Abril no sólo es el cuarto mes del año Juliano y Gregoriano, sino que es, en la sucesión narrada de meses anuales, el último mes en llevar en su seno la letra R. Una letra que desaparecerá hasta las marcas presentidas del otoño septembrino. Como si la letra R mostrara de suyo, una incapacidad para convivir con el calor que surge en las carpas primaverales abrileñas y se estira por el estiaje. Abril, no sólo es uno de los cuatro meses incompletos, sino que aparece descolocado en su sitio; ya que en origen era el segundo mes del año del antiguo calendario romano. Hasta que el Rey Numa Pompilio, hacia el 700 antes de Cristo, decidió añadir, sin razón visible ni aparente, a los meses callados y fríos de enero y febrero, quedando por ello Aprilis en cuarto lugar de la serie anual. Sin que se conozca con detalle, el origen de la palabra Abril. Ovidio lo relacionaba con el verbo Aperire (‘Abrir’), por todo lo que se abre (Aperilis), en este mes: primavera, tierra floración y espíritu. Otras opiniones proponen su origen desde el griego Aphrós (‘Espuma’), desde la forma Aphrilis, vinculada con la palabra Aphrodíte, que lleva dentro la Espuma y su significado.
Pese a toda la eclosión de su origen y su nombre, hay otras extrañezas en el mes de cambios y de aguas; de nubarrones y floraciones; de margaritas y diamantes. “Abril, de todos los meses el más cruel,/ engendra lilas de la tierra muerta, /mezcla memoria y deseo, mezcla/ insensibles raíces con lluvias primaverales”. Esa es la parte más conocida del poemario de Thomas Stearns Eliot, ‘La tierra baldía’ de 1922. Cuando, bien cierto es, que abril es el mes de cierta plenitud agraria, pese a la mirada contrita y pesarosa del poeta que advierte de su carácter yermo y estéril.
De forma inversa opera Carlos Cano en su letra de ‘Luna de abril’. Donde el carácter inaugural y vivificador se opone a la pesarosa melancolía de Eliot. Por ello enuncia Carlos Cano las sensaciones que, ocultas en otros meses, se nos muestran en abril. “Abril para vivir abril para cantar/
Abril flor de la vida al corazón/ Abril para sentir abril para soñar/Abril la primavera amaneció”. Que anuda y prolonga con el canto, la floración, el sueño y el amor manifestado. “Abril para vivir abril para cantar/ Abril la primavera floreció/Abril para sentir abril para soñar/Abril para encontrar un nuevo amor”. De forma parecida señala García Lorca en su ‘Canción primaveral’ los conflictos de la ternura y de las sensaciones frías del duzor: “Salen los niños alegres/ De la escuela, / Poniendo en el aire tibio/ Del abril, canciones tiernas. / ¡Que alegría tiene el hondo/ Silencio de la calleja!/ Un silencio hecho pedazos/ por risas de plata nueva”. Un silencio ¿invernal?, despedazado por las cantarinas risas nuevas de plata que ya anticipan otros contrastes de huesos que se enuncian al final del poema: “¡Abril divino, que vienes/ Cargado de sol y esencias/ Llena con nidos de oro/ Las floridas calaveras!”.
Por eso la creencia de la pérdida o del robo, como la que justifica Joaquín Sabina: “¿Quién me ha robado el mes de Abril?/ ¿Cómo pudo sucederme a mí?/ ¿Quién me ha robado el mes de Abril?/ Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón”.
«Mucho más allá de mi ventana
las nubes de la mañana son una flor
que le ha nacido a un tren
Un reloj se transforma en cangreso
y la capa de un ciejo da como
una tempestad de comején»
Canta el poeta Silvio Rodríguez. La metáfora de los dias más largos en ese reloj que se acangreja es espectacular. El tema se titula «Como esperando abril» y aunque tiene también un transfondo de epopeya ( en abril le dieron los cubanos al Tio Sam en Girón) me quedo con la plástica abrileña del poema.
Tendremos que hacer una recopilación de textos y motivos abrileños. Para poder seguir viviendo, aunque el reloj sea un cangrejo.
Abril, 14 de abril. JEJEJE.
Muy bonito José.
No sólo 14 de abril de 1931. También 25 de abril de 1974. Incluso, habrá nostálgicos del franquismo, que citen el 1 de abril de 1939. Hay de todo y para todos. Incluso lilas florecidas.