El Ayuntamiento de Ballesteros de Calatrava homenajea a Amadora Herrera tras cumplir cien años «con España a cuestas»

En 1912 reinaba en España Alfonso XIII, el último emperador de la China había sido obligado a dejar el poder, se hundió el Titanic y el día 12 de noviembre, horas después de que el Presidente del Gobierno, José Canalejas, fuera asesinado ojeando una librería en la puerta del Sol de Madrid, nacía en Ballesteros de Calatrava doña Amadora Herrera. Aquél día no se publicó este evento.

Luego pasó la dictadura de Primo de Rivera y la II República que se truncó cuando doña Amadora había cumplido ya los 19 años de edad por el capricho sangriento de un general revoltoso que rompió  la convivencia y se levantó en armas en una aventura que duraría tres años de sangre y unos cuarenta de entre hambre y tedio. Luego la Transición y después la democracia. Todo eso ha vivido ya doña Amadora.

Se casó allá por los años 40 con Fernando del Sacramento Gutiérrez, del que enviudó en 1977 después de haberle dado dos hijos y una hija que le han llenado de nietos las nochebuenas y las paredes del comedor, que alinean las fotos de cada primera comunión. Luego varios bisnietos. Espera que algún tataranieto vuelva a alegrarle la vida.

Cuando doña Amadora votó en el referéndum de la Ley para la Reforma Política en 1976 tenía ya 64 años, pero aún segaba, recogía aceituna e iba a la vendimia, tareas todas ellas en las que ningún hombre del pueblo le pudo “toser” jamás. El de la Constitución le pilló con 66. A los 99 años votó por última vez a su alcalde. Y piensa volverle a votar. Si le hablas de la crisis sólo sonríe: más verdes las han segado. Ella lo sabe. Se acuerda.

El Ayuntamiento de su pueblo le hizo un paréntesis en forma de homenaje, placa conmemorativa y ramo de flores. Cien años de la historia de Ballesteros de Calatrava recordados minuto a minuto desde el uso de razón, cien años de España dan para muchas placas y para muchas flores. Ella invitaba. El acto fue en su casa. Como en las buenas familias, ordenó el menú y se dejó ayudar por su nieta Mari Ángeles en los preparativos y en la atención a los invitados que venían del Consistorio a hacerle saber que su pueblo está orgulloso de ella. Muy orgulloso. No por cumplir años, que esto pasa sólo, sino por haber sabido vivirlos con tanta dignidad.

Esta vez, sí que se publicará el evento.

Complicados estos primeros cien años de vida de doña Amadora. Y no pintan mucho mejor los cien por venir, pero no tiene intención de perderse ninguno.

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