Estanislao Z.Navas.- Cuando nos acercamos al Prado, nos circundan varios de los edificios más representativos de esta ciudad, tanto civiles (la citada casa de Hernán Pérez del Pulgar, “Morada de soldado, reposo de artista”) como religiosos (la Catedral, “De ermita a basílica”), centros museísticos y culturales (Museos Provincial y López-Villaseñor, la trasladada “Casa de la Cultura”), incluyéndose dentro de estos últimos en el que hoy nos detenemos: el Casino de Ciudad Real.
Este edificio ya destaca a nivel visual por su rojiza estampa que le hace inconfundible, además de su tendencia a la horizontalidad por la longitud de sus fachadas.
Hoy en día, este inmueble reúne varias dependencias pertenecientes a las Concejalías de Cultura y Festejos del Ayuntamiento capitalino, no ya sólo lo relativo a oficinas sino también a otras salas (salón de actos, salas de exposiciones, sótano y patio central) donde se realizan actividades diversas desde una presentación literaria a la reciente celebración de una actividad tan singular como el último Festival de Cine de Terror Hemoglozine, pasando por conciertos de música o exposiciones de arte. Además, hasta 2007 estaba acogiendo el conocido Conservatorio de Música “Marcos Redondo”.
Acerca de su historia, el origen está fechado el 7 de Junio de 1887, día del Corpus Christi, siendo el primer presidente del “Gran Casino de Ciudad Real” D. José Ibáñez. Este proyecto, auspiciado por la sociedad “Gran Casino” antes regente del conocido “Casino de la Amistad”, le fue encargado al arquitecto Sebastián Rebollar y Muñoz, el cual también realizaría los proyectos del Palacio Provincial y del Antiguo Banco de España. Dicho inmueble se levantaría en unos solares pertenecientes a casas del corregidor Fermín Díez Carnero, mostrando tres fachadas principales: la de la Calle Caballeros (llamada en su momento de Diego Medrano) la del Pasaje de Pérez de Molina (llamada en tiempos Travesía Nueva) y la Calle del Prado (anteriormente denominada Ezequiel Naranjo).
Originariamente esta construcción mostraba dos plantas: el sótano y la planta principal o baja. En la actualidad, se observa una más, que linda con el Palacio Episcopal, siendo añadida ésta a posteriori en dos fases diferentes.
Las dependencias que tenía eran numerosas, destacando: un gran patio central, el salón de baile, la sala de tertulias, una biblioteca, un restaurante, un guardarropa, la sala de juntas, salas de juegos, un salón de actos y una gran terraza. Dependencias muchas que ahora no muestran su significado arquitectónico original por las diversas transformaciones y usos asignados distintos para las que fueron concebidas. Como ejemplo, baste decir que en plena Guerra Civil hizo funciones de hospital (“Hospital de Sangre”). Al finalizar la guerra albergaría por breve tiempo el Hogar de la Falange “José Antonio”, conservando una sala en su honor hasta casi el final del régimen franquista. En 1941 se trató de devolver al Casino su primitivo uso, cuyo funcionamiento permaneció hasta los 80 en que es reformado para acoger la sede del Conservatorio de Música “Marcos Redondo” y de la Agrupación Musical de Ciudad Real. En la década de los 90 se trasladaron a este edificio y más concretamente a la Sala de Tertulias: las Concejalías de Cultura y Festejos del Ayuntamiento de Ciudad Real, y el Consejo Local de la Juventud. Y durante varios años el sótano que acogía las calderas y carboneras, hasta fechas recientes albergó el aula de pintura del Curso Municipal de Pintura: “Manuel López-Villaseñor”.
Arquitectónicamente, el Casino surge en una época en la que las estructuras ideológicas de la arquitectura muestran una dualidad: ser arte u obra civil de utilidad pública. A ello se une la aparición de nuevos materiales como el hierro, que posibilitarán cambios constructivos muy contundentes en altura, diafanidad, etc., y la pujanza de una poderosa clase burguesa se verá reflejada en las nuevas edificaciones: galerías comerciales, casinos, palacios provinciales.
