Santos G. Monroy.- Lo que los españoles sufren ya no es recesión, sino pura regresión, dura depresión, penosa represión. España progresa, sí, pero hacia el siglo XIX. España es una máquina de cesantes entre el paro y la precariedad, como peces de cenagal que desmayan y perecen.
Millones de cesantes que pagan una fiesta a la que ni fueron invitados. Cesados por envidias, intereses, dinero, venganzas. Cesados públicos y privados. Cesantes por decreto y por mercado. Cesantes de la vida. Cesados por gobiernos que miran con recelo al ciudadano.
Una limosna para los pobres, clama el pueblo. ¿Pobres, viles criaturas? ¡Si los pobres somos nosotros, y si no hay más que patatas, pues patatas!, espetan los herederos de las grandes dinastías políticas y empresariales, aferradas al poder durante generaciones. Porque hay aquí quienes nacen con la credencial de ministro, gobernador o ejecutivo bajo el brazo, los mismos que durante siglos han azuzado a los espadones contra esta panda de golpistas sanguinarios que ahora pide trabajo y reformas.
En Castilla-La Mancha, por cesar, hasta cesa la representación democrática. Diputados que no cobrarán aun ejerciendo. Cesados fantasmas. Diputados mileuristas. Señorías cospedaladas. Hace poco reflexionaba sobre el contraste en las políticas. Decía que en esta región hemos pasado de la mamandurria a la mendicidad en cuestión de meses. Necesarios son los recortes en el funcionamiento de las administraciones regionales, pero la supresión a cascoporro del sueldo de sus señorías, en un país donde temblamos cuando nos toca presidir la comunidad de vecinos, no tiene pinta de ir por buen camino.
Que los políticos han de ajustarse el cinturón y predicar con el ejemplo no hay ni para qué decirlo. Pero, o aquí hay gato encerrado, o estamos ante una decisión de consecuencias impredecibles. El problema no es que sólo los rentistas tengan tiempo de dedicarse a la política, que eso está por ver porque quizá los sueldos sigan siendo suculentos. Lo grave del asunto vendría desde el conflicto de incompatibilidad en diputados que deben legislar sobre aspectos que afecten a intereses privados, por no hablar del déficit democrático de una reducción en un 50 por ciento de diputados, que sólo nos conduce…, sí, al esquema bipartidista de la Restauración decimonónica.
Páguese dignamente al diputado regional, pero páguese con criterio y control, sin prebendas añadidas. Evítese la profesionalización de la política estableciendo listas abiertas, un periodo razonable de dedicación y un sistema de control ciudadano. En la antigua Roma, el cuestor que no había satisfecho a sus electores quedaba suspendido durante diez años de la función pública.
Pero cómo llegar a puerto, si aquí no hay quien se aclare. Mientras en las Cortes toledanas los populares aplauden la medida, en el Ayuntamiento de Ciudad Real (PP), la mayoría gobernante desestima la moción de IU que propone, entre otras cosas, la supresión de la retribución fija de los concejales no liberados. Callen, callen, debió de decir el equipo de Gobierno, que eso es volver al XIX.
En Twitter: @santosgmonroy