El vivo estandarte del proyecto alfonsí

Estanislao Z. Navas.- En artículos anteriores se mencionaron los problemas estructurales que tenían dos símbolos de nuestra ciudad, pero su emblema es, sin duda, el que más está sufriendo un largo proceso rehabilitador en algo más de dos años: la Puerta de Toledo.

Cuando venimos de Toledo, nos encontramos ante el último vestigio de lo que fue la construcción militar en época medieval, que fue llevada a cabo entre 1297 y 1328. Esto es, se trata de un proyecto totalmente alfonsí, puesto que el conjunto amurallado –con 130 y seis puertas- correspondió al Rey Sabio con motivo de la fundación de la localidad de Villa Real en 1255 para hacer frente al poder de las Órdenes Militares, más concretamente el ejercido por la Orden de Calatrava, y la puerta fue totalmente finalizada durante el reinado de Alfonso XI. De esta muralla apenas queda hoy en día un exiguo lienzo en la Ronda de La Mata, y la mencionada Puerta.

La Puerta de Toledo constituye el símbolo de la simbiosis cultural y del sincretismo religioso existente en la época de la reconquista, pues debido a la movilidad fronteriza nos encontramos con una influencia dual: musulmana y cristiana.

A ello cabe añadir, en las fechas en las que nos encontramos que, dentro de tres años se cumplirá el primer centenario de la declaración de este vestigio como monumento nacional, pues debido a la posibilidad de su derrumbe o demolición, en 1914 la Comisión Nacional de Monumentos solicitó a la Real Academia de la Historia la declaración como monumento nacional, preservándola así de su desaparición. El informe histórico que acompañó a esta solicitud fue encabezado o al menos firmado y avalado por el cronista don Antonio Blázquez y Delgado Aguilera.

A modo de descripción cabe señalar que esta Puerta pertenece al estilo gótico mudéjar, situándose al Norte de la ciudad. De sus materiales, cabe decir que se encuentra realizada en mampostería y sillarejo, y se halla constituida por seis arcos. Por un lado los exteriores, ojivales peraltados que se apoyan sobre los capiteles de medias columnas adosadas, siguiéndoles dos arcos de herradura que presentan en intramuros una inscripción en latín, cuya traducción al castellano reza como sigue:

“Visita, Señor, te pedimos este lugar y aparta de el todas las acechanzas del enemigo, que tus Santos Ángeles guarden la Paz de sus habitantes y que tu bendición sea siempre con nosotros. Sálvanos Dios Todopoderoso y concédenos tu Luz. Por Nuestro Señor Jesucristo. Hecho en la Era de 1366. Reinando el Rey Alfonso el Ilustre”; además del escudo de armas de Castilla en extramuros, ambos esculpidos en piedra. Y en su interior, aparecen dos arcos góticos formando una bóveda de crucería.

A ambos lados de los citados arcos, hállanse dos torreones de planta rectangular próximos a los 12 m de altura, separados en el centro por una ranura abierta donde encajábase el “rastrillo”. Dentro de la Puerta y cumpliendo su función militar y fiscal, el Portazgo, tiene una pequeña puerta de subida al rastrillo que se encontraba en techo de la Puerta, así como restos de las almenas para la vigilancia del perímetro amurallado de la ciudad.

Como curiosidad, en sus sillares aparecen hasta siete diferentes marcas de cantero, siendo probablemente algunos reutilizados de la muralla de Alarcos, pues presentan similitudes.

Ciudad Real se desarrolló al amparo de la muralla y de sus puertas de acceso solo se conserva una de las ocho que tenía. La Puerta de Toledo aparece como emblema en el escudo de la ciudad.

1. La reordenación del tráfico rodado a partir de la creación de una nueva rotonda en la que no aparezca este monumento asesiado por los vehículos.
2. La restauración de la Puerta de Toledo en sí, para su mayor revalorización, y
3. La adecuación del espacio peatonal colindante a la puerta creando un paseo que englobe al monumento y su entorno.