Enrique Rivas Díaz. Portavoz de la plataforma en defensa de la Ley de Dependencia en CLM.- Si aplicásemos en nuestro país el verdadero sentir y significado de la palabra “política”, que proviene del latín “politicus” y ésta del griego “πολιτικός” (“politikós”), que significa “de los ciudadanos” o “del Estado”, siendo el adjetivo de “πόλις” (“pólis”) que significa “ciudad” pero también “Estado” ya que la ciudad en la Grecia clásica era la única unidad estatal existente, nos daríamos cuenta de que lo que tenemos es una pantomima y que vivimos en una mentira.
Solo habría que echar un vistazo a la situación a la que nos tienen sometidos, y al mapa de corrupción de nuestro país, para darnos cuenta de que el Estado no es de los ciudadanos, sino que somos un rebaño en manos de hambrientos lobos voraces.
La historia la escriben las personas y en la actualidad esta pasa por una tinta indecente e inmoral de la cual somos todos responsables. Si, todos, porque la callada por respuesta es la base fundamental donde se apoyan todos estos personajes para proclamarse legitimados y dioses del Olimpo.
Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, pero nuestra reciente historia demuestra que hemos sido capaces de evolucionar, hasta tal punto, que el choque constante llega a ser insultante. Esto no solo nos lleva a dinamitar nuestro presente, sino a acabar con las perspectivas de futuro de nuestros hijos. Eso si, hay quien se aprovecha muy bien de ello demostrando que una persona puede llegar a evolucionar a buitre carroñero.
Nuestra sanidad, nuestra educación, nuestras personas discapacitadas y dependientes, nuestros mayores, nuestros parados, nuestras familias más necesitadas, incluso, nuestra dignidad, se van pisoteando poco a poco bajo la palabra “ajuste”, porque estos personajes que son tan valerosos para llevarse el dinero a espuertas, tan liberales para engañar al fisco (bajo la tutela de la amnistía fiscal), tan pulcros para incumplir sus contratos electorales con los ciudadanos, tan objetivos para taparse unos a otros, tan patriotas para salvar a la banca nacional aunque ellos tengan las cuentas en Suiza y tan bondadosos para enriquecerse a costa de todo un país, son incapaces de llamar a las cosas por su nombre y pronunciar la palabra “recorte”. En realidad son unos cobardes.
El déficit, el cual recae en la ciudadanía ya que somos los únicos pagadores del mismo, es la coartada perfecta para que el lobo sea más fiero y el rebaño sea más sumiso, es decir, que los ciudadanos tendremos que pagar algo que no hemos creado para que algunos políticos, banqueros y grandes fortunas sigan viviendo como faraones del antiguo Egipto.
Todo esto, por supuesto, no es una patente española, ni siquiera de un solo color político, sino que nos encontramos con una neo-liberal Europa que nos va fustigando para que sigamos siendo ese rebaño dócil y donde se nos enseña, por ejemplo, que la causa fundamental por la que nuestro país no va a cumplir con el 6,3 % de déficit es por culpa de los pensionistas, o lo que es lo mismo, que nuestros mayores son los responsables de que haya tanto chorizo en las Cajas, que haya diputaciones o cuevas de Ali-Babá que nos valen miles de millones de euros mantener, que haya CC.AA. donde las embajadas y subordinadas televisiones sean mejores tratadas que las propias necesidades fundamentales de las personas y de que tengamos una fauna ibérica donde el buitre carroñero está en la parte alta de la pirámide alimenticia. Esta Europa me hace tener, cada vez más, nostalgia de nuestra querida peseta, esa moneda, que aunque humilde, era capaz de hacernos llenar el carro de la compra.
Cuando la política permite que las personas estén al borde del precipicio, y donde la única luz que se ve al final de túnel tiene el nombre de hambre, paro, inseguridad, muerte y decadencia, solo podemos decir que ese país se está desangrando.
Pero como diría algún optimista: “la lucha ciudadana empieza a dar sus frutos, ya que al menos un funcionario a recuperado su paga con su respectiva subida de sueldo, aunque este se llame…Juan Carlos de Borbón”.
¿Dónde acabaremos?, esto solo lo determinará el destino y la sociedad civil, que son las únicas bases en las que se puede confiar.