Carmen Quintanilla (Presidenta Nacional de AFAMMER)
Qué difícil ha sido llegar a dónde estamos. Cuando hace 22 años decidí poner en marcha la idea (algunos la tacharon de peregrina, de utópica) de aunar a las mujeres rurales en la lucha por sus derechos, poca gente apostó; no era caballo ganador: demasiadas barreras sociales, geográficas y culturales como para creer en la solidez del proyecto.
Pero el milagro se cumplió: el empuje y la fuerza de miles de mujeres deseosas de escribir su propia historia consiguieron que hoy AFAMMER sea una asociación llena de luchadoras, madres que quieren mejores condiciones para conciliar su vida familiar y profesional, mujeres fuertes que saben que formarse abre puertas cerradas hasta ahora y personas para las que la igualdad de oportunidades es un valor dorado y anhelado.
Hemos celebrado el 15 de octubre el Día Internacional de la Mujer Rural con sensación de éxito pero con la convicción de que aún queda mucho por hacer. Los logros avalan nuestro trabajo, el de las mujeres rurales y el de tantos que nos apoyaron cuando tuvieron la certeza de estar ante un movimiento imparable: la inclusión de las mujeres colaboradoras en las explotaciones familiares agrícolas y ganaderas en el Régimen Especial Agrario, la ayuda de cien euros a las madres trabajadoras o la mejora de las pensiones mínimas, pasando por la formación subvencionada para las mujeres del ámbito rural son sólo muestras de que el movimiento asociativo de AFAMMER está más vivo que nunca con nuevas cuestiones como la violencia doméstica, el acceso en igualdad de condiciones al mundo profesional de la mujer o el alcance de mayores cotas de responsabilidad.
El camino ha sido difícil pero tremendamente satisfactorio. Todas ellas y cada una han tomado las riendas y no quieren parar: el coraje y las ganas de mejorar han sido sus únicas armas frente a una sociedad reacia a considerar a las mujeres rurales como parte activa de la misma. Una sociedad patriarcal que no ha querido saber nunca del esfuerzo callado de muchas que se deslomaban en los campos sin esperanza de sentirse dueñas, protegidas y reconocidas.
Hoy, esa fuerza individual se ha convertido en colectiva, haciendo suya cada problemática que afecta a las mujeres rurales. Y así, mientras haya una sola cuestión que no contribuya al bienestar de estas mujeres, AFAMMER seguirá abanderando su lucha hasta ese soñado día en el que ya no nos necesiten. Esto si que es verdadera utopía, ¿no creen?