El remiendo del AVE

Raquel González Díaz de la Campa

  
El viajero ¿acaso viajante? habitual de Ave, a modo de caracol cargando con lo necesario para pasar el día fuera de la ciudad natal, un picnic laboral en el que no hay cabida para los despistes ni los olvidos, ellos, mundo aparte que comparten la sobremesa curioseando a aquellos otros viajeros que no pertenecen al día a día, élite que ha visto crecer las palmeras de la estación de Atocha; ese personajillo que se inmiscuye en nuestras vidas como si tal cosa, que temporalmente forma parte del tapiz madrileño sin permitir que lo absorba la vorágine de la ciudad, porque, después de todo, su descanso y su vida se mantienen muy lejos de aquí.

   Atrapados por el tiempo de los horarios, a mi se me presentan como seres aglomerados que hacen pequeñas incisiones ocasionales en nuestra ciudad, pelotón que se descarga a primera hora de la mañana, para desperdigarse por esas calles que conocen tan bien como las propias y recogerse de nuevo a la caída del sol.

   Hombres y mujeres beneficiados de estos tiempos que avanzan que es una barbaridad, que gozan de tener dos vidas, que sufren porque su vida se divide en dos mitades, partidos ellos y partidas también sus vidas en canal por el importado nine to five, importados ellos mismos por la necesidad de penetrar en la gran ciudad; todos ellos apelotonados ahora bajo el techo de la indignación, de la incomprensión, observados a través del cristal de la indiferencia que presentan los cientos de viandantes que circulan cada día por nuestra madrileña estación de Atocha…

   – Ya estamos como siempre, y es que no hay día en el que no organicen jaleo – Si, pero sabes que está pasando?? – Ni lo sé, ni me importa, aquí todo el mundo se queja por cualquier cosa, ya esta bien – No sé, me han dado este papel, parece que dice algo de RENFE – Ya, serán cuatro chorradas, tíralo y vamos, que ya es tarde……

   Y es que en esta sociedad, que calificamos de moderna y avanzada, nos vemos tachando de locos infames a aquellos que reivindican sus derechos adquiridos, como ya ocurriera 400 años atrás con Don Quijote de la Mancha, el chiflado más conmemorado de la historia de la literatura.

   Nos hemos ido sumergiendo en las aguas de la indiferencia, en los rápidos que nos impiden concentrarnos mas allá de nuestro propios problemas, ¿Cómo nos hemos colocado esta venda en los ojos que nos impide hacernos eco de las circunstancias de los otros??

Vivimos apresados, bajo la imposición, bajo el engaño de que las cosas no cambian, refrenamos a cada momento el impulso de luchar por lo que es justo simplemente porque creemos que el grande y el poderoso siempre es el vencedor en la lucha desigual, olvidando que sólo es así porque todos nosotros lo permitimos.

   Y así, RENFE decide, en enero de 2005, acabar de un plumazo con las ventajas de este nuestro viajero habitual de Ave; hasta este momento, por 354€, un abono turista, la posibilidad de viajar en cualquier tren sin necesidad de reservar plaza, acceso a las Salas Club habilitadas en las estaciones, derecho a 48 horas de aparcamiento gratuito en las estaciones Ave, obtención de puntos en la compra del abono, equivalentes a un 6,5% y un 10% en función de si su tarjeta era “blanca” u “oro”, puede parecer insignificante pero al cabo de 10 meses suponía adquirir un abono mensual gratis a través del canje de estos puntos.

   A cambio les ofrece la tarjeta plus, los 44 viajes habituales del mes suponen ahora 349€, se acabó el derecho a acumular puntos, se acabó el derecho a frecuentar las Salas Club, se acabó el derecho a aparcamiento gratuito, se acabó el derecho a viajar en cualquier tren, ahora se ve obligado a reservar su plaza como si fuera un viajero más del montón, lo que intentan disfrazar de beneficio para este transeúnte habitual se transforma en realidad en una subida de entre un 15% y un 20% para los viajeros que consiguieron adquirir la tarjeta oro y un 10% para los de la tarjeta blanca.

   Si echamos la vista atrás, hasta octubre de 1999, nos topamos con las palabras del entonces Vicepresidente de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha, José Maria Barreda, afirmando que el Gobierno regional estaba dispuesto a crear una red ferroviaria que hiciera realidad la vertebración de esta comunidad autónoma, un proyecto que «convertiría a Castilla-La Mancha en la primera región que dispondría de un trazado ferroviario acorde con sus necesidades, lejos del planteamiento centralista con el que se concibieron las líneas férreas en España». ¿¿Dónde quedaron las buenas intenciones de atender las necesidades reales de estos casi 2000 viajeros del día a día??

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