La presencia de los presidentes autonómicos en las localidades de nuestra región siempre ha suscitado el interés de las gentes sencillas de esta tierra. Barreda no se movía por nuestras calles sin una legión de octogenarios a sus espaldas, como un barco pesquero escoltado por decenas de gaviotas. Por otro lado, y a propósito de detritívoros, la actual presidenta no sale de casa sin su marea verde que la increpe y la insulte – con todo el cariño, por descontado-. Es lo que tienen los dolores, Dolores, que aunque se saquen para afuera acaban cada vez más adentro.
Lo que nadie esperaba es que la presidenta del terruño yermo en que se ha convertido Castilla-La Mancha, como si fuera la reina de Saba, se rodeara de un ejército de tricornios para visitar la capital de los bolillos -que no es la Franja de Gaza, precisamente-.