Educamos para la paz

José Valverde (Consejero de Educación y Ciencia)

   Dice Don Quijote que “la paz es el mayor bien que los hombres pueden desear en esta vida” y el poeta Blas de Otero pedía “la paz y la palabra” en el título de uno de sus libros.

   Cada treinta de enero se recuerda la muerte de Gandhi y celebramos el Día Escolar de la Paz y la No Violencia. En nuestro sistema educativo se trabaja continuamente, desde los temas transversales, la educación para la paz, pero está bien que en alguna fecha concreta como esta tomemos conciencia de que la paz no es un problema, sino la solución a muchos de los problemas que la sociedad tiene.

   Esta celebración es una oportunidad más de contribuir a que los centros se conviertan en instrumentos de paz y entendimiento entre personas de distinta formación, raza, cultura y religión, y que todos juntos, sin fisuras, podamos seguir trabajando y educándonos en la construcción de una sociedad basada en la armonía, la concordia y los valores democráticos de solidaridad, respeto e igualdad, pues sólo sobre los cimientos de la paz será posible erigir el edificio de un mundo mejor y más justo.

   No hemos de olvidar que la escuela es un reflejo de una sociedad, con la que comparte virtudes, y que tiene la obligación también de corregir defectos, educando para la vida y buscando el desarrollo, en los alumnos y alumnas, de las capacidades y competencias necesarias para una participación social activa, desde la perspectiva de que la paz no puede lograrse a través de la violencia y sólo puede lograrse a través del entendimiento.

   Enseñar a superar los conflictos es tarea de todos, de la familia y de la escuela, de la Administración y de la sociedad en su conjunto.

   Cada día, todos tenemos la oportunidad de enseñar a los niños y niñas y a los jóvenes a respetar al prójimo sus creencias y sus prácticas, y debemos mantener el objetivo compartido de que nuestros alumnos y alumnas o nuestros hijos e hijas desarrollen actitudes como la solidaridad, la tolerancia, el respeto, la libertad, la seguridad, la justicia y la igualdad.

   Que tomen conciencia de las situaciones de conflicto en cualquier ámbito en el que este tenga lugar, reflexionando de forma crítica y con el convencimiento de que los conflictos pueden y deben ser resueltos positivamente, sabiendo que tolerar no significa estar de acuerdo con el otro, ni ser indiferente frente a la injusticia, sino demostrar respeto por la humanidad esencial de toda persona.

   La fuerza y la violencia nunca es el camino; la razón hay que buscarla en la palabra, en el diálogo, en el entendimiento, en el respeto y la tolerancia. En todas partes, podemos aprender y enseñar maneras de abordar las diferencias. La meta de la enseñanza es ayudar a crear una cultura de cooperación y conflictos constructivos, una auténtica «cultura de tolerancia», pues la escuela, la familia y la sociedad que dan libertad para la expresión, que enseñan que no hay verdades únicas, que proporcionan respuestas positivas a la curiosidad y a la imaginación están ofreciendo a los niños y niñas la posibilidad de conocer más, de saber más, de respetar más, de comprender mejor y de lograr un entendimiento entre las personas.

   Por todo ello, la celebración del Día Escolar de la Paz y la No Violencia es un momento para la reflexión que no alienta a seguir contribuyendo, a través de la educación, a la concienciación de todos en la construcción de un mundo mejor, un mundo más justo y más humano, que permita que todos los individuos tengan la misma oportunidad de desarrollar plenamente sus facultades en el seno de una sociedad democrática, libre, justa, responsable y en paz, que es el mayor bien que los hombre pueden desear en esta vida, como nos recuerda Cervantes por boca del héroe novelesco más universal, Don Quijote de la Mancha.

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