En el edificio en sí, su construcción se realizó sobre una planta trapezoidal, pero Rebollar buscará: la proporción en los volúmenes de los distintos espacios trazados, estableciendo una jerarquía de acuerdo a su importancia; el equilibrio en la configuración de las crujías; y la simetría diversa como aparece en las repeticiones seriadas de vanos y elementos decorativos de las fachadas. El resultado es un edificio sobrio, acorde con los gustos burgueses que querían mostrar su pujanza dentro de la localidad.
El academicismo que refleja el arquitecto es producto de inexperiencia que tenía ante una obra de esta entidad, dando como resultado un estilo clasicista, sin riesgos, aunque ello no impide observar que Rebollar estará muy preocupado por articular el plano urbano, darle un sentido práctico a su construcción y embellecer la ciudad. Dichos elementos serán más propios de arquitectos contemporáneos, pues a Rebollar, en su “modernidad,” también cabe atribuirle la utilización del hierro y la forja como elementos constructivos de primera magnitud, tal como muestran los pilares de sustentación que enmarcan el patio, y a los que se les asignaría la función de bajantes para las aguas pluviales.
Espacialmente, sobre un solar irregular de más de 1.700 metros cuadrados, se levantará una construcción que en apariencia muestra una forma cuadrangular. Así la distribución de las distintas estancias se organiza en tres grandes crujías o tramos rectangulares, que a su vez giran en torno al eje principal del Casino constituido por dos espacios cuadrangulares: El Patio Central y la Sala de Tertulias. La gran terraza que da a los Jardines del Prado, abrazada por el fin de las dos crujías laterales nos habla de la intención de crear un tercer espacio, al aire libre, que articulara el edificio, en perfecta consonancia con los espacios anteriores, dando como resultado dos espacios cuadrangulares rodeados de tres rectangulares.
Rebollar va a jerarquizar los espacios del Casino, dotando de mayor importancia a unas estancias que a otras, y singularizará dos estancias sobre el resto: El Salón de Baile y la Sala de Tertulias. Esta distribución del espacio nos recuerda sobremanera al sentido racionalista académico del barroco francés, reflejado en palacios y “hôtels”. Rebollar también construirá un pequeño frontón como remate al centro de esta fachada (la del Prado) para dotarla de un mayor grado de “rango arquitectónico”.
De los materiales del edificio, destacan el zócalo o basamento del edificio realizado en caliza, piedra porosa muy sensible a la humedad. Piedra muy normal en las construcciones de Ciudad Real por su frecuencia en esta zona. Sobre este zócalo se levantan las murallas, muros o paredes que forman el edificio realizadas con una técnica mixta de mampostería y tapial, culminando la construcción unas cubiertas realizadas en madera con reguillos y teja árabe. También mencionar la balaustrada o barandilla de la terraza realizada en sillería de Novelda, el pavimento de mármol y el entarimado de diferentes dependencias como el Salón de Baile.
Los materiales constructivos mencionados no tendrían sentido sin la utilización de un nuevo elemento de construcción en el levantamiento de este edificio: el hierro. Rebollar tiene el mérito de ser uno de los introductores de la “arquitectura del hierro” en nuestra ciudad. Toma conciencia de que el hierro se va imponiendo a los materiales tradicionales y tiende a utilizarlo para enmarcar una gran área del Casino: el patio.
