Que un alcalde se ofenda porque le digan facha es tan ridículo como el mismo hecho que se lo digan. Mientras el progre no ponga el reloj en hora y considere que la palabra «facha» no es la fórmula mágica que desarbola al enemigo en el silgo XXI, y el presunto facha deje de considerar a los enemigos como «rojos» redivivos de antaño en el siglo XXI, este pais no va carburar never, never.,never. Así que tanto Ortega como Bódalo debieran comprometerse a actualizar el debate y la dialéctica política y a dejarse de tanta viscera personal. ¿Se extrañan de que la gente está hasta el mondongo de políticos? Pues ahí tienen una prueba. No es extraño que la política mejor valorada sea la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Saenz de Santamaría, una política con más tendencia al acuerdo y a la calma que a la crispación. Por algo será.