Paco Borlado (Pabormi).- No es mi costumbre hablar, menos aun escribir. Llevo cientos de años aquí y he conocido a múltiples generaciones, ciclos, climas y… canciones. Solo soy un dragón dormido. Un enorme dragón que en su juventud escupía fuego. Debido a ello, las tierras que me rodean son rojas y las rocas volcánicas. Mis entrañas están llenas de mineral valioso, pero también tengo corazón y con él es con quien hoy hablo. El dragón, el alto, el pico, el monte, el cerro » YEZOSA» hoy rompe su silencio.
Estoy triste. Triste… porque uno de aquellos gladiadores que habitualmente luchan contra mis pronunciadas pendientes se me ha ido. Me ha dejado, aunque quizás… no tanto como pensáis.
Desde la cima de mi cabeza hasta el final de mi larga cola, hay muchas vertebras que algunos ascienden en moto, otros en bicicleta y los más osados corriendo. Estos son los que me atraen, porque eligen el papel más difícil, como yo en su momento.
Me falta ella… me falta Carmen. Era una de las asiduas y frecuentemente hablábamos, cuando su aliento era recuperado, un tiempo después del enorme esfuerzo.
Yo le decía con ánimo motivante: ¿ves como eres capaz , mujer?. ¿Ves como tu esfuerzo te devuelve recompensa? y ella me contestaba: un segundo menos, dragón… mañana tardaré un segundo menos que hoy. Y sonreíamos juntos. Fue la primera mujer que lo intentó y consiguió ascender mi minusvalorada espalda.
Yo la observaba cuando desde el comienzo de mi larga cola, desde el mismo kilometro cero, miraba a mis ojos y me retaba. Frecuentemente le sonreía, pero ella para entonces ya estaba sumergida en su rutinaria zancada, su frecuencia cardiaca, sus tiempos, su mirada al metro siguiente, a las piedras, a los surcos esculpidos por las lluvias en el camino, a intentar digerir su pastosa saliva para no tener que parar a desahogar la vejiga, con la esperanza de que ese fluido de su propio cuerpo no se convirtiera en un polvorón a falta de solo un kilometro. Iba ascendiendo por mi espina dorsal dejándose todo lo negativo acumulado. Cuanto más frecuente bombeaba su corazón, cuanto más sudor expulsaban sus poros, más adrenalina fabricaba su cerebro. Había que conseguirlo y en su muñeca estaba su principal enemigo: los segundos que no cesaban de evaporarse en su pulsometro.
No era la que menos tiempo empleaba, no era la más resistente, no era una estrella de la canción, ni atleta olímpica… pero era “mi” Carmen. Una luchadora que peleaba contra ella misma. Como los grandes. ¿Para qué luchar contra los demás si puedes hacerlo contra ti?
Ahora no deja sus huellas en mis cansadas cuestas cuando corre, pero frecuentemente, en los atardeceres, unas nubes rosadas se posan sobre mi cima y huelo su feminidad. Sé que ella no se ha ido del todo. Percibo que está aquí, pero juega a no hablarme… como yo hacía antes con ella.
Las marcas trazadas en la pequeña puerta de contadores, anexa al recinto de la antena-repetidor hablan de las veces que «hizo cumbre», que » tocó techo». Yo no soy el Himalaya precisamente, pero si el mayor de los dragones dormidos de esta comarca. Esas marcas son un pequeño tesoro que nadie debería borrar jamás. Por un mínimo respeto. Es mejor dejar que el viento y las lluvias vayan impregnándose de esas batallas y contándolas allá por donde pasen. No son grandes logros, pero hablan de quien luchó hasta el último día, hasta su último suspiro… y eso es digno.
Maldito por siempre quien no respete la dignidad, porque a ella se llega a través del esfuerzo y disciplina férrea física y mental. Muchos dignos cambian un país, muchísimos…¡el mundo!.