En sus años de historia, el Casino de Ciudad Real ha sufrido cambios con respecto a su configuración arquitectónica primitiva. En el transcurso de este tiempo cabe destacar tres intervenciones fundamentales: En 1907, la Junta General del Casino acuerda la ampliación del mismo. El arquitecto Telmo Sánchez solucionará el problema de espacio levantando una altura más y prolongando el lienzo o muro contiguo al Palacio Episcopal. También T. Sánchez en 1913 se encargó de levantar una montera o techumbre acristalada para cubrir el patio, que cambiaría buena parte de la concepción espacial interior del edificio. Desde entonces el patio superó el rango de distribuidor para pasar a ser una de las salas más importantes del edificio. Su acristalamiento nos descubre de manera más audaz la utilización del hierro como material constructivo. En esta misma reforma se construyó una marquesina realizada con listones de hierro unidos entre sí por superficies de cristal, formando grandes rectángulos. Cabe destacar también la intervención del pintor Ángel Andrade en 1932, encargándose de “embellecer” el edificio. En los años 80, el Casino es adquirido por el Ayuntamiento de Ciudad Real (diciembre de 1981). Tres son los arquitectos municipales que a lo largo de los años 80 y sucesivamente han trabajado en su rehabilitación, hasta conseguir el aspecto que presenta hoy día. I. Prieto se encargará de restaurar y acondicionar el edificio para que albergue el futuro conservatorio de música “Marcos Redondo”. D. Peris adecuará los sótanos que dan al Pasaje de Pérez Molina, llamado en tiempos “salón de los señores del puro”. E. Velado es el último arquitecto municipal que ha trabajado en la adecuación de este edificio, destacando la construcción de una segunda escalera para acceso a entreplanta y planta primera, que amplió dándole más espacio a la sala de ensayos de la Banda Municipal; la creación de un aula de iniciados y almacén; la construcción de un paso de ingreso para minusválidos; la reconstrucción de falsos techos de escayola con la reproducción de las molduras primitivas, y el nuevo solado del patio; y el surgimiento de nuevas dependencias expositivas (sala y sótano).
Y, finalmente, de las artes suntuarias, distinguimos:
a) Molduras y estucados del interior. Las diversas obras realizadas en el edificio y el paso del tiempo, han propiciado la práctica desaparición de sus modelos originales, aunque de las molduras en techos y muros que hoy observamos obedecen en todo momento al mismo “espíritu” de aquellos que fueron ideados en inicialmente. Palmetas, lunetos, formas vegetales, etc., se alternan en series ordenadamente, siguiendo una simetría propiamente clasicista de la que es deudora este edificio. Mención aparte merecen las molduras del Salón de Baile. En cuanto a la frecuencia “aritmética” de lunetos y frontones observamos la “presencia” de “puttis” en los lunetos y la cabeza de sátiros o faunos en los frontones rectangulares.
b) Lámparas. Aunque en ocasiones el diseño ha sido adjudicado a Ángel Andrade, en otras parece ser que fueron adquiridas en Madrid a aristócratas y gente de la alta burguesía, que en aquellos momentos abandonaban sus residencias del Paseo de la Castellana de Madrid, para en su lugar, construir grandes edificaciones.
c) Radiadores. Realizados en hierro, normalmente pasan desapercibidos al visitante, aunque su mérito radica en su diseño: concebidos como muebles, están exentos de la pared, con patas curvilíneas y presentan una decoración vegetal que está en consonancia con las molduras y lámparas del edificio.
DE NUEVO QUEDO AGRADECIDO SR. SANMOLINA, PUES OBSERVO QUE ME ESTÁ SIGUIENDO. ESPERO QUE SEA DE SU GUSTO Y DE MUCHAS MÁS PERSONAS PARA PODER MOSTRAR TANTO A LOS HABITANTES DE ESTA CIUDAD COMO A SUS VISITANTES ALGUNAS DE LAS LINDEZAS QUE MERECE LA PENA CONSERVAR.
NUEVAMENTE MUCHAS GRACIAS
me gusta todo lo que escribe este señor, aparte de estar bien documentado, su lenguaje es ameno, didáctico,…..todo un ejemplo de ciudadano comprometido con el patrimonio de Ciudad Real,…..con el poco que queda me refiero. Se echa en falta mas personas así de comprometidas con esta ciudad manchega.
GRACIAS QUEEN73 POR ESAS PALABRAS DE ALIENTO Y QUE TANTA FALTA HACEN MUCHAS VECES EN ESTA LUCHA SIN CUARTEL CONTRA EL PASO DEL TIEMPO Y EN CONTRA DE LOS CRITERIOS ECONOMICISTAS FRENTE A LOS HISTÓRICO-ARTÍSTICOS.
DE NUEVO, LE QUEDO MUY AGRADECIDO