hija de los señores de Picón, apellidados Dávila Estrada y Bedmar, mostrando un cuartelado con la siguiente estructura:
- En azur un aspa de oro cantonada de cuatro flores de lis de plata, bordura de gules con ocho crecientes de plata.
- En otro tres cornetas de sable enguichadas y en palo.
- En azur diez bezantes de plata en tres palos de a tres y uno en punta.
- En gules trece estrellas de oro en tres palos de a cuatro y una en punta. En punta un león de gules.”
Hemos descrito la parte más representativa de esta fachada, mas cabe indicar que a ella habría que unir no sólo la reja perteneciente al siglo XX, sino ya en su parte izquierda cabe mencionar un edificio más moderno de principios del siglo XX.
En suma, la parte de la derecha estaría construida por piedra sillar compuesto por un primer cuerpo remarcado con dos pilares y un dintel a modo de portada, mientras que la parte izquierda del edificio es de ladrillo rojo, muestra una fachada regular que se encuentra compuesta de dos plantas y un pequeño cuerpo elevado por encima.
Ambas plantas quedan divididas por una línea de imposta con decoración geométrica y los huecos enmarcados por una decoración de ladrillo y azulejos.
Así, al igual que la portada de la Casa Aguirre, declarada de interés cultural con categoría de monumento, el entorno está incluido en la declaración de Bien de Interés Cultural.
Apabullante documento.
¡Madre mia…! De verdad – y no broma – que me quedo sin palabras. ¡Como es posible tantísima información y tan correcta!
Me siento orgulloso de colaborar contigo.
Siento nostalgia al ver la imagen con el puesto de golosinas en la esquina… entonces no habia tráfico, ni zona azul, si no paz y tranquilidad…
Me alegro don Fermín de ser digno de tales elogios!!! Un saludo
Luis es un auténtico honor y, más aún, un placer, el poder colaborar contigo, pues yo en estas cosas de patrimonio y de reivindicaciones soy un recién llegado y el que me das lecciones eres tú a mi. Muchas gracias de nuevo
Muy agradecido por tu loable trabajo sobre un edificio emblemático de Ciudad Real. Que pena, que de otros no podamos tener este legado físico.
UN saludo
Gracias Manuel, pero esto sólo es un granito de arena, las instituciones -capitaneadas por la clase política se sobreentiende- y los agentes sociales (por ejemplo, los empresarios deberían invertir más en la mejora de su patrimonio si las instituciones utilizan la vía de la desgravación fiscal para alentarles) son los principales protagonistas a la hora de poder conservar dicho patrimonio, la gente común como yo sólo puede utilizar este tipo de vías para informar y concienciar a la gente de lo que tiene alrededor y así poder exigir a las instituciones un mayor cuidado, prevención, rehabilitación o restauración -la fórmula variará según los casos- del patrimonio aún existente