Los que siguen subiendo a mi cogote la echan de menos y frecuentemente comentan «sus hazañas» : ¿Os acordáis cuando durante el crucero salía de noche a correr por la cubierta del barco?. “La tengo vista de madrugada con una linterna en la frente subiendo al cerro”, y después de correr, preparar a sus hijos para el colegio, inmediatamente después a su trabajo y al día siguiente vuelta a empezar. Sus pequeños eran su mundo. Solía decir que ya que no pasaba con ellos cantidad de tiempo, este forzosamente tenía que ser de calidad y todos vosotros sabéis que así ha sido. Ha dejado cartas escritas para quien se ocupe de ellos en el futuro, marcando claramente como son y que les gusta a cada uno de ellos. Y si, es cierto, para no restarles segundos a sus pequeños, prefería salir a trotar de noche, ayudada de un pequeño faro. ¿Recordáis cuando se negó a ir en el crucero sin los peques?. Donde yo voy, vienen mis hijos-dijo tajante-.
Yo los escucho triste, porque son momentos en que les veo con una pequeña espina clavada en el pecho, aunque ellos no la vean, si notan que algo les oprime. Les falta ella, con sus días buenos, malos o regulares, pero uno de los pájaros marchó del nido y ahora hace más frio en la cumbre. Y digo yo que si nos ponemos todos de acuerdo y no la olvidamos, ella seguirá con nosotros. ¿Qué os parece?.
Cuando subáis penando, “malpisando”, percibiendo un futuro tirón, o vuestro gemelo derecho dialogue con el cuádriceps izquierdo retándose a ver quien se contractura antes, podéis mirar a vuestros flancos y sonreírle, porque quizás esté allí, u os vaya empujando cuando el aliento ya no acuda y el acido láctico reine en vuestras fibras musculares, sean estas rojas, blancas o verdes con lunares y los últimos 300 metros sean vuestro mayor enemigo del mes. ¿Por qué no puede correr ella a vuestro babor o estribor?.
Me cuentan que algunos opinasteis que, en un momento dado , correr se convirtió en su única meta, pero ¿ alguno de vosotros habéis pensado que, quizás, una vez descubierto el maldito cangrejo que la habitaba, ella quiso asesinarlo con oxigeno inhalado y sudor expulsado?. Lejos de ser una manía preocupante, podría ser el único clavo al que asirse. La tozudez y la intensidad en cada cosa que hacía eran el motor de su vida, como bien sabéis aquellos que la disfrutasteis.-
Me cuenta el “juntaletras” que traslada mi voz a papel, que lejos de aquí, en norteñas tierras, tengo un hermano. Durante cientos de años se le llamó la cumbre de Coto Bello. Son doce kilómetros de temible pendiente, sin descanso alguno. Realmente cruel.
Recientemente, un ciclista asturiano, tomó por “rutina de entrenamiento” ascender a la cima, hasta que consiguió incluirlo en la Vuelta a España, tras dura pelea. En este momento la cima se llama “Chechu Rubiera”, en honor al mencionado ciclista. Os cuento esto por si este hecho os sugiere alguna idea…. que ya sé que era una más, que no se trata de endiosar, ni idolatrar. No es el momento de los becerros de oro, pero ¿acaso no os gustaría, si fuerais vosotros los que hicierais el viaje, dejando tres “casi bebes” aquí?. ¿No sería un orgullo para ellos que cuando miraran desde el pueblo a mi cumbre pudieran decir… aquello es el alto Carmen Tellez… y ella era mi madre, mi bendita madre.
Solo ya cerrar mi garganta y volver a dormir pretendo, pero lo dicho.. ¡dicho queda!. En vuestras manos entrego y poso mis pensamientos y vosotros sois los no inertes. Los dragones y los montes, si, o al menos esa es la creencia popular. Solo rematar con esto, que se me ocurre para mi querida Carmen, antes de sellar mi boca:
Digna forma de pensar
digna forma de vivir
digna forma de luchar
digna forma de…..
F I N
Agradecimientos: Encarni y Mariano, Ramón Horcajada (Montxo), Jesus Romero (Trotón), Anabel, Elías y Domingo Téllez, Miguel A. Muñoz (KM O), “el gran Arturo”, América Hervas (foto).